Cuando un
artista muere y hay una muestra de dolor colectiva, aparecen enseguida los detractores
de siempre, criticando simplemente porque ellos no sienten nada más que cierta
curiosidad por el dolor ajeno. Se les suele retrucar con un “ya te va a pasar a
vos que se te muera alguien que te gusta/admirás/te marcó”.
Ayer yo fui
uno de los que sintió el dolor, casi inexplicable, pero poderosísimo, por la
muerte de Luis Alberto Spinetta. Me gusta Luis y su obra, desde hace muchos
años, pero nunca fui ‘fan’ ni seguí toda su extensa y muy diversa obra, como si
lo es por ejemplo mi hermana Marcela. Y debe ser por este último dato que Luis
y su música forman parte de mi vida desde que tengo memoria.
No voy a
intentar hacer una elegía ni recorrer una obra para la cual no tengo herramientas
con que escribir. Simplemente me voy a focalizar en una ventanita de tiempo en
la cual Luis entró en mi vida, y claramente por los sentimientos que se me
despertaron ayer, nunca se fue.
Me pasó,
como seguramente le va a pasar a muchos de los que se acerquen a su trabajo
ahora por primera vez (y me resulta tan extraño que haya gente que no sepa quién
es, o no conozca aunque sea algo) que la barrera de entrada es altísima: hablar
de Luis es hablar de poesía, y nunca de la poesía obvia o fácil. Es la poesía que
requiere abrir los sentimientos y el cerebro para que llegue. Y también es
hablar de diversidad musical, y muchas veces de complejidad musical que deja un
sentimiento de perplejidad. Y finalmente está la voz, la vocecita que a muchos
los enerva hasta lo irracional y a otros simplemente los conmueve hasta las lágrimas.
También, por aquella época de mi temprana adolescencia, aun como me sucede hoy,
los fans ciegos de cualquier cosa me dan un poco de miedo y rechazo, y me
posicionan mal hacia el artista aunque no sea responsable por la salud mental
de sus seguidores (algún día escribiré algo sobre los fans enfermos…).
Mi
acercamiento personal fue indirecto: desde que descubrí lo que era un
sintetizador, me obsesioné con ellos, y con los músicos que los usan, en
general, los tecladistas. Una curiosidad que trasciende géneros musicales,
nacionalidades, épocas. Y Spinetta siempre estuvo rodeado de músicos increíbles,
siendo los tecladistas no una excepción, especialmente en la época de Jade:
Juan del Barrio, Diego Rappoport, Lito Vitale y particularmente uno de mis
favoritos: Leo Sujatovich. Empecé a escuchar a Jade por esto, e indirectamente
me metí en la carrera de Luis.
El fin de
los setenta y principio de los ochenta fue una época complicada, el críptico jazz-rock
se había filtrado entre los músicos argentinos, y mucho del material era
innecesariamente complicado y difícil al oído. Luis había grabado su muy mal
recibido disco en inglés, y la misma complejidad de Jade fue bienvenida por los
hermenautas fans como un regreso al Luis “difícil” que tanto les gustaba.
Pero Luis,
que ya trabajaba en casi independencia en esa época, tenía también una carrera paralela, una
carrera solista. Fue entonces como en 1982 salieron dos discos, muy distintos y
con una recepción muy dispar: Kamikaze
y Mondo di Cromo.
Kamikaze es un disco único. Si alguien viene y me pide
que le recomiende de la nada un disco para escuchar ya de Luis, no dudaría
en decirle que sea Kamikaze. Una colección
de canciones, algunas de ellas muy viejas, en un formato despojado: voz,
guitarra y algunos pianos (cuando hace poco falleció Rapopport, muchos
recordaron su imprescindible aporte en este disco). El efecto es hipnótico y
conmovedor, pudiéndose apreciar una claridad en la voz única, y con esa
claridad, entender cada una de las bellas palabras de sus letras. Es en este
disco donde está la que mi entender es LA canción de Luis Barro tal vez (Zamba), una zamba tan sencilla como compleja, que
tuvo su destino lógico final en la voz de Mercedes Sosa, aquella de “si no
canto lo que siento/me voy a morir por dentro”.
Kamikaze, un disco que lógicamente tendría que ser “menor”
por su naturaleza de proyecto alternativo, fue y es uno de los mejor recibidos
de su carrera. En una inolvidable presentación en el estadio Obras, Luis se cayó
de la tarima donde estaba tocando, ante el estupor de su público. Recuerdo que
mi prima Ana Maria estaba ahí, y repetimos nosotros el estupor ante su relato.
