En el último álbum de Madonna, MDNA, hay una canción que se llama I don’t give a..., donde la palabra elidida es un “fuck” y que básicamente significaría “me importa un carajo”. Si bien está hablando de muchas cosas, principalmente sobre su fallida relación con Guy Ritchie (más sobre esto más adelante), se podría interpretar como un “me importa un carajo tu opinión”. O “me importan un carajo USTEDES”. Y muchos de nosotros, especialmente los que sufrimos a esa sofisticada forma de tortura que fue la espera antes del concierto del jueves, casi nos convencimos de eso. Y por eso no escribí este comentario el viernes, para que no fuera tan en caliente y ver si la experiencia del sábado me hacía cambiar de opinión. Un poco, pero no del todo. Porque sigo pensando que el “me importa un carajo” es sin lugar a dudar el modus operandi de la señora Ciccone.
Verán, si hay algo que siempre supe, pero que ahora confirmé completamente, es que Madonna no dialoga, Madonna MONOLOGA. Su único par es ella misma, la única opinión que importa es la suya. Esto la llevó a ser quien es en términos de fama, también la ha dejado muy, muy sola en su vida personal. Y esto también tiene una capacidad alienante, especialmente con el público.
La gran mayoría de las decisiones discutibles en su carrera en general, pero esta gira MDNA en particular, son producto de este delirio solipista. Madonna armó este show para ella misma, de acuerdo a su gusto, sus obsesiones (las de siempre y algunas más recientes) y con muy poca consideración por el público. Para muestra, basta un botón: en una de esas cosas que ella empieza y luego todas sus seguidoras imitan, en los espectáculos de Madonna no hay espacio para los aplausos entre canción y canción. Sencillamente no hay espacio entre canciones, es todo una seguidilla continuada donde las interacciones con el público son cuándo y cómo ella quiere, generalmente para en un tono “chistoso” retarlo y decirle que la adoren (aunque todos dudemos si le interesa ser adorada en lo más mínimo). De hecho, la gran innovación Madonna en términos de conciertos es haber anulado al “bis” como parte integral del mismo. Ni siquiera hace la pantomima de “aplaudan así salgo otra vez”. Hay un cuadro final, y nosotros, bien entrenados como estamos e informados por Youtube, nos limitamos a retirarnos cuando este se acaba. Fin de espectáculo.
Esto no hace que el show sea mejor o peor, o ella un artista más o menos relevante, simplemente ES y sirve saberlo antes del show para no decepcionarse, ilusionarse o tener falsas expectativas. De hecho, muchas veces es bueno, ya sea porque nos ahorra el trámite innecesariamente demagógico (y eso que Buenos Aires, como su natal Detroit o Londres son de las pocas ciudades que ameritan un tratamiento diferencial, tal como clavarse un tema de Evita o flamear la bandera local), o porque cuando intenta “elevar el nivel cultural de la audiencia” trae a un grupo tradicional vasco a que la acompañe durante una buena porción del show, incluyendo uno de los mejores momentos con Open your heart (en la gira anterior con el grupo gitano de La isla bonita, el efecto era igualmente positivo).
Pero durante mucho del show, todos gritamos “control de calidad!”. Bancamos al artista de tanta trayectoria que graba material nuevo y lo apoya en concierto, pero ¿son nueve canciones del pobremente recibido MDNA necesarias? Y ni hablar de las dos grabaciones menores que uso para rellenar su último compilado... No importa, ella las quiere hacer, y las hace, del mismo modo que arremete con Heartbeat, canción de su álbum anterior completamente obviable o le da otra vuelta de tuerca a Nobody knows me, de paso que baja su extremadamente inclusiva línea: derechos de la mujer o de los gays, religiosos o raciales, política interna de Estados Unidos o avance de la derecha en Europa... todo en la misma bolsa, diluyendo el mensaje final. Total, nadie me conoce, son mis ideas, ustedes simplemente pagaron para ser sometidos a ellas.
Y dejo el principio para el final, porque también tenemos que hablar de ello: del mismo modo que durante todos estos años Madonna utilizó para escandalizar a la audiencia al sexo y la religión (con la religión sigue, y cansa, repitiendo conceptos que ya le conocemos), ahora es la violencia. En serio, el primer tercio del concierto tendría que venir con una advertencia parental por el grado de violencia que se muestra en el escenario. Armas de fuego, golpes y sangre, mucha sangre, en bellísima alta definición. De hecho, más que “esta señora nos quiere escandalizar” el efecto es más del tipo “esta señora está MUY enojada”. Enojadísima, principalmente con Guy Ritchie, su ex marido que aparentemente le hizo la gran Roviralta y se le llevó grandes cantidades de dinero (“ojalá me quisieras como querías mi dinero” le canta en un momento de vulnerabilidad en Love Spent), y que si fuera él, me estaría consiguiendo un buen guardaespaldas, porque esta mujer no quiere hacerte juicio, quiere bajarte con una .45. Y si bien Guy es el obvio destinatario, el enojo sigue: está enojada con Lady Gaga, de quién se burla en Express Yourself tirándo la (justificada) referencia de Born this way, y por si no lo entendimos, She’s not me, y en un sutil palo, a su hermano Christopher, anteriormente su favorito hasta que escribió un libro de tell all incendiario. Hace rato que los fans de toda la vida le notábamos la falta de sonrisa a esta mujer, pero ahora ya pasó a los hechos, y la secuencia Revolver/Gang Bang nos hace pensar que realmente no la está pasando bien.
De hecho, cuando el concierto funciona mejor es cuando aparece algo lúdico: las ya mencionadas Open your heart y Express Yourself, Gimme all your Luv; o cuando deja ver un momento de vulnerabilidad y humanidad en las baladas, especialmente Masterpiece (aun cuando la use de aviso publicitario para su largometraje W.E.).
¿Todavía hay algo que la haga sonreír? Parece que sí: su hijo Rocco, que es parte del staff de la gira, con participaciones celebradísimas en dos momentos clave del concierto, haciendo una referencia encantadora al video original de Open your heart (pero vía el país vasco) o monigoteando en Celebration. Tal vez todavía haya esperanza para la señora, un poco de diálogo y calidez con sus hijos, y por eso es que sigue adoptando en forma serial. Para muestra, basta una foto, la única sonrisa que le vimos en los últimos 10 años:
Excelente mirada sobre lo que la señora hace. Pero al igual que toda reina se hace lo que ella quiere solamente. Y siempre va a ser así. No se puede democratizar su reinado.
ResponderBorrarjajaja muy bueno el relato, yo sabia que era acida la señora, pero no taaannto... bueno y ahi con su hijo a lo mejor piensa " asi, asi hijo, como YO lo haría"
ResponderBorrarQué mal que le dure la bitterness con Guy Ritchie. Move on, darling!
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