viernes, 25 de enero de 2019

Triste pero cierto: Trevor Horn Reimagines The Eighties


Tengo que empezar con un descargo: amo a Trevor Horn. Le he dedicado un podcast. Y una parte importante de otro. Sus colaboraciones con Grace Jones, Seal y los Pet Shop Boys son algunos de mis discos favoritos. Por eso me duele tener que escribir esta reseña, pero por otro lado, por eso mismo siento una cierta obligación de escribirla.

Trevor Horn, quien porque quiere, puede y tiene resto, decidió sacar un disco de covers de canciones de los ochenta y llamarlo Trevor Horn Reimagines The Eighties, junto con músicos populares tales como Robbie Williams, Seal o All Saints

Lo que caracteriza a lo que hoy conocemos como “el sonido de los ochenta” es una mezcla de cosas, que incluye desde estilos de composición, ritmos y a el uso de ciertos instrumentos y tecnicas de grabacion que forman un ADN difícil de aislar pero totalmente identificable a simple escuchada. Trevor Horn lo sabe, porque bueno, él INVENTÓ ESE SONIDO. Y una característica clave es que en la mayoría de los casos, las canciones clásicas de la época son prácticamente indivisibles de sus arreglos y grabaciones originales. La mayoría de los artistas fallan cuanto las tratan de reimaginar en sus presentaciones 10, 20, 30 años después y es prácticamente imposible que existan buenos covers de las mismas. No es que sean malas canciones, solo que la mayoría no resisten un reversionado como el que el catálogo de los Beatles tuvo en manos de gente tan dispar como Frank Sinatra, Ella Fitzgerald o Siouxsie and the Banshees. 

Y Trevor por ser Trevor no es menos dado a fallar en lo mismo. Sobre todo porque pasados los ochenta estrictos, él mismo dejó de lado su sonido característico basado en sintetizadores y samplers (recuerden: es el hombre que armó una banda y grabó un disco porque quería probar los límites del Computer Musical Instrument que se había comprado) combinados con arreglos de orquesta y corales para apoyarse más en un sonido de gran estudio tradicional, más cerca de George Martin que de Stuart Price. 

Nos guste o no reconocerlo, Everybody wants to rule the World es un clásico tanto por la canción como por los arpegios de guitarra sampleados y sincronizados con el bajo y la batería en el disco original de Tears for Fears. Saquemos eso, y no hay Robbie Williams ni orquesta que lo resistan. 

Una y otra vez el disco falla cuando trata de descontextualizar y tomar como “grandes canciones” a lo que en realidad fueron “grandes discos”.

Esto queda bien claro en Blue Monday, una canción que es claramente inseparable de su instrumentación (algo que Horn mismo sabe, ya que es el único track que tiene una batería programada y secuenciadores). No importa que podamos “cantar” Blue Monday: el TUT TUT TUT TURUTUTURU TUT  es tan parte de la canción como la letra y la melodía, y no, reemplazarlo con la percusión de una orquesta sinfónica no lo equipara. 

Las excepciones no casualmente son las canciones de artistas que si bien  las grabaron en los ochenta, pertenecen a otras tradiciones: David Bowie, Joe Jackson. Ashes to Ashes es responsable por el sonido de la mitad de los ochenta, pero no es una canción en la tradición de los ochenta, y soporta arreglos y voces diferentes, lo mismo que It’s different for girls (nota al margen: que las canciones resistan covers no significa que estos covers sean especialmente buenos tampoco, solo mejores que otros en el mismo disco).

Horn además hace una especie de efecto homogenizador que les saca toda gracias a las canciones originales y a los artistas invitados, por que lo que Brothers in arms no suena ni al tétrico minimalismo de la versión original de Dire Straits ni a Simple Minds, el featured artist. Es una canción más con una buena orquestación impersonal. Y la elección de los invitados tampoco es la mejor: Slave to the Rhythm ha sido reversionada por Alison Moyet o Shirley Bassey sin problemas. Rumer, por talentosa que sea, no es la cantante para esta canción, que termina siendo más Bossa Ochentas que el “La BBC interpreta los ochenta” que podría ser. 

Tampoco es que el disco haga todo mal: hay dos momentos en los que Horn deconstruye y reconstruye los originales y logra algo casi mágico. En Girls on Film, podemos imaginarlo pensando “que quiso hacer Nick Rhodes con su Crummar String Synthesizer”, “que quería hacer John Taylor con el bajo” y reconstruyendo los arreglos originales con una orquesta (y reconociendo que el efecto de sonido de la cámara de fotos al comienzo de la canción es tan importante como la partitura). Lo hace nuevamente con Owner of a lonely heart, con la facilidad que no tuvo que reconocer la intención original ya que el arreglo original era suyo y solo tuvo que reemplazar “Fairlight orchestral hit” por “real orchestral hit”. (En un callback a una época más oscura cuando fue brevemente el cantante de Yes, Horn mismo canta esta versión).

Y así como hay malas elecciones de artistas para cada canción, All Saints ponen en vigencia Girls on film con la inversión de género, al igual que Tony Hadley cantando What’s love got to do with it, que además permite apreciar la entonación Luis Miguel Style del ex Spandau Ballet en una canción que ostensiblemente es para que cante una mujer.

El disco cierra con una triste versión de Take on me que le quita toda la vida al original, y que irónicamente sale a la venta el mismo dia que Weezer saca su propio disco de covers con su propia, superior, versión. En conclusión, el mismo mercado le está diciendo a Horn lo irrelevante e innecesario de su disco. Un lástima. Saben que me duele mas que a nadie tener que decirlo. 

lunes, 25 de julio de 2016

Comentario: Looking - The Movie

I can guarantee that he will do nothing but break your heart again.

