De qué hablamos cuando hablamos de Almodóvar
Empecemos aclarando nuestros términos. Este es un diálogo que vengo manteniendo con diferente gente desde hace un tiempo, pero creo que ahora más que nunca, tras ver La piel que habito y tratar de ubicarla en el ‘Pedrómetro’, se hace necesario. Si tuviéramos, por algún motivo, como montones de críticos, profesionales y amateurs, que encasillar la obra de Almodóvar en alguno de estos comportamientos estancos, ¿en cuál lo haríamos?. Busquemos definiciones. Qué dice Wikipedia al respecto:
- La tragedia es una forma dramática cuyos personajes protagónicos se ven enfrentados de manera misteriosa, inexpugnable e inevitable contra el destino o los dioses, moviéndose casi siempre hacia un desenlace fatal por una fuerza ciega, la fatalidad, el sino, el hado o fatum, en anunciado siempre por diversos oráculos.
- Una farsa es un tipo de obra teatral cuya estructura y trama están basadas en situaciones en que los personajes se comportan de manera extravagante y extraña, aunque por lo general mantienen una cuota de credibilidad.
- La comedia es una rama del género dramático que se caracteriza porque sus personajes protagonistas se ven enfrentados a las dificultades de la vida cotidiana y por eso ellos enfrentan las dificultades haciendo reír a las personas o a su "público", movidos por sus propios defectos hacia desenlaces felices donde se hace escarnio de la debilidad humana.
Como la mayoría del mundo, nos familiarizamos con la obra de Pedro Almodóvar hace ya como 25 años, con esa obra icónica que es Mujeres al borde de un ataque de nervios. Mujeres es, y esto también podría ser discutido de así quererlo, una comedia. Abiertamente una comedia: “porque sus personajes protagonistas se ven enfrentados a las dificultades de la vida cotidiana y por eso ellos enfrentan las dificultades haciendo reír a las personas”.
Entonces sucedió que la asociación Almodóvar-Comedia quedó hecha, y en esa clave se leyó mucha de su obra posterior (y anterior) durante años. El problema es, sólo alguna de las películas más tempranas y anteriores a ésta fueron comedias. Las que siguieron, con mayor o menor éxito, fueron, en el mejor de los casos, farsas. Claro que podíamos reírnos si así lo queríamos, pero nunca fue el objetivo principal.
Y varios años más tarde llegó La flor de mi secreto, y muchos quedaron tambaleando, intentando encasillar lo inclasificable. ‘Melodrama’, dijeron algunos, ‘folletín’ dijeron otros, con toda la carga peyorativa que esas dos definiciones incluían. Y luego, para el segundo boom comercial, Todo sobre mi madre, Douglas Sirk empezaron a decir, Pedro está homenajeando a las las ‘películas de mujeres’ de los años 50, nuevamente sin reparar en lo peyorativo del nombre mismo.
No, las películas de Almodóvar desde 1995 en adelante son tragedias propiamente dichas, que se fueron perfeccionando a través del tiempo, pero a las que les faltaba el toque que las podría justamente en ese lugar: la intervención de los dioses.
Jugando a ser Dios.
Robert, el protagonista de La piel que habito, interpretado por Antonio Banderas en su papel más interesante en décadas que no sea un gato animado, está jugando a ser dios. Ni más ni menos. No al Dios judeo cristiano, si a un dios como los de la tradición grecoromana: caprichoso, menor, vengativo, que abusa de su poder. Vuelvan a leer la definición de tragedia. Piensen en las tragedias. Cada vez que un dios interviene en el mundo de los humanos, nada bueno puede pasar. Es un dios que busca “intervenir” los seres humanos para ¿mejorarlos?, un dios que busca venganza, un dios que desoye y como consecuencia altera su vida y la de todos los que toca.
Claro, aquí es donde empiezan nuestras disonancias cognitivas, porque Almodóvar sigue en la línea de hiper realismo que viene perfeccionando desde hace ya algunos años, entonces tratamos de poner en el mundo real asuntos de los dioses, y nos parece que algo no funciona. Y nos extrañamos y sonreímos como en una farsa, o intentamos reírnos como en una comedia, cuando no se trata de ninguna de ambas. Lo que cambió desde Sófocles a Woody Allen es la audiencia y como está dispuesta a leer los simbolismos. Si tuviésemos un coro comentando sobre las acciones de Robert, Vera y Marilia tal vez estaríamos más dispuestos a leerla como la tragedia que es. Pero si un hombre mata a otro y en ese momento se revela su vínculo de hermanos, y los colores del fondo están saturados, pensamos teleteatro, no tragedia.
