viernes, 26 de julio de 2013

Clásicos para mi: Green Lantern:Mosaic (1992)

Clásicos para mi es una sección que busca rescatar aquellos comics que pueden no tener el consenso universal, pero que para uno merecen ser destacados.

Contexto:
Como en todo, las tendencias en los comics son cíclicas: mientras que se cree que el el “boom Green Lantern” empezó con Geoff Johns hace unos pocos años, hace 20 estábamos en el medio de otro boom del (los) personaje(s). Un poco producto de la serie Emerald Dawn que revitalizó a Hal Jordan, y otro por la popularidad del Green Lantern Guy Gardner en JLI. Se decidió lanzar un título donde los tres GLs alternarían protagonismo, que no fue más que un “piloto” para tres series individuales: Green Lantern (con Hal), Guy Gardner y Green Lantern: Mosaic con John Stewart como protagonista. El personaje de John venía seriamente dañado a causa de la mini serie Cosmic Odissey que básicamente lo había transformado en un genocida por negligencia. 

Green Lantern: Mosaic (1992):
Existen los clásicos, existen los “Clásicos para mi” y existen las series de culto. Pongámonos de acuerdo que Mosaic probablemente caiga en esta tercera categoría. 
Gerard Jones, el guionista inicial de estas series sobre los GLs, sabía muy bien que era insostenible tener 3 series con Linternas como protagonistas que fueran títulos de superhéroes standard. Decidió que Green Lantern fuera ese título, Guy Gardner sería mas accion/comedia y Mosaic... Mosaic sería un experimento.
La premisa era que en Oa, el planeta de los Guardianes del Universo, conviven ciudades de diferentes planetas, con los conflictos que esto podía traer. Como “castigo” por su imprudencia en Cosmic Odissey, se le asigna a John ser el guardián de ese planeta. Pero Jones, en lugar de ir al obvio conflicto y rol de pacificador de su protagonista, usó cada ciudad como la manera de contar una historia particular, en la cual John era más un testigo que un protagonista. Esas historias además, sólo compartían un tono onírico, tratando de alejarse del antropocentrismo clásico de la ciencia ficción, y explorando conceptos tales como seres vivientes hechos de música. Además, John al darse cuenta que no es posible vigilar el solo un planeta, ‘deputiza’ a un grupo de chicos con unos anillos que se alimentan de su poder.
El tono de la serie solo puede definirse como ‘surrealista’, apoyado en el arte nada tradicional de Cully Hamner, que luego se transformaría en una superestrella por su línea libre y sus cualidades más ilustrativas que de acción, y la sensación en los primeros números es que los creativos tenían libertad total para hacer lo que quisieran (el número 3 es famoso por tomar a un personaje absurdo, el Linterna Verde ardilla Ch’p y poco ceremoniosamente matarlo aplastado por un camión en una historia nada sutilmente titulada “Roadkill”). Claro que tanta libertad en una revista que no dejaba de llamarse Green Lantern puso nervioso a más de uno, y solo duró el escaso año y medio que logró durar por la buena posición de Jones en DC en ese momento y porque las ventas eran más que saludables. Igual moderaron un poco el tono general, mientras que el publico pedia que movieran la revista a la colección Vertigo en lugar de sacrificar la extrañeza que la caracterizaba. 


Contexto posterior:
El experimento Mosaic término en el número 18, casi inmediatamente vino la polémica Emerald Twilight que nos dio a Kyle Rayner como Linterna Verde, y se retiró al personaje de John Stewart de las primeras líneas. Fue 10 años después que se decidió usarlo en la serie animada Justice League Unlimited, algunos dicen que inspirados tanto por la necesidad de diversidad racial como por la popularidad geek que Mosaic le había ganado. Esta exposición transformó a John por algunos años en el Linterna Verde más popular y conocido por fuera del mundo del comic.
Jones finalmente se cansó de la interferencia editorial en el mundo de los comics, y se transformó en un celebrado autor e historiador del medio de cuatro colores. Hamner capitalizó su popularidad creando el titulo independiente Body Bags, que hace una década intenta transformar en una película.  
Mosaic es una serie maldita que nunca fue coleccionada o reeditada por DC. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Pedido lésbico: DENEGADO. Una introducción al género y la diversidad en Orange is the new black