Pensémoslo de esta manera: en lugar de Looking: The Movie, podríamos haber tenido el final de temporada más decepcionante del universo, o una temporada 3 donde se hubiese contado esta misma historia en 10 episodios en lugar de 85 minutos.
Y creo que justamente esa es la característica redimible de la película: se hace cargo de por lo menos UNA de las fallas estructurales de la serie, que es la morosidad narrativa de cine indie. Claro que no se hace cargo de otros problemas, o de lo que llamaría, he llamado y seguiré llamando, Patrick como protagonista único de la serie/película.
A ver, entiendo que Groff era inicialmente el único con cartel propio (su paso por Hamilton no hace más que reforzar eso) y nuestro personaje ancla, pero también su historia siempre fue la más aburrida, la más irritante, y la más polarizante (lean el archivo completo aquí bajo el tag ‘Looking’ para más detalle). Pero aun así, el motor de la narrativa o por lo menos el McGuffin es el casamiento de Agustín y Eddie, que apenas revisten relevancia, y su conflicto propio se limita a un trilladísimo plot de “cold feet” antes de la boda más propio de una comedia de Katherine Heigl, que de hecho amerita un shout out durante el episodio. 
El “gran conflicto” del regresado Patrick (se fue de SF poco tiempo después de la última vez que lo vimos, 2 años en tiempo de la serie) es el reencuentro con sus exes: el que lo trató como el traste (Kevin, interpretado por Russel Tovey, quien parece estar actuando en otra película, una seguramente más divertida a juzgar por su color de pelo) y al que él trató como el traste (Richie, interpretado por EL PEOR ACTOR DEL UNIVERSO, Raúl Castillo. En serio, no sé cómo no reparé antes en lo mal que actúa este chico, un motivo más para que la supuesta química que tiene con Patrick no nos sea nunca evidente, sino siempre contada por otros). Si locura es intentar dos veces lo mismo y obtener otro resultado, claramente podríamos decir que Patrick está loco en sus acercamientos a ambos (porque claro que nuestro Kaso Dora se acerca a ambos), dado que lo único que parece haber cambiado en estos dos años es que le perdió un poco de miedo al sexo y coge y chupa culos sin luego ir al dispensario a hacerse buches con Espadol. Porque a los guionistas se les ocurre, medio que terminan juntos con Richie. El único motivador, aparte del supuesto “amor” que los une desde el piloto de la serie, es que Brady, el novio actual de Richie es insufrible, una caricatura de trazo tan grueso para que lo odiemos que parece de una novela de Andrea del Boca en los noventa. 
En el medio de este caos de aburrimiento, lo tenemos a Dom, cuyo arco de personaje se limita a “se dedica a su negocio y ya no coge, salvo al final de la película because guionistas”, desperdiciando al encanto (aunque no habilidad como actor) de Murray Bartlett, y a Doris, quien había cerrado su historia con un moño y ahora le fuerzan una conversación de embarazos totalmente inútil. 
Si, San Francisco es bellísima y el recorte que hace el director es magnífico por su economía de recursos. Si, necesitamos más y más diversos personajes LGTB en pantalla. Sí, hay algo del ‘aquí y ahora’ de Looking que la hacía refrescante. Pero no alcanzaba antes, y claro que no alcanza ahora. 
Hablando de dirección así como lo banco a Andrew Haigh, o por lo menos a sus largometrajes, hay algunas decisiones puramente de dirección que no puedo respaldar, tal como sus efectos de “micrófono abierto al aire” que dificultan captar algunos diálogos, que siendo que es una película casi completa de Walking and Talking, son indispensables. Aunque la misma técnica para hacer “efecto boliche” donde no se escucha nada es brillante.
En conclusión, le súper agradecemos a HBO haber aprobado la serie en primer lugar y haber aprobado esta película como premio consuelo ahora, mas… gracias, pero no gracias. 

Gay Pedigree:


  • Fue un guiño simpático hacer aparece a Frank en la trama de algún modo. En una realidad alternativa, era el “Cuarto Looking”.  
  • Una vez más, le debemos a la serie a Daniel Franseze como Eddie y su excelente gusto en remeras, tanto la de “Yes fats, yes fems”, que ya la quiero, como la de “Michael & Diana & Elizabeth…” que me muero de curiosidad por saber cómo sigue hacia abajo. 
  • El plot flojo de papeles de Agustín es injusto aparte del Paddycentrismo porque es el único personaje que creció o por lo menos cambió en el transcurrir de la serie. 
  • Hablando de fats & fems es una de las pocas cosas tópicamente políticas del episodio, salvo las conversaciones sobre matrimonio, que ahora parecen estar todas en “Sí, quiero”, salvo por la refrescante jueza interpretada por ese icono gaylésbico que es Tyne Daly.
  • Kevin está de vuelta con Jon. Sadomasoquismo por otros medios. 
  • Lesbian watch: se reduce a un chiste sobre la compañera de oficina ambigua de Kevin y Patrick y unos besos comunitarios por parte de “Kyah” a quien conocemos por primera vez pero ya es la mejor amiga del mundo mundial de Agustin. 
  • Sex watch: hay una linda cogida de Patrick con su levante en la fiesta. Cumple con la función de demostrarnos que, efectivamente, Patrick ha mejorado en la cama.  
  • Music watch: mucha música, mucha de artistas nuevos, pero que incluyen un Himno-Diva de Ultra Nate, un temazo del clásico de la serie (y todos los productos de Haigh) John Grant y el sorpresivo final con “I’ll be your shelter” de los Housemartins, que delata el inglesismo de los creadores de la serie.