El otro
disco que salió este año, decíamos, fue Mondo
di Cromo… y la recepción no pudo ser más polarizada. Por un lado, este
disco, casi pop y new wave, fue destrozado por los seguidores de Spinetta ‘serio’;
pero al mismo tiempo, en este momento post-Malvinas, el inmediatamente
accesible hit del disco, No te alejes
tanto de mi fue una constante radial y hubo un acercamiento a un gran público
que exasperó a los tradicionalistas. Algunos hasta entraron en una actitud
apologista, atribuyendo un gesto irónico donde no lo había, en lugar de
entenderlo como lo que era: una manifestación más de un artista multifacético,
que solamente quería grabar algunas buenas canciones inmediatas y ayudar a que
se acercaran al público.
Si este
movimiento fue mal recibido, nada nos preparaba para lo que estaba por venir.
Luego de una tregua con el bello Bajo
Belgrano, Spinetta Jade sacaba Madre
en años luz, un disco que es básicamente un álbum electrónico, basado en la
relación amorosa de Luis con su máquina de ritmo Oberheim DMX.
La culpable de todo |
Admitidamente es
un disco difícil al oído, pero la reacción negativa no fue tanto hacia sus (bellas)
canciones, si no hacia la elección de instrumentación. Algunos exagerados
hablaron de traición, simplemente porque un artista que pasó toda su carrera
experimentando lo hacía ahora con una tecnología que se percibía como del “enemigo”
que osaba bailar de vez en cuando (memoria selectiva de algunos, preferían también ignorar que ya Kamikaze contenía percusion electronica). Para rematarla, Luis regrabó las voces de la
canción Camafeo como un jingle para la recién nacida Rock & Pop. Cuando le
preguntaron al respecto, su respuesta fue brutalmente honesta: si Andrés
Calamaro o La Torre podían hacerlo, apoyando a una radio que a su vez los
apoyaba como artistas, por qué no él?
El disco
que le siguió fue una continuación lógica de Madre…, Privé. Ya
abiertamente como solista, seguía en la misma experimentación sonora, agregando
samplers a la percusión electrónica, y dejando la semilla en El mono tremendo de lo que serian los
herederos de sangre de su legado: los Kuriaky y A tirador laser.
La presentación
de Privé fue la segunda vez que lo vi
a Luis (la primera fue uno de aquellos recordados conciertos gratuitos en
Barrancas de Belgrano), y la escala marcaba la espalda que le estaba dando
cierto público: ya no Obras, si no el pub Shams. Aun alumno de secundario, me acerque desde mi
lejano Lanús con una amiga a disfrutar de un concierto intimista, donde un Luis
relajado alternaba su criticado momento “techno” con sus clásicos, que un grupo
de necios se estaban perdiendo en su fundamentalismo.
La carrera
de Luis obviamente siguió, mis gustos viraron en otras direcciones, pero nunca perdí
ni mi gusto por esos años ni mi admiración y respeto hacia su figura. Aun hoy, Kamikaze esta en alta rotación en mi
iPod, y sonrío con La aventura de la
abeja reina y me permito un lagrimón con Barro tal vez.
Gus, me gusta mucho tu publicación. Todo lo que contás describe plenamente todo lo que yo viví, y aún vivo con la obra del enorme "Flaco"... Kamikaze, para mi es un disco lleno de belleza, me transporta a otro tiempo y a otro lugar. Mi album favorito de Luis creo que fue, y siempre será, Tester de Violencia... tal vez no pueda decir por que. Me llega de una manera especial; es que sus letras son muy especiales también. Su poesía es única. A decir verdad, yo también suelo transitar por otros caminos en lo que a música se refiere, y no está nada mal, porque en definitiva uno también es lo que escucha. Igualmente desde muy chico, o adolescente quizás, seguí siempre de cerca su arte; su hermosa música y también su maravillosa e inigualable manera de interpretarla. Pero en el caso del "Flaco", su arte también era el, porque lo irradiaba en cada entrevista, en cada charla, en cada gesto... Cada disco que compraba a medida que pasaban los años, era acercarme a un universo distinto al anterior... Quizás porque "mañana es mejor", como solía decir él. Más acá en el tiempo tuve la suerte de estar en aquel concierto inolvidable de Spinetta y Las Bandas Eternas en Vélez... Esa fue, pese a haberlo seguido por tantos años, la primera, y paradójicamente, la última vez que lo vi en vivo. Y que vez... 40 años de carrera de golpe y encima de todos. Fue como un enorme regalo para mi. Todo lo que sentí esa noche es algo que llevaré conmigo siempre. Y desde ahora en adelante será más eterno que nunca.
ResponderBorrarGracias, un abrazo.