Probablemente hayan escuchado acerca de la nueva serie de Netflix Orange is the new black, por dos motivos: los hipsters están como locos con el formato de “todos los eps juntos” de Netflix, y por otro lado, en este caso no es sólo hype, la serie es realmente buena.
Tomando una estructura que podría agotarse fácilmente (chica “nada que ver” termina en la cárcel, conoce colorido elenco de personajes), en lugar de quedarse en el chiste, aprovechan esta excusa para narrar historias de sobre las diversas internas, con una mezcla de situaciones, diálogos y un recurso al flashback que pasado el piloto se siente integral y no como un truquito repetido.
De todos modos, me trajo a escribir esto el tercer episodio, que es el que realmente me hizo el “click” de engancharme con la serie. Y esto es porque con una serie de viñetas, dos integrales a la historia y varias secundarias, es un manual de como presentar diversidad sexual y problemática de género sin caer nunca en lo politicamente correcto o en predicar a los convertidos. Y antes de abandonar esta nota porque leen “género” y se imaginan feminismo falopa de twitter, déjenme que hago uso amplio de la palabra, porque también tienen su lugar las masculinidades en este juego.
Y esto es lo rico de la serie toda y de este episodio en particular: claro que hay ciertos clichés que son la taquigrafía necesaria para decir en televisión “lesbiana”, “trans” o “mujer latina de carácter”, pero en todo momento van más allá. Hay una mujer trans que el primer episodio es la clásica “peluquera with an attitude” y en realidad es la historia de un esposo y padre que terminó en la cárcel por financiar aquello que no podía ocultar más, y que pone en riesgo su (hasta ese momento) feliz matrimonio, su relación de paternidad/maternidad y su libertad misma. Hay lesbianas femme y lesbianas butch y lesbianas carcelarias jugando a las “esposas”, y lesbiananas arrepentidas que se enfrentan con fantasmas del pasado y todo es más creíble que todas las temporadas de The L Word juntas. Y hay varones que no saben qué hacer con y sin su mujer, y varones que eligen estar sin una mujer y conservar su esperma porque “ahí está su fortaleza” como una versión poco entrenada de un viejo libro de Robert Bly, y varones que no se dejan tocar por otros varones, porque... no. Y hay juegos de poder, de varones sobre mujeres, usando ese poder formal de uniforme e informal de economía de mercado para solamente conseguir chupadas; y de mujeres sobre mujeres basadas en la violencia o el acceso; y de mujeres sobre todos apoyadas en un cáncer, un embarazo o una “locura” que las hace inimputables. Y hay mujeres que honestamente se preguntan cómo un varón fue capaz de dejar de serlo, siendo que ven que esa es la base de todos los privilegios. Y varones y mujeres que son capaces de todo menos de concebir el paso quirúrgico que llevó a Marcus ser Sofía y ahora ser una presidiaria en lugar de un bombero héroe. Uno de los secretos del episodio es la dirección, en manos de una vieja conocida, Jodie Foster, que lejos de sus tiempos de fondo del closet se tira a dirigir un episodio bajo el nada sutil nombre Lesbian request: denied, y que agrega a las fortalezas de la serie una exquisita dirección de actores, contando con un elenco parejamente sobresaliente, más allá de su protagonista, que está bien, pero queda eclipsada por algunas pesos pesado del elenco secundario: Kate Mulgrew como la aterrorizante Red (quién es el foco del episodio 2) y Laverne Cox que rompe con todos los estereotipos de qué esperar de una mujer trans en una serie de TV masiva. En el saturado mercado de series ya no alcanza con ser la que está bien escrita, bien actuada o bien dirigida, porque cada vez más cumplen con todo eso. Se trata ahora de sobresalir del montón, de tener una voz propia, y encontrar una que lo logre en el episodio 3, es casi imposible. Denle la bienvenida al naranja, que es el nuevo básico.


lunes, 22 de julio de 2013

Mis discos favoritos: Prefab Sprout - Steve McQueen

Steve McQueen – Prefab Sprout Por Pablo
Prefab Sprout es (otra) banda británica, nacida a finales de los 70´s, pero que debutaron con su primer disco, Swoon, en 1984, y editaron Steve McQueen al año siguiente. La más importante diferencia entre este segundo disco y el primero, así como con muchos de los que editaron posteriormente, es que este tiene un productor estrella, que hace que un disco que podría haber sido anecdótico, se convierta, para muchos, en un clásico favorito. Y me estoy refiriendo al genio de la música electrónica Thomas Dolby, quien tomó un puñado de canciones bonitas y las transformó en pequeñas obras de arte. Es obvio que el grupo quedó muy contento con la producción ya que volvieron a repetir la fórmula en dos discos más. Creo que el éxito de esta, 
o estas, colaboraciones es la poderosa combinación de la música electrónica, en esos días de avanzada, aunque bastante fría, de Dolby, con la calidez de las composiciones y la voz de Paddy McAllon.
Steve McQueen no fue particularmente un disco exitoso; no es un disco fácil, no tiene canciones pegadizas radiables como The King of Rock´N´Roll, o Cars and Girls, que aparecieron en el siguiente trabajo que, para mí, no le llega ni a los talones a este.
Recuerdo la primera vez que lo escuché: llegamos al disco por razones obvias, su productor, 
y cuando empecé la primera escucha, no me quedé muy convencido con la primera canción, Faron Young, que a día de hoy sigue sin convencerme. La sensación es la de que la grabaron cuando Thomas había salido a tomarse un café… No es que sea una mala canción, pero desentona con el resto del disco, y creo deberían haberla dejado para sus trabajos posteriores. 
Por suerte, muy rápidamente, en el segundo tema, la cosa cambia drásticamente. Bonny
es una balada simplemente preciosa. Es aquí donde uno empieza a disfrutar del peso de la composición de Paddy McAllon, la belleza y dulzura de su voz, y de los maravillosos arreglos y producción de Dolby.
Le sigue la que probablemente es, junto a When Loves Breaks Down, la mejor canción del disco, Appetite. When Loves Breaks Down es otra balada romántica, que habla, como es 
obvio, del final de una relación, y de las cosas que hacemos para engañarnos a nosotros mismo y evitar sufrir. La letra es sencillamente conmovedora, y los arreglos la acompañan 
maravillosamente; es difícil pensar en esta canción sonando de otra forma. Mi estrofa favorita es, sin duda:



“Oh my, oh my, have you seen the weather
The sweet September rain
Rain on me like no other
Until I drown, until I drown”