lunes, 18 de mayo de 2015

Comentario: Mad Men 7x14 - Person to Person

“I thought about this more than you have” 

Don Draper hace dos llamadas de “Persona a persona” en el transcurso del episodio (probablemente tres si contamos la de Sally, pero perdonen la licencia, dos que son anunciadas como tales). En una el mensaje que recibe de Betty es categórico: no vuelvas, la vida sigue sin vos, como siempre. En la otra el mensaje de Peggy es más vago y menos convincente: volvé, la vida sigue y va a ser como si no te hubieses ido.
¿Se quedó Don/Dick/Quiensea en su burbuja new age, con una nueva personalidad Iluminada? ¿O volvió y escribió, o al menos colaboró con, la campaña publicitaria más famosa de todos los tiempos?
Esa es la pregunta que nos deja Mad Men (aunque de anoche a cuando estoy escribiendo esto, ahora todos son convencidos que Don efectivamente volvió y es por lo menos parcialmente responsable por la idea. En lo personal, no estoy tan seguro, parte de mi razonamiento más abajo), una pregunta con pedigree Sopranos, y que si bien transforma a este episodio en un conversation starter automático para el futuro inmediato, era totalmente innecesaria. La delicadeza del plotting de esta serie de episodios fue tal que la serie podría haber terminado en cualquier momento de los últimos 3 o 4 episodios (o aun en los dos últimos de la primera mitad que se emitió el año pasado), o en varios momentos separados de este mismo. En ese sentido, preguntas al margen, este fue un final más que satisfactorio.
La semana pasada me hacía una pregunta sobre las motivaciones de Don, pregunta que sigue sin responderse, y como he visto comentado por ahí va a depender más que de la palabra de San Weiner del punto de vista de quien lo interprete: el cínico o el optimista. El que cree en el cambio o el que cree que todo sigue igual. O me animo a decir, ninguno de ambos, porque ninguno de los “finales” para estos personajes (salvo el de Betty supongo, que conocemos pero no vimos aun) son los finales para siempre. Don puede haberse quedado con los hippies y haber vuelto tiempo después, o haber vuelto con su idea de comprarle una Coca Cola a todo el mundo y luego haberse perdido con los hippies, en Studio 54 o donde sea. Lo mismo para Peggy, Joan o Roger. La vida no es prolija con principios y finales, y la suerte de cualquiera puede cambiar de un momento a otro.
Lo cierto es que Don toca fondo (otra vez, y en este sentido me gana el cinismo) y accidentalmente parece encontrar cierta paz. O por lo menos una sonrisa pacifica, que puede interpretarse como un momento “aha!” a la vista de los segundos finales del episodio. Hay algo hipócrita en la empatía que Don siente por ese desconocido que no se siente amado, porque salvo de niño (y a través de flashbacks muy del estilo “mis histéricas me mienten” que tenemos que tomar con pinzas), el problema de Don jamás fue ser ignorado o pasar desapercibido. Pero lo cierto es que ese momento detiene su caída, por lo menos hasta donde llegamos a ver.

Ante tanta ambigüedad, Weiner de todas maneras nos tenía que tirar un hueso. O varios, en realidad, en la que realmente es la parte más discutible del episodio. ¿Qué tan fuera de registro fueron los pseudo “finales felices” y el montaje final previo al momento Es Sentir de Verdad?
Agregando mi propia cuota de ambigüedad, diría que fueron ligeramente fuera de registro. Definitivamente el momento de Peggy y Stan fue un guiño a los fans, no solo a los que hinchaban por esa relación, sino todos los que pedían algún tipo de alegría para Peggy. En ese sentido, me parece que hay otras señales más claras de alegrías para el personaje, desde el reconocimiento que le da Pete (en otro momento “tirar un hueso”), a cómo pone en su lugar a la mina de McCann protegiendo a sus cuentas. Y claro, su decisión de quedarse haciendo lo que sabe hacer tan bien y con un objetivo tan determinado (pero antes de 1980, por favor) antes que sucumbir al canto de la(s) sirena(s).
Porque nuestra curvilínea sirena no es otra que Joan, que gracias a las interacciones con tres hombres (un inesperado Ken, y Roger y Richard, por supuesto) decide tomar el toro por las astas en SU negocio, y en un guiño lindo pero no del todo consistente con lo que sabemos de los personajes, tal vez el negocio de Peggy (un hueso más). No vemos el momento en que Peggy le informa a Joan de su decisión, pero la productora Holloway-Harris no parece sufrir por su ausencia. Vamos por un “afortunada en los negocios, desafortunada en el amor” para Joanie.
Y si bien una reconciliación sentimental con Roger hubiese sido escandalosa, la reconciliación amistosa/paternal/de negocios que tienen es más que satisfactoria, y en este caso si completamente coherente con lo que sabemos de ellos. Y Roger tiene un “final feliz” que ameritaría un spinoff propio, porque ¿Qué tan tranquilo va a estar con lo brava que es Marie?
Lo cierto es que el montaje final con los momentos de ‘alegría’ de estos personajes (y el de absoluta tristeza de Betty y Sally, a quien entiendo y aplaudo lo que está haciendo pero me hace dudar sobre su futuro) se sintió un poco… forzado, especialmente porque en todos los casos ya sabíamos que iban a hacer lo que nos muestran, no necesitamos verlo salvo para que se sienta “final”. Pero esto es un detalle: 30 segundos en 92 horas de serie, una nada. Aun si tomamos estos 60 minutos finales, un detallecito que de ninguna manera empaña la inmensidad de la obra y de este cierre.

