"Not all surprises are bad"
Algunos episodios de Mad Men parecen pegarnos con su “tema” por la cabeza, al punto de que como éste, son el título mismo. Y es cierto que la cadena de favores Ted-Don-los Rosen es la propulsora de mucho del argumento de este episodio (cómo también en menor medida la de Bob-Manolo-Pete, pero eso es otro tema), al punto que, junto con la “comedia de enredos” con el manojo de llaves que detona una de las dos súper bombas de esta semana, parece un poco...forzado.
Y es una lástima, porque en sí, sin entrar en estos detalles, estamos ante uno de los mejores episodios de la temporada, que insisto, muchos insisten en criticar y que yo encuentro sólida como siempre. Porque, también insistiendo, un tema recurrente que encuentro es la mirada hacia el pasado, dando cuenta de que si bien al mirar un episodio de la temporada 1 y otro de esta, podrían ser de series completamente diferentes, no habría hoy sin el ayer. Y de mucho mejor modo que con un flashback innecesario al pasado de Don.
Nos basta lo que sabemos de Don, de Dick Whitman y la guerra de Corea, para entender que más allá del (un poco exagerado) amor que siente o ha sentido por Sylvia, el tema de alguien queriendo evitar la guerra por cualquier medio lo toca de cerca. La motivación superficial, claro, es congraciarse con los Rosen (con Sylvia por su relación, con Arnold supongo que por culpa), pero Don no haría estos movimientos sin su pasado, y de la misma manera que le debe todo a Anna, puede entender la gratitud que acompañaría este gesto.
Claro que el uso que hace Don de esa gratitud es el más barato, y buen lío que le va a traer con su hija (y probablemente esposa y ex esposa) en las próximas dos semanas.
El pasado sin embargo, arremete más que nunca con Peggy y Pete, y esa historia que es tan central a la trama de Mad Men y que funciona tan bien porque en lugar de tirárnosla por la cabeza todo el tiempo, reaparece cuando menos la esperamos. Todo, desde el increíble diálogo entre Dorothy Campbell y Peggy, hasta la maravillosa escena de Peggy y Pete funciona a la perfección. De hecho, tal vez haya sido todo el alcohol que se habían tomado, pero vi verdadera complicidad, hasta verdadero... cariño, me animo a decir entre estos dos. Pete, que su madre insiste era amargo desde chico, también es así porque salvo Trudy, jamás nadie lo ha tratado con un poco de calidez. Y Peggy hace resonar algo ahí, donde nadie más lo puede hacer resonar. La escena de estos dos rankea ya con la de Don y Joan el año pasado entre mis favoritas de la serie toda.
Y claro que esta comedia de enredos no se cierra si no mencionamos como la historia de Pete cierra (o abre) la de Bob, que el secreto que se traía no era de los X-Files si no de Queer as Folk. Pobre Bob, más allá de su discutible gusto en hombres (puaj), sus reacciones ante las palabras “degenerado” y “repugnante” fueron para romper el corazón de cualquier televidente.
Así que las piezas están montadas sobre el tablero para los últimos dos episodios: mientras que gente que claramente no estaba sintonizando el canal correcto creía que las revelaciones vendrían de la mano de agentes del gobierno o asesinatos rituales, en realidad se va a tratar de Don, su hija, sus mujeres por un lado; de Peggy, sus potenciales hombres o su gato, por el otro; y algún tema político de la agencia. Como tiene que ser.
Algunas observaciones al paso:
- Hace mucho que no sabemos nada de Pauline Francis, pero estas apariciones estelares de Dorothy Campbell más que la están compensando. Todo el diálogo con Peggy, y las reacciones de Elizabeth Moss fueron la mezcla perfecta de incomodidad y risas, y luego el intercambio en el departamento de Pete terminó de redondearla.
- Es bueno ver que en su mínima aparición, la “new model Betty” sigue siendo lo que siempre esperamos.
- Si bien la historia de Peggy que rescato es la que se cruza con la de Pete, mucho de lo que aprendimos esta semana sobre la vida personal de Ted es para avanzar con el tema sin cerrar de estos dos (interesante también como Pete les sacó la ficha inmediatamente), al igual que la llamada a Stan (y si hay un flashback que me gustaría ver es a cuando esa relación llegó al grado de madurez que tiene hoy en día, porque nunca lo vimos en cámara), y la final adquisición de un gato. No Peggy, no vayas ahí...mudate de una vez antes que tenerle que dar la razón a tu madre!
- Una nota final de esas de psicoanálisis salvaje que me gusta tirar de vez en cuando: no es novedad que esta temporada estoy completamente cansado de las historias de Don, pero hubo algo en el episodio de hoy, especialmente en la primera mitad, que me recordó como de la misma manera que Betty siempre fue el modelo perfecto de la histeria, Don lo fue (o al menos lo era al comienzo) de la neurosis obsesiva. No que me haya hecho simpatizar con Don, pero por lo menos entenderlo un poco más y entender a donde apuntan a veces Weiner y compañía.
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