Goodbye Lucille #1 es otra hermosa canción, con un impecable arreglo de guitarras y unos hermosos coros de Wendy Smith. “Life´s not complete till your heart´s missed a beat; and you´ll never make it up, or tun back the clock”, sueltan por ahí, cómo quien no quiere la cosa.
Steve McQueen es un disco con peso, con arreglos y producción impecables, canciones hermosas con letras “profundas” y fantásticamente interpretadas por la banda, que no debería faltar en ninguna discoteca.
No sé qué suerte correrá el nuevo trabajo que la banda está preparando, a pesar de los males que aquejan a Paddy, y que se editará a finales de este año; pero estoy ansioso de escucharlo y espero, aunque lo dudo, poder disfrutarlo tanto cómo este.
Steve McQueen – Prefab Sprout Por Gus
El criterio sobre si comento yo también uno de los Discos Favoritos que comenta Pablo es completamente irregular y arbitrario: generalmente son mis discos favoritos también, pero ya sea porque el invitado fue más articulado o porque dijo todo lo que yo diría o porque no tengo nada “fresco”, a veces ahí queda.
En este caso, fue un disparador, y ese disparador fue When love breaks down. Como Pablo, descubrí este disco allá lejos y hace tiempo, por la conexión Thomas Dolby. Cegado por la ciencia, parafraseando al bueno de Tom, probablemente esperaba otra cosa, y me costó mucho entrar al disco, descubrir las sutilezas. Como decía la indicación en la tapa del vinilo, había que escuchar a “muy alto volumen” porque el apretado prensado en el vinilo hacía que si no se perdieran algunas de esas delicadezas de la grabación, esas guitarras apenas sugeridas, esas voces con más atmósfera que poder. También había que prestar atención a las letras, aunque no nos dieran la indicación directa de así hacerlo. De todas estas canciones, Goodbye Lucille y Appetite probablemente fueron las primeras en dejar su marca, a las que se volvía en un disco al que no acostumbraba volver. Pero es When love breaks down la que se fue resignificando en el tiempo, con cada relación, con cada ruptura... Paddy cuando salió este disco tenía 20 años menos que yo hoy, y sin embargo, aun en retrospectiva suena increíblemente sabio, alguien que estuvo ahí y sobrevivió para escribirlo. Y escribirlo mejor de lo que uno podría, más claramente, con más sentimiento y encima en ubicarlo en 3 minutos y medio de pureza pop. 
Las canciones de este disco se quedan con uno, en algún lugar que según a qué escuelita hayamos ido podremos o no llamar “inconsciente”, y cada tanto, algo nos las trae de vuelta, la vida, o alguna de estas cantantes que descubrieron una verdad obvia pero no por eso lo suficientemente admitida: que Paddy McAloon escribió algunas de las mejores canciones de los ochenta. Habrá sido primero Kylie cuando hizo suya If you don't love me, o para este caso, Lisa Stansfield (acompañada por Trevor Horn, encima) recuperó la maravilla de When love breaks down. Y Paddy, generoso, no sólo la dejó que hiciera suya la canción, si no que le regaló una nueva estrofa, un final feliz para una canción de corazón roto. Un parche para ese corazón. Es que verán, Paddy sigue siendo sabio, siguió viviendo, debe haber sobrevivido una vez más, y ahora comparte con nosotros la posibilidad de que las cosas terminen de otra manera.
Agarren Steve McQueen (o Two wheels good, son el mismo disco con dos nombres distintos), tómense algo rico, y sigan las dos indicaciones para disfrutar de algo mejor: escuchen a alto volumen y escuche esas letras maravillosas. 

viernes, 19 de julio de 2013

Clásicos para mi: Justice League Europe #9 (1989)

Clásicos para mi es una sección que busca rescatar aquellos comics que pueden no tener el consenso universal, pero que para uno merecen ser destacados.

Contexto:
Si hay una serie clásica, reconocida en su momento y revalorada más aún con el paso de los años es la Justice League International de Giffen y DeMatteis. Lo que  los autores hicieron fue tan radical (básicamente, transformar al título “premier” de la DC en una sitcom poblada de segundones) que el mundo no tuvo más que detenerse y mirar. Tan popular era, que hasta le hicieron un spinoff escrito por los mismos autores, situado en Europa y con un tono un poco más “serio”. La serie nunca levantó como la original, y una de las maneras de alinearlas fue haciendo un crossover entre ambas series, llamado The Teasdale Imperative.
Como suele pasar en estos grandes eventos, hay consecuencias, y en este caso fue un ataque casi mortal sobre la persona de Power Girl. 

Justice League Europe (1989):
La narrativa de comics moderna, especialmente en lo que es manejo de revistas de grupos con grandes elencos, fue inventada tal como es, por Chris Claremont en sus largos años escribiendo a los X-Men, y modificada mínimamente desde entonces. Lo que Claremont incorporó fue la vida personal de los personajes, el teleteatro, y era su costumbre, luego de cada mega evento, dedicar por lo menos un número a analizar las consecuencias personales del mismo, y a alivianar un poco el ambiente (los X-Men jugando al softball son uno de los top 5 tropos comiqueros). Traigo esto a colación, porque este número es un poco así, un ver que pasa con la JLE luego de la Teasdale Imperative.  
La acción gira alrededor de la gravedad de las heridas de Power Girl y un dilema que es raro que no surja más seguido en los comics de super heroes: cómo se hace para operar a un personaje invulnerable. En este caso, mientras todos parecen congelados sin saber que hacer, Sue Dibny, esposa del Elongated Man y casi miembro del grupo por matrimonio, decide que la única manera de tratar a alguien invulnerable, es con otro invulnerable. Agarra el teléfono y lo llama a Superman. Lo que Sue hace es completamente lógico, aunque media liga se le tire encima, y el encanto del personaje, aparte de su proactividad, es su convicción para defender sus acciones, no importa si su interlocutor es el Captain Atom o el mismísimo Batman.
Hablando de Bats, tiene un cameo confrontando a otro miembro de la JLE, Metamorpho, con quien tiene una larga historia, y nuevamente, para hacer algo lógico: si Metamorpho estaba muerto y revivió...cómo pueden confiar en él como si nada hubiese pasado.
La tercera historia es una larga charla de aclaración de tantos entre Elongated Man y Wally West, el ya no tan nuevo Flash. Verán, Ralph (Elongated Man) era el mejor amigo de Barry Allen (el Flash anterior), y no puede dejar de ver a su compañero de equipo como un impostor o arrivista. Ese diálogo, entre lo que más allá de las chicanas son viejos amigos o casi un tío y un sobrino (Ralph lo conoce a Wally desde que tenía 10 años, después de todo), no sólo enfoca sobre un tema pendiente en la serie, sino que además está magistralmente escrito por el nuevo guionista de los diálogos de la JLE, William Messner Loebs, que como ya vimos, escribía la serie de Wally en esos años.
Loebs no era la única novedad en este número, sino también los lápices de Art Nichols, que normalmente era el entintador, sobre los lápices de Bart Sears. Sears en ese caso entinta a su compañero, y esto funciona especialmente, dado que Sears era más “extremo” y Nichols más tradicional, prestándose más al tono intimista de estas páginas.
Y de todas ellas, rescato la última página de diálogo interior de PG, recuperada gracias a su “primo”, y con sus poderes altamente reducidos, pero alegrándose de ser simplemente estar viva. 