Algunas observaciones al paso:

  • No tengo lugar para comentar todo lo que pasa, pero la llamada que refiero más arriba entre Sally y Don y la devastadora que sigue entre Don y Betty son el mejor ejemplo de mujeres Draper poniéndolo en su lugar.
  • Parte del motivo del que no estoy tan seguro de la relación Don-Coca Cola es porque a menos que haya un cambio radical de management, y a pesar de lo que dice Peggy, Jim Hobart JAMAS lo dejaría volver a la agencia.
  • Los argumentos de Don de “no vas a creer cuanto esto no sucedió” no parecen tener el mismo efecto en Stephanie que en Peggy.
  • Otro de los huesos que Weiner le tiró a los fans fue que, en un episodio lleno de reapariciones y alusiones, no hubo ni un minuto de Megan en pantalla. 
    • Probablemente el personaje más detestado de la serie no amerita más que risas de los protagonistas a la mención de su nombre.
  • Las tres mujeres de Don presentes aunque sea con surrogados: Anna a través de Stephanie y su casa; Betty, por supuesto; y Megan a través de Marie.
  • Otro guiño a los espectadores es como Joan define pragmáticamente a su ex.
  • Un saludo a la MVP de esta temporada, Meredith.
  • Quienes fueron los protagonistas de estos episodios (fíjense el rol de Ken desde Severance en adelante), los invitados (Stephanie en la primer mitad de latemporada), todo estuvo cuidadosamente plantado para estas resoluciones. Sólo queda abierta la idea fallida de Diana, no que la extrañemos en lo más mínimo.
  • Hasta aquí llegamos con Mad Men, gracias a todos los que leyeron, comentaron, me tiraron sus ideas y me pelearon. No sé si tengo energía para hacer esto mismo con otra serie, pero quien me quita lo bailado…



lunes, 11 de mayo de 2015

Comentario: Mad Men 7x13 - The milk and honey route

“I’ve learnt to believe when people say it’s over”

Yo no sé ustedes, pero en mi caso, mas allá de considerarme abiertamente un fanboy de Mad Men, mi acercamiento a la serie siempre ha sido… cerebral, digamos. Sí, claro, se me ha caído algún grito celebratorio ante un triunfo de Peggy, se me rompió el corazón con algunos de los reveses de Joan, y obviamente Don me hubiese vendido con su pitch de The Carrousel. Pero en sí, tiendo a ser analítico, hay algo en los que Weiner hace que me despierta admiración, curiosidad, y esto como lo vengo diciendo, hizo que me estuviese acercando al final de la serie con el mismo espíritu, queriendo saber qué iba a pasar y cómo más que sufriendo porque ya no iba a ver a los personajes.
Bueno, eso era hasta ayer a la tarde. Hubo dos momentos en este episodio, ambos relacionados a las terribles novedades de Betty, donde no pude más que desmoronarme con el desmoronamiento de los personajes. Empatía, pérdida, amor, incomprensión, resignación… cada sentimiento de Betty, Sally y Henry saltó de la pantalla y me tomó como propio.  
La serie viene con premoniciones de muerte desde hace rato, desde la presentación con su hombrecito cayendo, a los problemas de salud eternos de Roger. Y muerte tuvimos, emblemáticamente las de Lane y Bert, y la seguidilla de mujeres Draper que sucumben al cáncer: Anna. Rachel. Y ahora Betty. Betty era la que tenía un final feliz, ¿se acuerdan? La que finalmente encontró lo que buscaba y se lanzó a tomarlo. ¿Roger muriendo?, ¿Don, aún? Esperable. Betty no. Y acá, mientras me seco las lágrimas, retomo el análisis: el fin de Betty es completamente coherente con la serie, con el personaje, con las mujeres de Don que cayeron pero también con la historia de todos los personajes con el tabaco, desde Smoke gets in your eyes en adelante.  Betty, que perdió su madre al cáncer, que sigue siendo menospreciada por médicos, pero que decide mantener un mínimo de dignidad ante el inevitable final, y hasta, en su retorcida manera, logra hacer algún tipo de paces con su hija. Betty finalmente puede decirle que la quiere y que la admira, pero también reconoce eso que la hace confiable para tomar las decisiones post-mortem que requieren que no tiemble el pulso (como le tembló a ella cuando Gene Sr intentó hacer lo mismo con ella). Esta es la historia de Betty, pero también la de Henry, superado por el dolor, en una muestra más de su complicado amor por su esposa. Y es la historia de Sally, la que no quiere, o no puede escuchar; la que ignora por un segundo el drama de su madre para tirarle un palo final, y la que se entera o confirma por carta, finalmente, lo que siempre supo pero no podía ver a simple vista. Betty, siempre amamos odiarte, u odiamos amarte. Ahora caigo en cómo te voy a extrañar.
Hablando de premoniciones y de Betty, otra premonición que venía dando vuelta desde que Don y Betty tuvieron su affaire extra-retro-matrimonial, era la de reconciliación. Podía ser la del ex-matrimonio Draper, como lo vimos la semana pasada nomas en ese momento de acercamiento. O hasta de Peggy y Pete en la mente de algunos ‘shippers. Pero la reconciliación que tuvimos es la que tiene más sentido en el contexto de los personajes, la de Pete y Trudy, la sociedad matrimonial perfecta desde la primera vez que los vimos. Pete, a quien vimos, y quien se veía, perfectamente cómodo en el nuevo arreglo con McCann, recibe una oferta que no puede rechazar, de parte de una insólita serpiente, Duck Phillips, que como Janice en Friends, siempre está volviendo. Pete siempre tuvo todo tan en bandeja, y siempre tuvo decisiones que lo tenían de objeto, desde ser socio de una nueva agencia a comprar una casa o ver o no a su hija. Bueno, Pete, como Betty, deciden ser agentes. Y una vez que se abre la compuerta, sale todo: nuevo trabajo, en nueva ciudad… y con la misma esposa e hija. Como Betty también, este no era el final que esperaba para él personalmente, sin embargo, es tan perfectamente coherente con lo que sabemos de él que me es imposible criticar las decisiones.
Y hablando de personajes con agencia propia, ahí lo tenemos a Don. Este episodio nos hace que nos preguntemos, una vez más, sobre cuáles son sus motivaciones: ¿Don busca la libertad, el rehacerse constantemente, y por eso huye y se desprende de su pasado? ¿O Don se está escapando, con la ansiedad de ser descubierto en sus mentiras y traiciones? La respuesta es probablemente, un poco de ambas. El secreto Dick hace rato que es sabido y en esa difusión Don alcanzó cierto grado de libertad. Pero el secreto sobre como Dick pasó a ser Don es otro tema. Uno con el que Don aun sueña. O que lo lleva a ocultar la cara cuando un veterano podría exponerlo.
Sin embargo, un poco de alcohol y el compartir con otros veteranos las medidas desesperadas que se toman en una situación bélica, hacen que aflore este secreto… sin ninguna consecuencia.
Al contrario: las consecuencias no son por las acciones de Dick, son por las sospechas que despierta Don, con su Cadillac y su dinero. Pero el secreto del estafador es no parecerlo, contrariamente a lo que la población de ese pueblito en el medio de la nada cree. Y es la lección que Don le da a ese proto-Don, que como las series que intentaron copiar este formato, nunca va a ser más que una versión inferior.
Al final del episodio, Don se deshace de lo poco que le queda y lo vemos sonreír por primera vez en mucho tiempo. ¿Es esto lo que Dick/Don buscaba, libertad total de las cosas que lo atan? Veremos. Por ahora lo único que puedo pensar es que el “espíritu libre” es el padre biológico de tres niños a punto de quedar huérfanos de madre…

