miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un final felíz para los amigos: Friends, Happy Endings y otras series con grupos de amigos


Pocas series de televisión logran capturar ese elemento inasible que las hace que sean LA serie. Aquella que después todos quieren tener en su programación, y que difícilmente logren. Porque verán, justamente cuando logran ese estatus de singularidad es porque probablemente estén haciendo algo que ninguna otra contemporánea está haciendo en ese momento. Y no se trata solo de ideas originales o calidad, sino de algo de penetración en el inconsciente colectivo que va más allá de los premios recibidos o las figuras de audiencia. Una de esas pocas elegidas fue Friends, y su ahora clásica estadía en el aire de diez años.  Y noten que digo Friends y no por ejemplo su contemporánea Seinfeld, porque aunque esta última es indiscutida en términos de calidad y originalidad, la otra fue la que realmente logró romper las paredes de la pop culture.
Como sucede con estos tipos de fenómenos, casi de inmediato salieron las imitadoras, y tal fue el impacto, que ni siquiera fueron las otras cadenas de televisión las que intentaron reproducir el fenómeno: fue la misma NBC que se pasó el segundo lustro de los 90 tratando de recapturar un rayo en una botella. Series olvidables como The Single Guy o  la espantosa versión norteamericana de Coupling no eran más que una cadena tratando de hacer producción en serie de series (algo en esa expresión no suena del todo bien). Ninguna lo logró, ni en NBC ni en ninguna de las otras cadenas, y para la primera mitad de los 2000 Friends ya era una veterana querible pero no relevante, y todos estaban tratando de tener su propia CSI, el nuevo género ganador.
Eso claro no significa que la formula no siguiera dando vueltas de manera consciente o no, y probablemente lo más cercano que apareció en cuanto a reproducir la clásica dinámica de  Monica, Chandler, Phoebe, Ross, Rachel y Joey fue How I met you mother. Curiosamente HIMYM nació como un concepto diferente, lo que en Hollywood se suele conocer como un “high concept”, una idea madre supuestamente tan original que puede sostener toda una ficción. La idea central de HIMYM es justamente, como su nombre lo indica, la historia de cómo el narrador de la serie le está contando a sus hijos como conoció a su esposa y madre de los mismos. La idea de la serie sería  divinar a quién le iba a tocar ser la afortunada (¿?) madre. Pero a la mitad de la primera temporada, algo pasó: lo que en teoría era el elenco secundario, el soporte, empezó a tener más y más relevancia, y la dinámica del grupo de amigos se transformó en el centro de la trama (si, de vez en cuando, especialmente los finales de temporada, se vuelve sobre el tema de “la madre”, pero más como algo de cierta regularidad como en la serie insignia podría haber sido el romance de Ross y Rachel o una aparición de Janice).
Por todo esto me resultó curioso encontrar otra serie que toma literalmente el formato de Friends, y que seguramente por accidente, logra recapturar algo de esa magia original y al mismo tiempo, actualizarla. Se trata de Happy Endings, serie que apareció hace dos temporadas como un reemplazo de mitad de temporada, tropezó un poco pero logró que la renovaran para una segunda temporada completa y actualmente se encuentra en la tercera. Happy Endings, más allá de todos sus manierismos Friends, en realidad nació como algo más parecido a HIMYM: el gran concepto. En este caso, en el primer episodio dos integrantes del grupo de “6 amigos” están a punto de casarse cuando la novia sale corriendo y planta al novio en el altar (sombras de la primera aparición de Rachel, plantando a Barry en el piloto de Friends). El resto de la serie iba a mostrar las complicaciones que esto traía a ese inapropiadamente cercano círculo de amigos, del tipo que solo aparece en la TV. Para mitad de la abreviada primer temporada, esta premisa era historia y el argumento se había asentado en un modelo más familiar de interacciones entre amigos.  Happy Endings toma en iguales partes lo ya probado y conocido (dos de los “amigos” son en realidad hermanos, una parejita de exes, un niño-adulto, una maniática obsesiva calcada de Monica Geller) y lo actualiza, de hecho haciéndose cargo de las criticas que tantas veces se le hicieron a la nave madre: uno de los personajes es afro americano (y de hecho en pareja con otra de las protagonistas, blanca) y otro de ellos es un ‘gay no estereotípico’ . La fórmula, curiosamente, y en contradicción al concepto de ‘fórmula’, funciona, especialmente porque se les dio la oportunidad de salirse de la misma: hay algo de extrañeza en estos personajes que remite más a Seinfeld y su colección de neurosis que al “ideal” Friends, aunque haya una rubia con pajaritos en la cabeza, pero que es más Joey que Phoebe, que el más lindo del grupo sea un perdedor al estilo Ross y que la “eterna soltera” haya sido importada desde Sex and the City.
Claro que muy suelto yo tiro nombres de súper consagrados, y Happy Endings todavía no le llega ni a los talones a ninguna de esas series, pero tiene el potencial para hacerlo... si la dejan. Por ahora la ABC la renovó para una tercera temporada, la puso en el horario privilegiado después de Dancing with the stars (que sí, allá también es de lo más visto en TV), y ciertos medios la adoptaron como serie de culto, sumados el clave apoyo de la comunidad gay a los personajes de Max, un estupendamente elegido Adam Pally y Penny, la brevemente SNL Casey Wilson y un haberle dado un protagonismo mayor a Eliza Coupe y Damon Wayans Jr como ese exagerado matrimonio de estereotipos de rol invertidos. De nuevo: los elementos están en su lugar, y tal vez, si empiezan a verla ahora, para cuando en la séptima temporada tenga todas las fichas alineadas, podrás decir “yo la miraba desde el principio”.

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