Cuando el deseo se transforma en una
enfermedad, en lugar de un placer; y la culpa es una necesidad, que tenemos que
destruir.
Hace unos días,
a colación de la publicación del diagnóstico de la enfermedad de la presidenta, la escritora
Claudia Piñeiro recomendó volver a leer el libro de Susan Sontag “La enfermedad y sus metáforas”. El texto
de Sontag, escrito en 1978 y revisado más tarde (1988) con el agregado de “El SIDA y sus metáforas” trata
principalmente de cómo se habla de las enfermedades como el cáncer y el SIDA; para qué son usadas por ciertos autores y qué dicen sobre esos autores el uso que se les da.
El álbum Infected de The The salió en 1986, y si
bien es difícil saber si está hablando directamente de la pandemia o no, sin
lugar a dudas está teñido del espíritu de la época. La canción homónima, a la
cual pertenece la cita más arriba, juega con la doble metáfora de el amor como
enfermedad o el amor (y el sexo) como infecciones en sí, y podría ser un ejemplo de análisis para
Sontag en su libro. El resultado es desesperado e inquietante, como lo es todo Infected. El “espíritu de la época” también
era el bombardeo de EE.UU a Libia y el thatcherismo fuera de control en Inglaterra,
por lo que se pueden imaginar que estamos hablando de una obra densa y
complicada, nunca neutral y terriblemente pesimista. Hay quienes consideran a
este tour de force de Matt Johnson
como un disco depresivo o hasta un precursor del emo. No es así: Johnson no está
deprimido, está enojado, muy enojado.
Y no hace
falta leer las letras para entender el estado de ánimo del compositor/cantante/músico/productor
(a los fines prácticos The The es Matt Johnson): musicalmente el disco
es una montaña rusa, desde la furia hiperactiva de la canción titulo que abre
el disco hasta la bipolaridad del alienado personaje de Twilight of a Champion, culminando en el pacto con el diablo en The Mercy Beat. De hecho, esta última,
que cierra el álbum, funciona como una obra en cuatro tiempos: el hombre
deprimido, la euforia tras el pacto, las funestas consecuencias y el alivio por
triunfo contra el mal. Todo esto, de nuevo, se ESCUCHA, sin necesidad de leerlo
(aunque el efecto es doble si también se lo lee).
Voy a hacer que el pequeño Lucifer se vuelva
corriendo al purgatorio, con la cola entre las piernas. Le voy a enseñar una lección
que no se va a olvidar. Los buitres y los cuervos están preparando algunas lápidas,
pero no se van a comer la carne de mis huesos.
Infected es ambicioso, tal vez demasiado, nuevamente
reflejando el espíritu de la época: los excesivos ochentas. Es un disco mayormente electrónico pero del
que participaron 60 músicos; experimental pero increíblemente accesible; con
letras de manifiesto y al mismo tiempo festivo. Bipolar, digamos. La muestra más
clara es la canción Heartland, la más
dulce y “pop” del disco, que nombra uno a uno los desastres que el liberalismo
thatcheriano hizo sobre Inglaterra. ¿Qué tan pop y dulce? Bueno, probablemente
conozcan la canción porque una marca de shampoo la uso para promocionar su
producto en Argentina. Alguien claramente no leyó la letra:
Este es el lugar donde los jubilados son
violados y nuestros corazones fueron desconectados del estado benefactor. Que
los pobres tomen leche mientras los ricos comen miel, que los vagabundos cuenten
sus plegarias mientras ellos cuentan el dinero.
Pero bueno,
eso ya eran los 90 en Argentina, y no nos preocupaban esas cosas… hasta que nos
dimos cuenta que con diez años de atraso, pero estábamos pasando por lo mismo.
Del disco
se extrajeron cuatro cortes: las ya mencionadas Heartland e Infected, más
Slow Train to Dawn, donde participa una jovencísima Neneh Cherry antes
de su carrera solista y Sweet Bird of
Truth que muy cabalmente da cuenta de que a nadie le interesaba que estas
canciones fueran “hits”, ya que es básicamente inirradiable.
Aparte de
la exageración musical, la obra se completa con una exageración visual: el retorcido
arte de tapa original del álbum y todos los singles a cargo del historietista
Andy Dog, hermano de Johnson, y un “video movie” que contiene un clip por cada canción
del disco, dirigidos por Tim Pope, famoso por sus lisérgicas colaboraciones con
The Cure.
No puedo más
que recomendar este disco, que además, contrariamente a lo que sucede con
tantos otros, de antes y de ahora, tiene que escucharse completo y en secuencia
para recibir el efecto completo. No es un álbum “conceptual” en el sentido de
hablar de un solo tema, pero es un “álbum concepto” que funciona como un todo.
Escuchen, luego lean las letras, y finalmente, intoxíquense un poco y vean los
videos. No volverán a ser los mismos.
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