Algunas observaciones al margen:

  • Si leen los comentarios de este episodio de la prensa internacional, van a encontrar múltiples menciones a la cultura de los “hobos” implícitas en el título y la trama del episodio. Aquí no tenemos una referencia tan clara de esta mezcla de vagabundos y buscavidas, tan de la época de la depresión, por lo que ni me metí en el tema.
    • Dicho esto, podemos encontrar dentro de la serie antecedentes del tema, desde el flashback del hobo que estuvo un tiempo con los Whitman hasta el nombre del episodio The gipsy and the hobo.
    • Podemos pensar en un análogo de otra época en nuestra literatura gauchesca, ya sea el Martin Fierro o Don Segundo Sombra.
  • Aparición de Duck siendo Duck. Hubiese sido divertido un cameo de Peggy cruzándoselo en los pasillos.
  • Pero claro, no hubo ni Peggy, ni Joan, Roger, Ken, Harry… siguen las firmas.
  • Para pensar: con la salida de Pete y la confirmación de que están buscando el reemplazo de Don, solo quedan en McCann Peggy, Roger y Harry. Creemos.
  • No que Betty se fuera a sorprender con su historial, pero tenemos toda una seguidilla de médicos que se niegan a hablarle hasta que su marido esté presente, o hablan de ella como si no estuviese en la habitación.
  • Con los antecedentes de su madre y su abuela, espero que Sally en algún momento de su vida futura se haga un Angelina para prevenir…
  • Entre tanta tristeza, se filtra el chiste sobre Mrs Robinson con respecto a Betty. Si supieran la verdad los compañeritos de facultad…
  • Tuve un momento “final de Lost” creyendo que Don estaba en alguna metáfora del purgatorio. Por suerte, no.
  • Pitch para Mad Men, s08: Don y Henry luchan por la tenencia de Bobby y Gene. Shonda se haría una panzada…

lunes, 4 de mayo de 2015

Comentario: Mad Men 7x12 - Lost Horizon

“Advertising is not a very comfortable place for everyone”