Contexto posterior:
JLE pasó algunos años más buscando su “voz”, con DeMatteis siendo reemplazado por Loebs y luego, de manera un poco más permanente, por Gerard Jones, siempre con los plots de Giffen y el arte de Sears como constante. Este fue el comienzo de los años “poderes reducidos” de Power Girl y sus discutidísmo traje blanco y amarillo (del que soy fan), otro producto tardío de la Crisis, del que más tarde nadie se acordaría, como pasa con casi toda esta interesante, si no del todo innovadora, serie. 
Años más tarde, Sue Dibny fue innecesaria y poco dignamente asesinada, y su personaje retroactivamente ultrajado, en lo que se puede considerar el comienzo del fin del Universo DC tal como lo conocimos: Identity Crisis.  
El traje en cuestión

miércoles, 17 de julio de 2013

Mis discos favoritos: Bronski Beat - The age of consent

Columnista invitado: Pablo Costa Wegsman

Esta segunda entrega la pensé para la semana del Orgullo Gay de Madrid, pero fue precisamente debido a dicho evento que la misma quedó retrasada. La razón, más que obvia: este es probablemente el disco (y la banda) más gay de la historia de la música pop.

The Age of Consent – Bronski Beat

Bronski Beat fue un trío techno-pop (o synth-pop) que nació (“sorprendentemente”) en los 80´s, en el Reino Unido y que, lamentablemente, tuvo una vida corta. Editaron un sólo disco, el que nos ocupa, con los integrantes originales, una recopilación de caras B y remixes,  y luego, tras la salida de su líder y vocalista de la banda, un segundo disco que es más bien una fantochada.
Este disco no es solamente gay, sino político y militante, y esto se debe fundamentalmente a la ideología y militancia del cantante y creador de la banda, Jimmie Sommerville. Para muestra basta un botón (o dos).
Comencemos con el nombre del disco, The age of consent (la edad del consentimiento), que hace alusión a la ley que regula la legalidad de la relaciones entre personas del mismo o distinto sexo. En esos días, en el Reino Unido, este tema era un caballito de batalla para la comunidad gay militante, ya que las retrógradas leyes victorianas británicas, con Margaret Thatcher cómo primer ministro respaldándolas, establecían la edad de 21 para relaciones homosexuales, frente a la de 16 para las heterosexuales. Para hacer más evidente el asunto, dentro de la portada tipo álbum, aparecían las edades de consentimientos de otros países, los cuales eran en general mucho más previsivos.       
El segundo “botón” es la canción que abre el disco, Why, cuya letra es más que directa:

“Contempt in your eyes
As I turn to kiss his lips
Broken I lie
All my feelings denied
Blood on your fist
Can you tell me why?
You in your false securities
Tear up my life
Condemning me
Name me an illness
Call me a sin
Never feel guilty
Never give in
Tell me why?
You and me together
Fighting for our love
Can you tell me why?”

Con estas dos cosas solamente ya pueden imaginarse las razones por las que este disco se transformó, muy rápidamente, o casi instantáneamente, en un favorito. Claro que el contexto temporal en el que apareció fue un gran determinante: esos días en los que uno empieza a asumir su sexualidad, y cree que está sólo en el mundo… y de pronto te aparecen estos señores clamando su orgullosa homosexualidad. Sí, lo compro, de hecho, deme dos…
En realidad mis primeros contactos con la banda vinieron por dos medios bastante distintos En primer lugar la revista Pelo (en esos día todavía nos  teníamos acceso a revistas importadas), que publicó una nota con un título que decía algo así como “El poder rosa” y, además de unas fotos (en blanco y negro, claro), contaban cómo esta banda estaba de alguna manera cambiando la imagen de los homosexuales en el Reino Unido, y de alguna forma en el mundo; al menos, dentro del submundo de la música. Por supuesto que mi primera reacción fue recortar la foto más grande, pegarla en mi carpeta del secundario, y pasearme por el cole con tres maricones pelados adornándola. Si ellos podía decirlo, ¿por qué no yo? Y ahí empezó la rebelión… y el resto es historia. Pero como lo que me acomete es comentar este disco, y no hacer una autobiografía, sigo.
El otro primer contacto con el disco/grupo fue cuando escuché por primera vez su música, concretamente el primer simple, Smalltown Boy,  y esto también fue en un medio bastante inusual: la TV. Por esos día había un programa muy de cuarta que, por alguna razón extraña mirábamos en casa (probablemente no había nada mejor en ese horario semanal de la tarde), presentado por Andrés Percivale (mariconaso como pocos), que usaba esta canción en sus títulos… Nada que agregar.
El tercer simple del disco, después de Smalltown Boy y Why, fue It Ain't Necessarily So, un cover del clásico de George e Ira Gershwin. La canción originalmente habla del racismo, la esclavitud, y de cómo se ha utilizado (o se utiliza) La Biblia para avalarlos… En este caso, los chicos intentaron transpolar el mensaje al tema de la homosexualidad. Esta canción suscitó otro “pequeño” escándalo (cómo las anteriores, por supuesto), particularmente la acentuada frase: “David was small but, oh my!”…
Siguiendo con la línea política y militante, el siguiente tema, Screaming, resume los sentimientos de un adolescente/joven gay en una sociedad que lo discrimina y acosa:

My man love my first love
My closeness and pain
My lying my deceiving
My rivers keep on crying
My father my action man
My hiding in the crowd
My mother my sisters eyes
My seniors and their prying

My freedom my prison cell
My tempting to destroy
My fantasies my lost control
My confusion disillusion

My hero my schoolboy
My physical abuse
My loneliness my aching brain
My pounding in the head

Machismo my manhood
My wanting just to scream
Scream, yeah, yeah, hey

El disco sigue con otras canciones con tono político, como No More War, y Junk, y otras con un carácter homo-erótico, como Heatwave y Need-a-Man Blues; culminando con otro cover, en este caso un medley de los clásicos de Donna Summer/Giorgio Moroder, I feel love/Johnny remember me. Lo más interesante de este es que la cortaron como simple con la participación de Marc Almond, y un video hipergay, donde cada miembro del grupo, y Marc, aparecen recreando sus fantasías eróticas. Sin embargo, el dueto Sommerville/Almond terminó en un desastre absoluto, ya que la supuesta fantasía de Marc, con un torero, aparentemente no era tal, y ni siquiera se le consultó al incluirla en el video, lo cual lo enfureció. Además Jimmie, después de editar el simple y hacer el video, pensó que se estaban tergiversando las ideas e integridad de la banda, por la frivolidad del mensaje, y esto terminó arruinando la relación entre los miembros del grupo, con la consiguiente salida de este del mismo.
Un disco con peso y personalidad, muy bien arreglado e instrumentado, y que aún hoy en día disfruto inmensamente.

lunes, 15 de julio de 2013

Cuadros en una exposición: algunos pensamientos originados por The Pacific Rim


Tengo un grupo de amigos con el que vamos al cine un par de veces al mes, y el placer de la salida actualmente supera a las ganas específicas de ir a ver una determinada película o no. Es decir, estoy viendo películas que no siempre hubieran sido mi primera opción. Generalmente cuando veo una de estas películas que no estaba anticipando, más allá de estar abierto a la sorpresa, mientras la estoy viendo mi pensamiento es “vale la pena escribir un comentario de esto en el blog, o no”. En vista de los pocos comentarios de películas que hago, podrán ver que la respuesta suele ir más por el lado del “no” que del “si”.
Ante la pregunta con respecto a The Pacific Rim, que vi el fin de semana, la respuesta fue un rotundo “no”, y si tuviera que escribir un comentario será breve: “Si no hay un jaiku o un jaeger en pantalla, la película es inmirable y no resiste el más mínimo análisis. Fin”.
Ojo, no quiere decir que no sea entretenida, o que esté mal hecha (sí que está mal escrita y mal actuada, pero supongo que es error mío por buscar buena escritura y actuación en un “tanque” del verano boreal), sino que no resiste ser pensada en profundidad.
Pero esta nota viene porque hay algo que Pacific Rim hace muy bien, especialmente en comparación con varias otras películas que podemos alinear en la misma serie. Verán, en The Pacific Rim, luego de 1 minuto de introducción, BAM!, empieza con la acción. Y hasta esa misma introducción (contando cómo y cuándo aparecieron los jaiku y que se hizo para combatirlos) contiene suficiente acción como para que uno se entretenga. Lo que PR hace es mantener al mínimo la EXPOSICIÓN.
La exposición es ese momento donde es necesario transmitir información que se supone es necesaria para la comprensión de la historia, los personajes o sus motivaciones. El tema es que la exposición, si bien necesaria, en general es una señal de mala escritura, y especialmente en los medios visuales (películas, series, pero también comics y otras formas gráficas), ya que  rompe con el precepto que tiene que regirlas: mostrar, no contar.
Si un narrador, de cualquier tipo, me tiene que tirar unos párrafos explicándome que está pasando, no está cumpliendo su función de narrar una historia integral. Si además, lo tiene que poner en voz de un personaje que me “cuenta” la motivación, pensamiento o historia detrás de la acción, estamos en problemas.
Si en estas películas de acción que duran dos horas y media, necesitás un monólogo para contarme cómo llegamos hasta ahí, o leer un párrafo de 500 palabras, estás haciendo algo mal. Se me viene ahora a la mente, por lo reciente, toda la secuencia en Krypton de Man of Steel, pero hay montones de otros casos. Nolan es especialmente afecto a sobre exponer, y por cada escena de “el Joker hace un golpe maestro en el banco” tenemos un monologo de 5 minutos, generalmente en la voz de Michael Caine, contándome un cuentito que le dio fiaca mostrarme. El “monólogo del villano que me explica su plan y motivaciones” es un tropo clásico, que tiene origen en las películas de James Bond, que justamente brillan por comenzar in media res en la acción... pero con un precio.
¿Por qué se recurre a la exposición, o mejor dicho, dejando a la exposición como recurso válido y necesario, a la sobreexposición? Se me ocurren tres grandes grupos de motivos:
  • No se entendió lo que mostré o conté por otros medios: en este caso, si el escritor se dio cuenta que no se entendió o no se va a entender, lo que tiene que hacer es volver, reescribir para que se entienda, no agregar un párrafo explicativo.
  • No había tiempo o presupuesto para mostrarlo y entonces lo tengo que contar: esta es un poquito más justificable. Hay casos donde agregar una secuencia explicando cómo llegamos a cierto punto agregaría al metraje innecesariamente, o significaría irse completamente de presupuesto (“y entonces sucedió el big bang, y los planetas se enfriaron, y …”). Claro que si estamos hablando de una película que costó 150 millones de dólares y que de por sí dura dos horas y media, tu problema no es falta de tiempo o plata, sino de talento. Una buena manera de sobreponerse a esto es por el lado de la comedia, con un efecto de romper la cuarta pared para explicar lo de otra manera inexplicable. En los años 80, mientras los episodios se iban de presupuesto y de plazo para emitirlos, Moonlighting escribió el manual de cómo hacer esto y que quede simpático en lugar de molesto, con Bruce Willis diciendo que dedujo quien era el asesino “durante el corte comercial” o Cybill Sheppard explicando las motivaciones de un personaje porque “el guion lo dice”.
  • Menospreciar al público: esta es una de las peores, y es un clásico Hollywoodense, donde los ejecutivos de los estudios creen que si no explican absolutamente cada detalle, el público se va a “perder”. Una sub especie especialmente nefasta de esto es el narrador omniscente que me cuenta lo mismo que ya estoy viendo en pantalla. Si una película empieza con “Yo tenía 15 años aquel verano en Milwakee que conocí a Ellen...” levántense del cine y váyanse. Nada bueno puede seguir a continuación.

