Hace unos años cometí un error grave al intentar
reseñar, semana a semana, la tercera temporada de Modern Family. Venia súper
embalado con las dos primeras, y me pareció un experimento interesante.
Falló por completo por dos motivos, uno externo y uno
interno a la serie: el motivo externo es que prácticamente ninguna sitcom
sostiene el tipo de escrutinio semana a semana que un drama de múltiples capas
como Mad Men o Breaking Bad puede reproducir hasta el infinito, por cuestiones
argumentales, de construcción de personajes, avance de las tramas, etc. El
segundo motivo fue que esa es la temporada donde Modern Family dejó su tono socarrón
y un tanto cínico de sus primeras temporadas para focalizarse en el “corazón”,
ese temido destructor de comedias. Es bien sabido que uno de los motivos que
hicieron grande a Seinfeld en su momento fue su premisa de “nadie se abraza,
nadie aprende nada”, y un poco todas las comedias de relevancia de ahí en
adelante siguieron más o menos este principio (la única excepción exitosa es
Friends, que justamente era un Seinfeld con abrazos y aprendizaje, y algunas de
sus seguidoras/imitadoras como How I met your mother). La proliferación posterior
de comedias de una sola cámara y foco en los ambientes de trabajo (The Office,
30 Rock) o de familias extremadamente disfuncionales (Arrested Development) no
hicieron más que acentuar la tendencia. (Vale notar que todas estas además usan
y/o abusan del recurso del “mockumentary” como modo de quebrar la cuarta pared,
algo que también se ve en Modern Family).
Toda esta larga introducción es para presentar a la
comedia, que casi sin que se registrara de este modo abiertamente, devolvió el corazón
a la sitcom, sin sacrificar la ironía, el sarcasmo, el comentario incisivo ni
los personajes misantrópicos: Parks & Recreation.
Parks empezó mal por una serie de motivos, al igual
que mis comentarios de MF, no solamente intrínsecos a la serie: la expectativa
de que fuera “la nueva 30 Rock”, por la relación de Amy Poehler con SNL y Tina
Fey en particular, el pésimo momento que estaba pasando la NBC al momento de su
lanzamiento, y si, una premisa y guiones de la temporada 1 que si bien tenían buenas
intenciones, fallaban más de lo que acertaban. Fue por estos motivos que también
se le garantizó una segunda temporada, aun cuando lejos estaba de ser un éxito.
Y algo pasó en esa segunda temporada: repentinamente, la serie encontró su “voz’,
y no fue por casualidad o cambio de equipo creativo, sino justamente, por darse
cuenta de lo que la hace única y poner en eso el acento: claro que P&R es
una comedia de “lugar de trabajo” protagonizada por una neurótica con pedigree
de SNL, todo igual que 30 Rock, pero la diferencia esencial es que por todo lo
urbanos que son Liz Lemon y su equipo, Leslie Knope y los suyos son
inherentemente rurales. Pawnee, Indiana, y sus habitantes, son otra clase de
gente, con otros tiempos, otras prioridades, otros intereses. Este contraste además
quedó evidenciado con la presentación de dos personajes adicionales, Ben y
Chris, que justamente vinieron a mostrar por contraste de que se trataban los
otros personajes.
A partir de ese momento, todo fue un crescendo, donde
lo que podría haber sido una galería de personajes desagradables (todos menos
Leslie y Ann) se fueron transformando en personajes con fallas humanas pero
redimibles: Andy es una bestia pero la persona más buena del universo, Tom un
fenicio pero invariablemente fiel a sus amigos (si, aun a Jean Ralphio), Donna
y Jerry son pésimos empleados pero grandes personas. Y lo que podrían haber
sido las dos grandes caricaturas de trazo grueso, mostraron tener mucho más que
mostrar que lo superficial: Ron y April. Ron, visto prima facie, y guiándose nada
más por los memes que lo popularizaron por fuera del programa, no es más que un
libertario fanático, misantrópico y reaccionario. Sin embargo, detrás de esa
fachada, Ron tiene la debilidad de sus dos ex mujeres, es un jefe justo, tiene
una preferencia por Leslie y Andy que es casi paternal… es un rudo, pero no por
eso menos humano. Y April, tal vez el personaje que más costó que encontrara su
punto más allá del chiste de una sola nota de su odio a la humanidad y su relación
con Andy. Justamente en April es donde se pone en evidencia que el “nadie
aprende” tiene un límite: April no empezó a sonreír o llevarse bien con la
gente, pero si a ser increíblemente eficiente en su trabajo, al punto de
ganarse el respeto real de Ron y Ben, y ser una reemplazante creíble de Leslie.
Y si ven los primeros episodios, tanto Ron como Leslie siempre creyeron en ese
potencial, no es algo que se le agregó al personaje a último minuto, estaba
inscripto en la biblia de la serie desde el principio, solo que tomó más tiempo
que se hiciera evidente.
Para la temporada 5, los creadores claramente creían que
no volvían para una sexta, y se empezaron a dar casi-cierres a todas las
historias: Leslie y Ben llevan al fin lógico a su relación, el parque del “sector
48” finalmente es una realidad (no nos olvidemos que este era el McGuffin
original de la serie), Ron finalmente conoce a una mujer como corresponde, Tom
logra iniciar un negocio, Andy encausar su vocación, April se transforma en la
nueva Leslie…Es en esta temporada donde lo que podría ser una catarata de
finales felices sin valor de comedia se hace evidente que un programa puede
seguir siendo gracioso “ja ja” y a la vez ser humano, tierno, apelar a la emoción,
tener “corazón” sin caer en el cliché. Todo lo que Modern Family no hizo o hizo
mal. Y, casi milagrosamente, el público acompañó a la serie, garantizando una
sexta temporada y una séptima que comienza el próximo martes 13 de enero y que
va a dar, ahora sí, fin a la serie, donde ya varios de sus protagonistas son
demasiado famosos para una sitcom que se sigue percibiendo como de segunda categoría.
Nada más lejos de la verdad.
Que puedo decir? Amo esta serie. Punto.
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