Hay un género de ficción, generalmente más asociado a la comedia que al drama que es “workplace”, de lugar de trabajo. Mad Men siempre lo fue, pero en general no es la primera asociación que nos viene a la mente, con todos los temas existenciales que incluye en el medio. Justamente por eso nos sorprende un poco el foco puesto en los temas de las vidas laborales elegido para esta última serie de episodios, pero no debería: no solo es como las interrelaciones entre todos comenzaron (piensen más allá del “core” de nuestros protagonistas, de donde salieron las ultimas señoras Sterling y Draper), sino que además el personaje de Peggy en particular, discutiblemente “la” protagonista femenina de la serie, está marcado por los devenires de su vida profesional.
Sumemos a esto que los mayores estresores luego de la muerte de un ser querido son cambiar de trabajo y mudarse, así que ni hablemos de hacer ambas cosas. Y vaya si nuestros personajes están estresados…
No hay más que ver la cara de Jim Hobart para saber que no le podemos creer absolutamente nada, y no es que los ex – Sterling Cooper se lo hayan creído, pero creo que tampoco se imaginaban este nivel de… ¿Malicia? ¿Desinterés? ¿Maquiavelismo? Puede ser tácito, como tratar a Don como una estrella pero luego sentarlo en una sala con 20 otras personas con su mismo perfil y cargo; indirecto, como negarle un espacio a Peggy o tratarla como una secretaria; o explícito, como el menosprecio seguido de acoso, seguido de virtual despido de Joan.
Empezando por este último, el arco de Joan es solo comparable con el de Peggy en el nivel de planeamiento y consecuencia lógica del personaje y las cosas que le han sucedido. La admiración estructural no aminora el dolor de verla en esa situación. Joan tuvo que enfrentar desafíos personales y profesionales únicos para llegar a donde llegó en la agencia, solo para verlos derribados de un plumazo. Los varones la disminuyen intencionalmente (Dennis, Ferg, Hobart) o con sus buenas intenciones de caballeros de lustrosa armadura (Don, Roger), pero lo cierto es que su salida es la más temprana de lo que seguramente serán varias salidas en los próximos episodios. De todas  maneras, Joanie tiene una oportunidad más de brillar, inesperadamente, peleando por sus derechos y los de las otras mujeres de McCann, y surge la cuestión de los múltiples feminismos: pueden ser por convicción o pueden ser por necesidad.
Y hablando de feminismos por convicción, la tenemos a Peggy, atrincherada en su pasado antes de saltar a un futuro que se niega a abrirle la puerta, ya sea negándole una oficina y enviándole flores ‘como al resto de las chicas’. Peggy conoce su camino, pero a veces necesita que le den un empujoncito o un momento de reflexión, y es interesante que haya venido de Roger. Las interacciones entre estos dos siempre fueron pocas pero únicas, y si bien los une el quedarse en el pasado, es por motivos diferentes: Peggy necesita un envión para saltar, Roger no quiere saltar. Por el motivo que sea, un poco de Cinzano, un órgano y unos patines redundan en la entrada triunfal de la “new attitude” Peggy a McCann. Esperemos que su actitud y su cuadro erótico heredado de Bert Cooper tengan mejor suerte que Joanie.
Roger intenta recuperar recuerdos positivos de Sterling Cooper, y Peggy lo frena, pero en realidad tanto Peggy como Joan sabrán ahora apreciar hasta qué punto era una agencia de vanguardia, donde el talento y el caradurismo siempre valieron más que un nombre. Tal vez sea Shirley la que ve esto más claro, escudada en la frase que abre este comentario, pero sabiendo que el destino de una mujer negra en McCann todavía tendría que esperar varios años para realizarse…
Y Finalmente lo tenemos a Don, en una historia donde lo simpático de las referencias y simbolismos, desde el chiflete por la ventana de su nueva oficina hasta el parecido de la casa de Diana con su anterior morada en Ossining, no alcanza para justificar su irracionalidad. Si, Don se tiene que ir de ahí y si, el ver a Betty y sus hijos mejor que cuando estaban con él no debe ser un impacto menor, pero esa solución queda como una media tinta, tanto como su “ir al oeste” fue hacia el medio oeste en lugar de California, como solía ser. Aunque no apruebe de la aparición fantasmagórica en esta ocasión, Don tendría que escuchar lo que tiene para decir.
¿Qué sucede las próximas dos semanas? Ni idea. Si es cierto que la imagen promocional de la temporada es Don en su auto, tal como lo vemos en los últimos minutos del episodio. Major Tom se quedó vagando por el espacio y hay que ver si llama a ground control…

Algunas observaciones al margen:
  • La sensación de deja vu con The Other Woman fue fuerte, tanto por la situación de Joan como la de Peggy. Episodio clave de la serie como pocos. “I’m not negotiating”… ya escuchamos eso antes.
  • Jim Hobart alude a Joan heredando su parte en la sociedad... puede que sepa sobre las escapadas de Don, pero claramente se perdió ese episodio clave. 
  • Hablando de Joan… ¿el ofrecimiento de Richard es porque está “conectado”? De Mad Men a los Sopranos sin escalas…
  • Hace rato que vengo diciendo que el personaje más del “futuro”, para bien o mal, es Harry. Insisto, Harry se saltea los 70 y termina directo en los 80…
  • Ninguna salida de las últimas que vimos es definitiva, no descarto volver a ver a todos los personajes, aun los muertos: Ken sigue presente via Dow y Bert se le aparece a Don o vive en su cuadro en la oficina de Peggy.
  • Mi primera conexión fuerte con Mad Men fue a través de la histeria de Betty, tan de libro. Cerrar el círculo con Betty leyendo a Dora no me da más que satisfacciones. Gracias Matthew, es como si supieras.
  • En McCann, los chicos toman Coca Cola y las chicas Tab. La cervecería Miller es la única que conoce el futuro…
  • Los que tuvieron la suerte de ver la expo de Mad Men en el Museum of the Moving Image estarán familiarizados con los “Mood Boards” de Janye Bryant y el equipo de diseño para dar con el tono de los personajes y los ambientes. Lo que le presenta Meredith a Don es exactamente uno de esos boards.




lunes, 27 de abril de 2015

Comentario: Mad Men 7x11 - Time & Life

"You are all fired"