Un buen ejemplo para contrastar el producto con/sin exposición son las varias versiones que se vieron a través de los años de Blade Runner, con o sin la narración de Deckard (también con o sin el unicornio, pero me voy de tema). De hecho, Ridley Scott es un buen ejemplo de mostrar más que narrar, y por esto mismo a veces se lo critica o quedan muy en evidencia algunos agujeros argumentales. Me viene a la cabeza la criticadísima Prometheus, que como dije en otro lado, me gusto muchísimo, y realmente, ¿acallaría las críticas una explicación sobre qué pasa durante y después de la auto operación de Shaw?
Claro que los peores ejemplos de exposición se suelen sufrir en el cine argentino, donde se mezclan todos los factores que ya mencionamos: mala escritura, falta de presupuesto, menosprecio de la audiencia.
Ya me extendí demasiado, así que no me queda lugar para mis opiniones sobre los comics que requieren una página de texto sin dibujos para explicar dónde estoy parado (y no, no me refiero a los recursos novelísticos de Watchmen o la Legion Giffen), así que probablemente ya tengo material para otra columna en el futuro cercano.



viernes, 12 de julio de 2013

Clásicos para mi: Infinity Inc. #26 (1986)


Clásicos para mi es una sección que busca rescatar aquellos comics que pueden no tener el consenso universal, pero que para uno merecen ser destacados.


Contexto:
Uno de los encantos de DC siempre fue su larga historia. Poca gente la supo apreciar tanto como Roy Thomas. Thomas, fanático de los personajes de la “era de oro” de los comics y apoyado por el éxito de las franquicias de adolescentes como los Teen Titans o los X-Men, llevó a los personajes clásicos de DC a su consecuencia lógica: si esta gente estaba activa desde hacía tanto años, era natural que tuvieran descendencia. Así nació Infinity Inc. el grupo de “los hijos, las hijas, los protegidos de la legendaria Sociedad de la Justicia” la nueva generación de super heroes... de la “Tierra 2”. La serie, moderadamente exitosa, tendría un shock de popularidad cortesía de un nuevo y joven artista que se haría cargo de los lápices. Un tal Todd McFarlane, que tendría algo de futuro en la industria...


Infinity Inc. (1986):
La rica historia de la DC  que mencionaba más arriba fue siempre también su principal problema, y con la Crisis en Tierras Infinitas de 1985, DC pretendía hacer un borrón y cuenta nueva, deshacerse de las múltiples Tierras y de los personajes duplicados o redundantes. Las consecuencias para Infinity Inc, fueron devastadoras: al sacar de la ecuación a las versiones clásicas de personajes como la Mujer Maravilla o el Hombre Halcón, estaban dejando de existir los padres de los personajes principales. Thomas haría lo mejor que podría con esta situación, pero primero se dio un último gusto, contar una última historia con los orígenes clásicos de los personajes, situada en su infancia, unos 10 años antes de la acción de Infinity.
Así tenemos la historia de una amazona de 11 años, Lyta, hija de Diana Prince y Steve Trevor, con su incipiente romance con Hector Hall, el hijo del Hombre y la Mujer Halcón. Conocen también al petisito Albert Rothstein, que luego se transformaría en el gigante Nuklon y al rebelde Rick Tyler, hijo de Hourman. Juntos hacen las cosas que harían chicos de 11 años con superpoderes y acceso a un avión invisible, generando una penitencia de parte de sus sueperpoderosos padres y cimentando una amistad de por vida.
La historia es increíblemente tierna, como una especie de Penauts con superpoderes (es fácil ver a Al como Charlie y Lyta como Lucy), y el delirante diseño gráfico de McFarlane no hace más que apoyar el sentimiento general de diversión. Su estilo caricaturesco hace que además los personajes auténticamente parezcan tener 11 años.
El final de la historia es un contraste en amargura, con un personaje telépata “borrando” la memoria de Lyta sobre sus padres que ya no lo son ni lo serían y de esta aventura, de la misma manera que se esperaba que los lectores nos “olvidáramos” del viejo universo DC y adoptáramos al nuevo.



