Hace muchos
años, le preguntaron a Phillip Oakey de la Human League como debían ser las
estrellas pop. Phil no lo dudó: “tengo ideas muy claras de cómo se debe ver una
estrella pop: afeminada”.
El bueno de
Phil, que más allá de un gusto por los cortes de pelo asimétricos, el
delineador aplicado con brocha y la bijou grande y brillosa, es declaradamente heterosexual, no estaba
defendiendo su lugar en el mundo ni haciendo una apología de la diversidad sexual y de género,
si no que estaba reivindicando el valor subversivo que debía tener una
verdadera estrella pop, ya fueran las inquietantes caderas de Elvis, el constantemente
en crecimiento cabello de los Beatles o David Bowie en todas sus
manifestaciones.
El éxito que
inmediatamente después tuvo la Human League a principios de los ochenta hizo
que Phil no sólo predicara con sus palabras sino también con el ejemplo, y no
estaba solo: con Bowie y Roxy Music como sus estandartes, los chicos del club
Blitz que al poco tiempo se conocerían con el nombre genérico de New Romantics
pronto se transformarían en la nueva generación de músicos pop, y habiendo
sabido o no lo que opinaba Mr Oakey, lo tomaron al pie de la letra. Steve
Strange, Marilyn y por sobre todos y todas Boy George redefinieron lo que era
ser una pop star por el próximo lustro. Lo de George fue doble o triplemente
subversivo, porque con su imagen dulce y sus canciones de pop perfecto, logró
meterse en el living de la abuelita y de las madres, en los programas
infantiles, en los diarios de gran circulación. Como un proto teórico queer
separando los carriles de género y sexualidad, de hecho, desexuando el género con una
humorada (“prefiero una taza de té al sexo”) hizo más por la aceptación de la estética
trans y la visibilidad LGTB que muchos movimientos organizados, tanto antes
como después. Y claro, una vez que se
abrieron las puertas, era imposible cerrarlas. De hecho, la proliferación de
artistas con la misma estética a la luz del éxito de Culture Club, hizo que
George diera la primera de varias patadas al avispero, cambiando radicalmente
su look clásico de las trencitas: mientras que Haysi Fantayzee o Pete Burns de
Dead or Alive corrían tras la estética dreadlock, George hizo una ya clásica sesión
de fotos teñido de platinado con una remera con la leyenda “Clone Wars” (Guerra
de los clones. Si geeks, en 1984).
George en la era Clone Wars |
Pero si
George estaba desexuando el género, Pete Burns lo estaba resexuando: por un
lado con su escandalosa imagen pública y abierta declaración de bisexualidad (“tengo
uno de cada”, y nada de declaraciones vacías a lo Bowie en los 70: Pete salía en
público con su esposa Lynne y Steve Coy, el baterista de su banda) y por otro
yendo a la disco gay por inspiración y logrando el crossover del HI-NRG propio
de este ámbito al tope de los charts con You spin me round (like a record), que
irónicamente, sería el comienzo del final a esta era de oro de la música pop
ambigua o abiertamente LGTB al darle curso al éxito al pop reblandecido y tatcherista de Stock, Aitken y
Waterman.
Pero antes
del final, había más, mucho más. Pete abrió la puerta del closet de la disco
gay, y por ahí se escaparon Frankie goes to Hollywood y Bronski Beat. Frankie y
los Bronskis funcionaron como las dos caras de la cultura gay del momento:
Frankie la hedonista y decadente, obsesionada con el sexo y flirteando con la iconografía
leather, y Jimmy Sommerville y compañía,
la cara militante, pidiendo igualdad y derechos y proclamando su “normalidad”
de chicos ingleses de clase trabajadora. Los Bronski también invitaron a su inspiración
Marc Almond y le tendieron una mano fuera del closet en su colaboración para el
cover de Donna Summer I feel love, cuyo video es la Cosa Mas Gay de Todos Los
Tiempos.
Mientras
que Elton y Bowie tenían mediáticas bodas blancas con señoritas de alto perfil,
George, Dead or Alive, Frankie y Bronski Beat, más varios one hit wonders o extraños crossovers como
Divine o Man2Man con Man Parrish, y chicas andróginas como Annie Lennox o
Alison ‘Alf’ Moyet hicieron que periodistas y voces conservadoras alzaran la
pregunta de si para tener éxito en esos años era necesario militar una
sexualidad diversa o al menos parecer hacerlo. De hecho, si bien todos estos tenían
muchísimo éxito, empalidecían, en varios sentidos, con el éxito y el… ¿kistch? ¿camp?
De Wham! y Wake me up before you go-go. Y
en el horizonte, se venía Morrissey y desde su declaración de celibato enamoraba
a más muchachitos adolescentes que todos los anteriores juntos.
Ahora imagínense
este escenario. E imagínense tener 14 o 15 años y estar haciéndose preguntas
sobre su propia sexualidad. Nunca hubo un terreno más fértil. No hay día que no
agradezca haber tenido la suerte de transitar estos años con estos visibles y
diversos ejemplos (y localmente Federico Moura y Miguel Abuelo, siendo
revulsivamente masivos para espanto de los machos puristas del “rock”), el más
claro argumento para defender la importancia de la salida del closet con uñas y
dientes: no es por vos, por tu carrera, por tus pares; es por esos chicos que
necesitan que les digan que está bien ser distinto, que se puede lograr lo que
quieras, que los límites de lo “normal” son mucho más amplios de lo que nos
quieren vender.
Amén!
ResponderBorrarNací en 1974. En 1984 tenía 10 años. Hice lo que pude a pesar de Frankie y Culture Club. Me acuerdo más de 1986 con "True Blue" de Madonna y con todo el conchaje que vino después. Mucha bandas de minitas. Intenso!
ResponderBorrarExcelente posteo, btw. Creo que tengo la colección completa de Culture Club en Vinilo. Al de Sonia, lo regalé, me dió verguenza ajena. jejjejeje
ResponderBorrar<3 asique donde quedan Miranda y los Scissor Sisters en todo esto?
ResponderBorrarIgual, no me digas que si escuchás a Sonia no se te mueve la patita... :D
ResponderBorrarClaros herederos. Es más, los Miranda generacionalmente, están más cerca mio, mamaron esto ( y Virus y Abuelos).
ResponderBorrarLos Scissors tienen un cierto desajuste por el hecho de ser norteamericanos, pero podes trazar los paralelos de todos modos.