Si en algún momento jugaron con la posibilidad que Mad Men tuviese un final feliz, piensen que la única persona que en este episodio más o menos obtuvo lo que quería fue Lou Avery.
La semana pasada comentaba/me quejaba sobre la falta de “finalidad” que se sentía en este grupito de episodios de Mad Men, como todo parecía más de lo (siempre bueno) mismo. Ingenuo de mi. Claro que había un plan, uno de esos que no nos vemos venir y que nos dejan con la satisfacción de las buenas historias, pero con el gusto amargo de lo que significan para los personajes. 
Y sabemos que hay un plan, porque tantas cosas sueltas que estaban pasando hasta ahora, desde las novedades de Ken hace unas semanas, a el vacío profesional de Joan, las ambiciones de Peggy, el acoso que ambas sufrieron en la reunión con McCann… todo conduce a este episodio, y calculo, a los dos que siguen. 
Cuando todo parecía indicar que, al menos para Don, era inevitable la caída predestinada en la secuencia de títulos, en su lugar los manejos de McCann organizan una especia de “caída hacia arriba”, pero que significa en efecto, una caída de todos modos. Remitiendo a tantas cosas del pasado que seguro se me escapa alguna, la frase más repetida del episodio fue “lo hicimos antes”, y sí, lo hicieron antes, más famosamente en Close the door, have a seat, al final de la temporada 3, pero esta vez, ya no hay nada para hacer. Ni la idea, ni el “pitch” de Don para venderla alcanza. De hecho, Don tiene dos pitches fallando estrepitosamente: la presentación a McCann, y el terrible, amargo anuncio al resto de la agencia. Ni siquiera Meredith está dispuesta a tomar un segundo más de esta pila de mierda. 
Lo que sucede, nos dice Don, no es el final,  es un comienzo. Pero nadie se lo cree. El tema subyacente en todo el episodio es el de legado, el de descendencia, de lo que viene después de ese fin, ya sea para Peggy y ese fantasma que no se va y nunca se va a ir, o a Pete por partida doble/triple, con su historia con Peggy, su “falla” con Tammy y el peso de su linaje de familia. Pero también el de Roger, que contaba con la agencia como la única continuación de su apellido, y el del pobre o afortunado Bert Cooper que no llegó a tener que enfrentar esta realidad. Para Joan, que cuando creía que finalmente estaba haciendo lo que quería y era buena haciendo, se lo sacan claramente de las manos. Y claro, para Don, que “nunca hizo nada” y hasta el desagradable de Lou se da el gusto de refregarle en la cara que él si ha hecho algo. 
Si miran las fotos del elenco de la temporada 1, se van a encontrar con los protagonistas de este episodio: Don, Peggy, Pete, Joan, Ken, Roger… es una historia “de agencia”, pero la agencia es su vida, y no es casual que este grupo volvamos. La sensación de final es fuerte, fuertísima, y por primera vez se siente de esa manera. Ni divorcios, muertes o despedidas tuvieron el impacto que tienen los desarrollos de estos 45 minutos. Como el personal de Sterling Cooper, sabemos, que no importan lo que nos digan, que llegó el final. Creo que todos necesitamos un trago. 


Algunas observaciones al margen:

  • El título del episodio es tan polisémico que no me alcanzan los caracteres. Irónico que se vayan justo cuando en el 2015 pusieron una representación de Don en la puerta.
  • ¿Qué tan atrás viene esta historia? Aparte de lo obvio (la creación de SCDP), recuerden la historia de Betty como modelo de Coca Cola. Jim Hobart estaba detrás de eso para llevar a Don a McCann. La mención de Coca Cola a Don en la mesa de conferencias no es casual
  • Hablando de SCDP, en una forma de enferma ironía, el episodio está dirigido (impecablemente) por Jared Harris, Lane Pryce. 
  • Podría escribir una nota igual de larga solamente sobre el momento de “darse cuenta” de Peggy. Me conformo con decir qué satisfactorio que me pareció que la circularidad remitiera a Pete (que tiene un momento de caballerosidad inesperado) y a la amistad de Peggy y Stan.
  • Tal vez Joan finalmente haya encontrado algo bueno en su vida. Tal vez.
  • Harry… bueno, los mercenarios siempre encuentran la oportunidad en el rio revuelto, no?
  • Confirmamos que Marie Calvet corrió a los brazos de Roger, efectivamente. El diálogo de Roger y Don al respecto no tiene precio. Más callbacks al pasado de la serie…
  • Más allá de su enganche temático con el resto del episodio, toda la historia de Pete y Trudy es la definición misma de “White people problems
  • Dos episodios más. Mozo, make it a double. 