Contexto posterior:
Si bien la serie siguió un par de años más, la Crisis definitivamente arruinó el concepto de Infinity Inc. para siempre, aunque sus queridos personajes reaparecieran con gran regularidad durante otros 20 años, hasta que DC hizo otro borrón y cuenta nueva. Thomas nunca se recuperó tampoco del daño hecho a este universo que con tanto cuidado había construido durante años.
McFarlane, por supuesto, pasaría de DC a Marvel, redefiniendo al Hombre Araña y saltaría de allí al mega estrellato, su propia compañía, juguetes, películas y polémicas.

martes, 9 de julio de 2013

Disco 5: Sobre Electric de los Pet Shop Boys

La pregunta operativa con respecto a este disco es: ¿Es Electric tanto mejor que Elysium, o es que el piso sentado por ese precedente  es tan bajo que es fácil superarlo con muy poco?
Un poco de ambas cosas, probablemente. Electric es, efectivamente mil veces mejor que Elysim, pero difícilmente en la retrospectiva de las cosas lo podamos alinear con los grandes discos de los PSB. Es un disco sólido, competente, con momentos de brillantez, y por sobre todas las cosas, un disco que “suena” a los Pet Shop Boys, como pocos de sus discos desde mediados de los noventa.
El chiste del título no es tal si pensamos las circunstancias en las cuales Tennant y Lowe recurren a sacar un volumen más de su larga serie “Disco”: o es para explotar el mega exito del album inmediatamente anterior (Disco luego de Please, Disco 2 luego de Very) o es para del modo más rápido y sencillo, borrar el mal recuerdo de un fracaso anterior (Disco 3, el mejor de todos los Disco, y que tiene muchos puntos en común con Electric, luego del experimento “rock” de Release, y Disco 4, luego del “bueno en los papeles” Fundamental, que nunca estuvo a la altura de la promesa y la expectativa). Muchos motivos (cambio de compañia, productor de alto perfil, muchas canciones, todas ellas nuevas) hicieron que Electric no se llame Disco 5, pero todos sabemos que en espíritu lo es: un disco altamente bailable, por momentos con canciones poco calculadas que podrían ser una cara B y que nos saca el gusto amargo de su predecesor inmediato.
El productor de alto perfil que mencionaba más arriba es Stuart Price, que suele hacer milagros con artistas que parecen agotados (Pensar Confessions on the dancefloor, Aphrodite), y que hace rato que es informalmente el director musical de las presentaciones en vivo de los PSB (escuchen las versiones ‘en vivo’ de Pandemonium y van a notar los dedotes pegajosos de Price por todos lados). La combinación es ideal, sumándose a la lista de brillantes productores que logran sacar lo mejor de un duo que son de por sí, productores: Stephen Hague, Trevor Horn, Xenomania. No perderemos el tiempo en mencionar a los que NO merecen estar en la lista...
Las consecuencias positivas de esta colaboración son inmediatamente audibles, las negativas uno se las entera si disfruta de la experiencia integral PSB, leyendo los reportajes y otros colaterales: verán, Price se empeñó en trabajar las canciones en orden alfabético (?) y no trabajar en la canción siguiente hasta que no estuviesen terminadas. Llamemoslo modorra, restos del momento Elysium o lo que quieran, pero lo que tenemos es un disco que “crece” exponencialmente en la medida que avanza, para terminar con la primer canción del catálogo Pet Shop Boys en por lo menos una década que se puede poner en línea con West End Girls o Can you forgive her?. Esa cancion se llama Vocal, pero en consonancia con el espíritu Electric, vamos a ir comentando por orden también.
El disco abre con Axis, un instrumental simpático más que nada por lo que no es (Elysium), pero que en otro momento no hubiese pasado de track adicional en una edición limitada japonesa, mucho menos abriendo un disco. Entre otras cosas, por justamente fallar a la premisa de la letra de Vocal, rescatando lo maravillosa que es la música bailable cantada, el valor adicional que la expresividad vocal o una letra puede agregar.
Le sigue Bolshi: con su estúpido estribillo que opaca un track que empieza con onda. La prueba de que esto es el problema es cuánto mejora con el cambio de clave en la última estrofa. Bolshi, al igual que la próxima canción, Love is a Bourgeois Construct, fueron compuestos como parte del musical sobre Alan Turing en el que Neil y Chris están trabajando. Como ya lo vimos oportunamente en Nightlife, las canciones compuestas para otras obras funcionan bien en su contexto, no tanto cuando son reutilizadas. Las dos, pero Construct sobre todo, retoman un tropo clásico PSB: Rusia. Esto no es bueno cuando tenemos un refrito de Go West, mezclado con una resemblanza a Gimme Gimme Gimme (Price otra vez, recuerden Hang Up ).


Es en Fluorescent  cuando empezamos a prestar atención: más allá de sus desvíos house, la raíz PSB es en el  electro (el de antes y el de ahora), y si bien su “homenaje” a Fade to gray atrasa unos años (Kelly Osbourne, entre otros, lo hicieron antes, por dios...) el resultado  está bueno. Y si hablamos de raíces y de electro, es en Inside a dream donde las cosas cambian, donde encontramos  lo que esperábamos, con la temprana sensibilidad que caracterizó a Please filtrada para el 2013 por Stuart Price.


Para este momento uno ya está pilas, y qué mejor manera de mantenerlas que con un cover de... Bruce Springsteen. Ridículo como suena, funciona, y terminan haciendo por Bruce más y mejor de lo que hicieron por Elvis, Village People o U2.
Tenemos luego un tropezón con Shouting in the evening, que no califica ni como cara B, pero es solo para prepararnos para la “carne” del disco.