Cine de arte que habla de arte.
Claro que Pedro encuentra sus propios recursos para avisarnos que estamos viendo una tragedia, a su manera. No coloca un coro, pero coloca a Marisa Paredes. Marisa, que su rostro mismo ES la tragedia. Mirando la película no pude evitar recordar esa escena casi al final de Todo sobre mi madre en que el personaje de Marisa está ensayando Yerma. La tragedia en su ámbito natural, el teatro. Esa escena dentro de la escena ES la tragedia. Y a esta altura tenemos que estar preparados para saber que si Marisa Paredes es parte del film, eso es lo que estamos viendo.
Y como siempre, y por más que probablemente odie que se lo defina así, Pedro es un cineasta posmoderno, entonces nos intenta disimular con un guiño de suspense lo que sería una referencia directa a Electra o a Edipo mismo. Y deja que que miles de críticos piensen en los clásicos del cine que estará destilando cuando en realidad nos está abiertamente refiriendo a David Lynch.
El Pedro de los últimos años es uno que aprendió a filmar bellamente, y pareciera estar reciclando algunas de sus ideas para que se vean mejor que antes. Por eso la autoreferencialidad por momentos hasta agota: la premisa básica de Atame!, muchos detalles que no voy a revelar pero que remiten directamente a La ley del deseo, la venganza de Carne Trémula, el regreso de Volver... Una cosa es tener estilo, otra es quedarse con la sensación de “esto ya lo vi”.
Pero ese es mi lado cínico analizando el “bellamente”. También tenemos una dirección de arte clinicamente perfecta (nunca más adecuado el “clinicamente”), delicadamente fotografiada, y una exposición de cosas maravillosas, desde el paisaje de Toledo a las obras de arte que cubren las paredes de la casa de Robert (todas perfectamente en sintonía con la historia), las referencias a la obra de Luoise Bourgeois (completamente solidarias al argumento) y a la maravillosa música de Alberto Iglesias y Concha Buika ocupando el lugar que alguna vez tuvieron Caetano, Luz o Chavela.
Hay también un abuso de ciertos recursos, como el extenso flashback que nos cuenta la “verdadera historia” de lo que estamos viendo. Esta es la estructura de Carne Trémula, de Hable con ella, de La mala educación, de Los abrazos rotos. Si, es estilo del autor, pero también nos remite al “ya lo vi” de más arriba.
La referencia circular es la de una fórmula que remite a si misma, y por lo tanto imposible de resolver. En muchos aspectos, La piel que habito es una película que remite a fórmulas que se remiten a si mismas, y por tanto algo se pierde de la resolución
Pero... ¿es una tragedia, o simplemente trágica?
Si estuviésemos comentando tragedias, si tuviese las herramientas para realmente comentar una tragedia, probablemente concluiría que no cumple con algunos requisitos mínimos. Pensar en tragedia nos da elementos para acercarnos al film, pero como decía más arriba, cuando hacemos un desvío por el teleteatro, algunas premisas básicas se caen. Lo que le pasa (lo que nos pasa) a muchos en la audiencia es que nos gustaría que hubiese menos posmodernidad y mas definiciones. Que las comedias fueran comedias; las farsas, farsas; y las tragedias, tragedias. Cuando ponemos en la licuadora teatro clásico, 100 años de la historia del cine, y una voz tan personal como la de Almodóvar algunas cosas no podemos evitar que nos suenen a pastiche, y entonces vamos al análisis, al descomponer por partes, para rescatar todo lo que nos gusta (que es mucho) y poder poner momentareamente en un costado lo que nos gusta menos, o directamente no nos gusta.
En conclusión, no es LA película, ni siquiera de las mejores películas de Almodóvar que hemos visto. Pero como sucede con la obra de Woody Allen, a quien mencionaba más arriba, como otro referente que flirtea con los géneros clásicos, sigue siendo mejor que la gran mayoría del cine que se estrena, y por tanto merece ser vista.
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