Las series
en general, son tramposas: nos enganchan con sus argumentos y sus “cliffhangers”,
nos encariñan con sus personajes, y nos hipnotizan con su regularidad y previsibilidad.
Empiezan cada Septiembre si son anuales, muchas de las de cable alrededor de
Julio. Si son de las grandes cadenas, sabemos que para Noviembre, Febrero y
Mayo son los “sweeps” donde se fijan los precios para los anunciantes, así que
es cuando “pasan las cosas importantes” y aparecen los invitados especiales. En
las series más cortas, el episodio 6 seguramente nos trae una vuelta de tuerca.
Y así,
cuando menos lo esperamos, somos adictos. No podemos dejarla. Vemos, razonamos,
que aquella serie con la que nos encariñamos hace un par de temporadas pegó un bajón
serio de calidad, y sin embargo, seguimos viéndola. Piezas clave de los elencos
se van, y seguimos viendo. Al final de
una temporada 7, pensamos “este concepto no da para más”, y seguimos viendo.
Bueno, el
2011 fue el año donde yo, por lo menos, aprendí a decir NO. Y créanme, es
adictivo, tan adictivo como las series mismas. De un día para otro dejamos una
serie, y eso hace que nos replanteemos otra, y así sucesivamente, hasta que de
repente tenemos tiempo para ver películas o leer libros.
El proceso
en realidad empezó con la transición de la temporada 2010-2011 (como les decía,
el reflejo condicionado de empezar el año televisivo en Septiembre). Hace seis
años que seguía religiosamente Desperate
Housewives. Y por lo menos tres que
me venían quejando de lo insoportable que era. Bueno, en algún momento pasada
la primer tanda de sweeps, me encontré frente a la tele pensando “que hago
mirando esto”, así fue como la deje. Fue raro. De repente, un hueco. Como buen adicto, siguiendo la prensa y lo que se comentaba
sobre la serie. Un recap por aquí o por allí, como para no caer en la
abstinencia. La gente con la que uno la comentaba habitualmente me empezó a
preguntar si estaba bien. Y estaba bien. Mejor que nunca por haber cortado un
mal habito. Ni siquiera el anuncio de que la siguiente temporada seria la final
de la serie me hizo volver.
Claro, una
vez que se empieza… no se para. Siguió House.
Soy de los pocos que recibieron el romance House-Cuddy como algo que podía revitalizar
el programa. Error. Mientras la temporada avanzaba, era como ver un accidente
de tren: no podía despegar los ojos, pero con conciencia plena del horror en
frente mío. Parecía que las ratas estaban abandonando el barco además: Thirteen
reemplazada por Masters (¿Masters? ¿Quién necesitaba a Masters?).
House cada vez más errático. Y en el tramo final, empieza la pavada. Para
cuando House se casó con la inmigrante, el destino ya estaba sellado. Ya no
estaba ahí para el infame episodio de la “auto operación”. Para cuando
PSYCHOHOUSE estrellaba autos contra casas, afortunadamente ya estaba en la
vereda de enfrente.
Otras fueron
cayendo por el camino: ¿Weeds
en Nueva York? Eutanasia. ¿Tara?
Me adelanté a la decisión de Showtime de cancelarla. Me sentía fuerte, sano. Para
el comienzo de esta temporada, creo que solo me quedaba una duda: Glee.
Ryan Murphy
es consistente por una sola cosa: ser inconsistente. Y por tirar toda la carne
al asador de entrada, y después no saber qué hacer. La temporada 2 fue
dolorosa, pero algo de la militancia GLTB me hacia continuar. La temporada 3 empezó
con algunos intentos de arreglo argumental, pero con otros problemas. Hasta me
tomé el trabajo de escribir algo al respecto aquí en el blog. Pero no hay
cantidad industrial de canciones de Adele que me hicieran cambiar de curso:
claramente no soy la audiencia del programa, y como quien se saca una curita,
la arranque de un tirón. Y ahora estoy más tranquilo.
Sé que no
es para todos, pero se los recomiendo. Ahorren ancho de banda. Ahorren tiempo. ¿No
saben cómo hacer para agregar Homeland
a su Schedule de series? Bueno, tal vez es hora de dejar Grey’s Anatomy. ¿Todos les hablan de lo graciosa que es Parks and Recreation? Bueno, si dejan de
ver al zombie de Two and a half men, ahí
tienen la media hora que les faltaba. Resolución para el 2012: digamos que NO.
Yo corte con Desperate Housewives en la serie 3 cuando las cosas empezaron a ser cada vez mas Beautiful, como hiciste para seguir adelante!
ResponderBorrarHouse la sigo viendo, dije no, no, no, no, no (con vergüenza ajena) pero como con el cigarrillo (que tendría que haberlo dejado ya y sigue colgado entre mis dedos) la sigo viendo... y a veces, por un rato se ve el fulgor que tuvo en otros tiempos.
Glee... me gusto la primera serie, escuche la segunda (como si fuera un radioteatro) ... y en la S03E03 dije basta... si, hasta la miel se pudre de ser tan dulce y pegajosa.