Primero viene Thursday, que como ya se había comentado en oportunidad del show en vivo de los PSB el mes pasado, es una más que agradable sorpresa. La idea de “featuring el rapper de la semana” en una cancion Pet Shop Boys era suficiente para traernos pesadillas, pero Thursday es tan, tan buena... por un lado porque más allá de su excelente estructura y estribillo, tiene una letra que podría ser una precuela de Why don’t we live together (siguen las referencias a Please) y por el otro porque Example, el rapper en cuestion, no es un b-boy más, supongo que un poco por ser inglés, y otro por  el detalle que se hace evidente cuando empieza a cantar luego de su parte rapeada: por difícil de creer que sea, la canción se enriquece.
Y esto nos trae finalmente a Vocal, que  es el tipo de himno bailable de y dedicado a una época pasada, pero con la melancolía bien disimulada arriba de uno de los tracks bailables más impactantes que hayan hecho los PSB. Vocal habla sobre el segundo verano de amor, la explosion acid house de finales de los ochenta, y el sentimiento extasis, mas de la música que de las pastillas. Era el baile y los beats, pero también era la melodía, la letra y un(a) cantante. Tennant esta ostensiblemente hablando de una época, de un movimiento y un estilo musical, pero bien podría estar hablando de sí mismo y su banda. Cualquier tema de Instrospective podría entrar perfectamente en esa definición. La inteligencia está, claro, en que el efecto nostalgia no es reproduciendo fielmente un sonido de época, sino haciendo lo que sería un tema “Vocal” en 2013. Cuando cerraron el concierto con esta canción hasta ahora desconocida, sabía que estaban haciendo esto. Y no se equivocaron.
¿Podrá Electric resistir el examen del tiempo? Difícil saberlo, pensamos lo mismo con respecto a Fundamental o Yes y nos equivocamos bastante. ¿Es Electric lo que la banda y el público necesitaba después de Elysium? Definitivamente. Si los Pet Shop Boys se merecen una nueva oportunidad, es con este disco.



jueves, 4 de julio de 2013

Clásicos para mi: X-Factor 87 (1993)


Clásicos para mi es una sección que busca rescatar aquellos comics que pueden no tener el consenso universal, pero que para uno merecen ser destacados.

Contexto:
Los X-Men ya eran la franquicia más popular de Marvel desde hacía una década y media, pero nunca fueron tanto un boom como en los tempranos 90. Una serie de artistas super estrella revitalizaron todos los títulos, solamente para luego con su fama y dinero fundar su propia editorial. X-Factor era un título secundario de la franquicia, y el fuerte no era el artista, sino el escritor: Peter David, que ya venía haciendo magia con su revigorización de Hulk. Tomando una página de lo que Giffen y DeMatteis habían hecho con la JLI en DC, David trajo el humor a los mutantes, con un fuerte acento en la caracterización.
Inicialmente acompañado por una de las super estrellas más fugaces, Larry Stroman, este número era el debut de un pibe que prometía, Joe Quesada. 

X-Factor 87 (1993):
De todos los números que vengo comentando en Clásicos para mi, este sea probablemente el que más se acerque a la definición universal de "clásico". No sólo por marcar la carrera de Quesada a fuego, sino además por ser la más profunda y en cierto modo definitiva, exploración de estos personajes, cuatro de los cuales, Alex, Lorna, Pietro y Maddrox, son integrales a la mitología de los X-Men de los últimos 50 años. La técnica usada por David parece sencilla: cada uno de los personajes está pasando por lo que parece una evaluación psicológica de algún tipo, sin mostrarnos quién es su interlocutor. En viñetas que duran dos o tres páginas, presenciamos el despertar de la sexualidad de Rhane, con un muy de la época, y aún así comprensible hoy, chiste sobre Ren & Stimpy. Nos metemos en la cabeza de unos de los personajes más complejos y con más historia del universo Marvel, Pietro Maximoff, Quicksilver, y de paso entendemos como nunca no solamente su psicología sino la de cualquier personaje con supervelocidad en cualquier compañía. Vemos por primera vez las secuelas que puede dejar el abuso frecuente al que se somete a algunos personajes en la persona de  Lorna. Presenciamos la definición del único personaje del que no sabíamos nada, Guido, con un "payaso que llora" que por primera vez no suena como un cliché. David además empieza una elaboración del personaje de Jaime Maddrox que continuaría por los próximos 20 años, como ningún otro autor con un sólo personaje "de compañía" por tanto tiempo. Y finalmente, en un grupo de "segundones" le hace justicia al segundón más prominente del universo X-Men, Alex Summers, Havok, cuya única seña hasta ese momento era ser "el hermano de Cyclops". Bueno, ¿qué significa para alguien ser el hermano de un ícono? David lo define en dos sencillas páginas. En la última página nos enteramos que el psicólogo era Doc Samson, con quién David ya venía trabajando en Hulk.
Un número suelto, en el momento en que leer a los X-men significaba tener que leer 6 meses de 8 revistas diferentes para entender algo, y un número suelto que no es descartable, donde se sientan precedentes que guiarían a los personajes por años. Todo además con el hermoso dibujo de Quesada, que muestra maestría para las caras y el lenguaje corporal, algo esencial en lo que es basicamente un número sin acción. 


Contexto posterior:
David seguiría poco tiempo más en X-Factor, cansado de la interferencia editorial y los crossovers innecesarios. Nadie podría continuar con su estilo (ni siquiera el mismísimo DeMatteis que escribió unos números). Quesada sería una más de las super estrellas que se irían de Marvel, sólo para regresar, esta vez como editor en jefe y supervisar una de las eras más fructíferas de la compañía desde hace más de una década. David retomaría X-Factor y a estos personajes 15 años después, para una serie mucho más larga e igualmente apreciada.