Yo no se ustedes, pero tengo una gran curiosidad por la televisión israelí. No porque haya visto ninguno de sus programas, pero si nos vamos a guiar por las adaptaciones norteamericanas de los mismos, algo entre manos se traen.
Si alguna vez vieron In Treatment, algo ya saben de las innovaciones tanto formales como argumentales que trae, así como un tratamiento de los personajes al que no estamos acostumbrados. Algo de mirar demasiado de cerca hasta que se ven todas las imperfecciones.
¿Y a qué viene esto? Bueno, Homeland, la serie de la cadena Showtime universalmente alabada y considerada el mejor estreno del año en la TV de EE.UU es una adaptación de una serie israelí, igual que In Treatment.
Claro, las similitudes casi diría que se acaban ahí. Homeland es una de espías. De espías siglo XXI claro, de los después del 9/11/2001.
Hay mucho de lo que desconfiar en Homeland, desde el tratamiento que Hollywood en general le da a los temas de la guerra en Medio Oriente, a los productores ejecutivos de la serie, con pedigree de 24, cuya característica principal claramente no fue la sutileza. Y sin embargo, y salvo por algunos muy leves traspiés, la clave de los 12 tensos episodios de la serie es nunca caer en la expectativa del público. Es más, hasta me animaría a decir que en alguna mesa de guionistas la idea siempre fue manipular en la dirección opuesta de la expectativa del público.
El argumento parte de un personaje y una situación: Carrie Mathison es una agente de la CIA que se mandó una metida de pata en Baghdad y varias en su vida personal/profesional (peligrosamente entrecruzadas) y está de vuelta en Washington. Lo último que supo antes que la mandaran de vuelta es que una célula terrorista “dió vuelta” a un prisionero de guerra. Al tiempo, es “milagrosamente” rescatado un prisionero que había desaparecido hace ocho años, Nicholas Brody. Carrie tiene la certeza de que es la persona de la cual le habían hablado.
Claro, Carrie, como se nos muestra todo el tiempo, es casi sobrenaturalmente buena en lo suyo. Pero también se nos muestra que está medicada... con anti psicóticos. Entonces la certeza, ¿es profesionalismo o síntoma?.
Brody por otro lado, no hace nada para que dejemos de sospechar de él. Pero puede estar ocultando algo, o puede estar mostrando las secuelas de ocho años secuestrado y volver para encontrar que sus hijos ya son grandes y que es muy probable que su esposa tenga de amante a su colega marine y (hasta entonces) mejor amigo.
Carrie y Brody van a bailar un tenso tango en 12 episodios, rodeados por la confundida esposa de Brody; el mentor de Carrie, Saul y un director de la CIA que refuerza todas las desconfianzas que uno puede tener de alguien cuya carta de presentación es... ser director de la CIA.
Sin adelantar mucho más de la trama, digamos que nadie mantiene la distancia que debería, que en algún motivo desconfiamos de las motivaciones de todos, que no hay nada tal como “libre de pecado”, que probablemente lo que pensamos que es una posible amenaza sean dos... o tres.
Puede que suene como “otra de espías” y tengo que confesar que en lo personal, no es un género que me interese demasiado, pero el sostén más allá de lo meramente argumental son los personajes.
En primer lugar Carrie, con una Claire Danes jugada en un papel muy poco glamoroso y aun menos querible. Carrie es multi dimensional: volcada al profesionalismo, pero vacía en lo personal y dolorosamente consciente de ello. Que oculta su enfermedad en complicidad con su hermana psiquiatra, pero con la que tiene una relación más de rival que de aliada. Que adora el jazz y de vez en cuando se tira una anónima canita al aire haciéndose pasar por casada. Danes es buena, pero los asesores psiquiátricos de los guionistas son los que saben lo que están haciendo: todas esas cositas que parecen aleatorias, si agarran un manual, van a ver que son claros síntomas de algo más complicado. Queremos simpatizar con la heroína, pero nos da miedo pensar que pasa si simplemente... está loca, por falta de una nomenclatura más sutil.
Damian Lewis es Brody, el marine rescatado, que puede estar ocultando algo o simplemente estar dañado más allá de lo reparable, en el centro de una tormenta mediática y política, cornudo consciente y que en las instancias finales muestra todos los conflictos y ambivalencias que los estereotipos ficticios de “el heroe” o “el terrorista” suelen carecer. Detrás de Brody, está Jessica, una impecable Morena Baccarin, a kilómetros de su villana en V, como esa esposa que creyó a su marido muerto y que ahora le reaparece cuando estaba empezando a reconstruir su vida.
Y finalmente está Saul, Mandy Patinkin jugando a una cara de poker que creemos oculta algo, o que simplemente se ha mimetizado hasta tal punto con su trabajo, que “eso” es su persona.
De más está decir que ninguno de ellos la está pasando bien, y si la pasan bien, las consecuencias son terribles. Lo cierto es que estos actores van a ganar todo premio a la actuación existente, y va a ser completamente merecido.
Argumentalmente, los recursos son distintos de lo que estamos acostumbrados y sin miedo a experimentar: hay un crescendo de episodios y episodios, y un clímax anticlimático; vueltas de tuerca que no son las esperables y un par de volantazos inesperados. No todo funciona, pero vale el intento.
Probablemente lo mas discutible de la serie, desde nuestro lugar en el mundo, son los aspectos políticos. La serie es crítica del sistema, pero tiene puesta las barras y estrellas en todas partes, y del mismo modo que un vicepresidente es un frío calculador capaz de cualquier cosa con lograr sus objetivos, un director de la CIA cuando se le sugiere que torturen a un prisionero por una confesión dice “aquí no hacemos eso”. La suspensión del descreimiento en realidad en este caso tendría que ser una “suspensión de la ideología” para disfrutar sin querer romper la tele.
Homeland acaba de terminar su primer temporada, y fue renovada para una segunda. El final deja puertas abiertas, pero también cierra algunas muy importantes, por lo que hay que ver como se las ingenian para continuarla sin caer en los mágicos regresos de Jack Bauer en cada temporada de 24.
Mírenla, luego la debatimos: parte de la gracia está justamente en debatirla, ya sea en lo cinematográfico, en lo político, en los psiquiátrico o en lo moral. Y cualquier cosa capaz de general ese tipo de debate, es bienvenida.
Interesante tu crítica. Me encantó la parte "un director de la CIA que refuerza todas las desconfianzas que uno puede tener de alguien cuya carta de presentación es... ser director de la CIA" jajaja
ResponderBorrarSaludos, y estamos en seriesdebolsillo.com
-L
Realmente no sé bien qué miran en Israel, pero sé con certeza que la tele pasa mucho producto de Cris Morena y que los Teen Angels allá la rompen. Quizás series como esta son una respuesta a tanto corazón con agujeritos.
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