lunes, 20 de abril de 2015

Comentario: Mad Men 7x10 - The Forecast

“This conversation is a little too late… and so am I”
Casi toda serie “de prestigio” intenta en algún momento hacer episodios temáticos, donde todas las historias convergen de algún modo en un tema, o un grupo de temas centrales, mas o menos explícitos. Mad Men en su mejor momento lo hace de manera mas elíptica, dejando afuera la citación clara de dicho tema, y en momentos de mayor debilidad (estoy pensando en la temporada 5) por momentos tirándonoslos por la cabeza.
Este episodio podríamos decir que cae en la segunda categoría, con dos temas dando vueltas en las historias de todos los personajes: los planes y deseos para el futuro (con sus consecuentes posibilidades de realización reales) y las relaciones inapropiadas, en parte tematizadas por las referencias a Peter Pan, que oportunamente es el cliente a satisfacer en la historia. En otro momento histórico de la serie, tal vez me hubiese molestado esta obviedad, pero también repasemos que es lo que se espera de los episodios finales de una serie: se espera que cierren las historias de nuestros personajes, en los que hemos invertido tanto tiempo, y podamos tener un atisbo de su futuro, y esperamos suficientes recursos de narración circular que nos lleven al principio, y nos permitan rever, o al menos poner en contexto, situaciones y personajes del pasado. Eso es lo que el primer episodio de este ultimo grupo hizo tan bien con Rachel, y el motivo por el que mucha gente se decepciono con el de la semana pasada, donde Diana parecía abrir en lugar de cerrar, y realmente no esta en la lista de deseos de nadie saber que es de la vida de Sylvia Rosen.
Entonces, en base a un McGuffin argumental que tiene que ver con una convención de McCann y la necesidad de Roger de expresar “el futuro de la compañía” , Don se tiene que poner de cara al futuro, y del mismo modo que le viene sucediendo en los últimos pasados, solo encuentra vacío. El vacío al que cae el hombrecito de la presentación del programa probablemente no sea la obvia muerte por caída que muchos quieren ver desde la s01, sino el terrible vacío existencial de esta gente que “no hizo nada”. Don tiene tal laguna que no duda en intentar, infructuosamente, sacarle ideas a Peggy (que si tiene un plan: ser Don, para horror de Mr Draper, pero que como siempre, la falla de comunicación entre ambos termina en malentendido. Don, no mires mas allá: Peggy ES el futuro) Ted, o hasta al mismo Mathis (que claramente no entiende nada, y sea cual sea su plan, nunca nos enteraremos. Si lo volvemos a ver será por ser concuñado de Peggy…). Es que ridículos o forzados (Sally Draper tiene un mission statement a prueba de balas: escaparse de sus padres, aunque como bien le dice Don en uno de los pocos momentos de claridad del episodio, ella ya “los lleva adentro”), todos tienen planes o por lo menos deseos: ser felices en el amor, un destino profesional, o vender una idea a Hanna-Barbera (hola Lou!). Todos menos Don, claro, que de todas maneras tiene tanta suerte que su único cortoplacista plan, vender el departamento, se cumple a pesar de lo negativo del pronostico del titulo.
Otra cosa que le sigue saliendo bien a pesar suyo a Don es resultar atractivo a las mujeres, aun cuando estas tengan la edad de Sally… y Sally este presente, teniendo que en un par de amargos días ver a ambos de sus padres ser el blanco de avances muy poco apropiados de gente mucho menor. Para Betty claro, se trata de Glenn Bishop, y a esto me refería con el llamado al pasado. Glenn, por nepotismo o no (el actor es el hijo de Matthew Weiner, después de todo), ha sido una presencia continua en la serie que se remonta al principio y que se ve reflejado en ese momento poco apropiado y malentendido (?) con Betty. Pero Betty ya no es una mujer-niña como lo fue en su momento (por lo menos no tanto como lo era en la s01) y sorprendiendo a todos, Glenn incluido, se le niega a su avance. El triángulo Sally/Betty/Glenn es tan rico, y tan complicado, y por supuesto no puede tener un final feliz, pero revisitarlo es lo menos que se podía esperar estos episodios. Al menos Betty tiene un segundo momento de lucidez (el primero fue rechazar a Glenn desde un lugar de cariño en lugar de uno de nena petulante), reconsiderando los “juegos de guerra” en todos sus sentidos.
Claro que la temática Peter Pan no se queda en la marca y los encuentros de Don y Betty nada mas: la que busca el amor es Joan, y casi por casualidad parece encontrarlo, pero con una larga lista de “peros”. Para empezar la diferencia de edad (algo que esta establecido como característica del personaje, de todos modos), pero también Richard, su nuevo candidato, tiene hijos grandes y no quiere volver sobre sus pasos (al tiempo que su “disfrutar la vida” es medio peterpanesco, y su plan, no tener planes), y Joan, dentro de su horror,  no puede dejar de ver como Kevin le resulta un obstáculo. La aparente rápida resolución de este conflicto espero que sea el primero de varios segmentos al respecto, porque si no me quedaría como algo forzado solo para tirarle un hueso a Joan. Pongo unos porotos a alguna posibilidad de conflicto Joan/Roger/Marie/Richard. 
Aun con algunos pasos que no cierran al 100%, y volviendo a las expectativas de “futuro/pasado”, creo que el episodio mas que las cumple, mientras tenemos un ojo en lo poco que nos queda por delante.

Algunas observaciones al margen:

  • El comentario de Mathis sobre Lee Garner Jr nos hace reconsiderar (llamada al pasado!) la triste circunstancia del despido de Sal. Me pregunto si Don (que tenia motivos para estar pensando en otra cosa) pensó en lo mismo o solo fue una perlita para los televidentes. 
  • Las referencias literarias del episodio son, como ya dijimos, a Peter Pan, pero hay mas.
  • En la forma de referencias televisivas!
    • El look de Glenn y de la baby sitter de Joan remiten directamente a The Brady Bunch, en su apogeo en 1970, y el programa que Bobby quiere ver antes de irse a la cama.
    • El look de Betty es completamente el de Samantha Stevens, nuestra brua favorita de Hechizada, y la escena en la cocina con Sally (una de las mejores de ambas, me encanta cuando en su relación amor/odio encuentran cierto humor) tuvo definitivas vibraciones Samantha/Tabitha.
    • Recordemos también que Darrin en Hechizada era un ejecutivo de agencia de publicidad en los 60. Nos  faltaría Endora en este escenario nada mas.
  • Así que eso es lo que hicieron con “aun con contrato” Lou. Me pregunto si Jim Cutler esta también por ahí.
  • El mini conflicto entre Peggy y Pete pide a los gritos una resolución mas profunda de la relación de esos dos. 
  • Hacer análisis de vestuario es mejor dejárselo a los profesionales, pero es digno de mencionar que nuestras leading ladies (Peggy, Joan y Betty) nunca se vieron mejor, mientras que los leading men (Don y su pelo largo, los bigotes, la pelada de Pete, el “leisure suit” de Richard) no la están pasando tan bien. 
  • La canción de cierre es “The first time ever I saw your face” de Roberta Flack, mega éxito de principio de los setenta. No me decido del todo como se relaciona temáticamente con el episodio mas que en lo cronológico. 
  • El intercambio entre Betty y Sally que abre este comentario es mi favorito, pero el “por que no escribís tus sueños en un papel así me cago en ellos” de Peggy a Don es una de las mejores interacciones que han tenido… y probablemente sus interacciones sean las mejores de toda la serie.