Cuando se habla de mala representación o falta de representación de personajes de grupos minoritarios en productos Hollywoodenses, generalmente pensamos en los casos más obvios e insultantes: todos los afroamericanos viven en los suburbios pobres (pero ¡qué bien que bailan!), todos los latinos son traficantes de drogas (pero ¡qué rica comida!), todos los homosexuales son unas mariquitas impresentables (pero ¡qué buenos amigos de las chicas!).
Obviamente este es el nivel más evidente, pero existe otra táctica mucho más presente e igualmente eficaz de no-representación que es la INVISIBILIZACIÓN: básicamente, actuar como que “esa gente” no existe. El ejemplo más extremo y contemporáneo de esta táctica son todas las películas y series de televisión que transcurren en una New York o Chicago sin negros ni latinos (el 99% de la obra de Woody Allen y series como Friends se suelen citar como los ejemplos más claros de esta práctica).
La historia de las películas está llena de muestras, especialmente antes de los años 60, si hasta se llegó a considerar que “Lo que el viento se llevó” era de vanguardia por hacer aparecer a una criada negra.
De a poco esto se fue corrigiendo, primero con la representación de los judíos (los mal pensados dicen que porque básicamente “manejan” Hollywood, pero aun siendo así, tardaron 50 años en ser abiertamente representados), luego MUY lentamente con los afro-americanos, que igual siguen siendo un ghetto, desde la blaxplotation de los 70 a las actuales películas de Tyler Perry, y con el público gay con las películas de nicho, que generalmente van directo a DVD o tienen una circulación limitada (o no, y entonces pretenden invisibilizar a toda la película, como sucedió con Secreto en la Montaña).
Los latinos son los que peor están en general, ya que solo aparecen para ser “exóticos” y “sexies”, y rara vez llegan de otro lado que no sea España (Woody, nuevamente culpable con “Vicky, Cristina, Barcelona” y “Conocerás al hombre de tus sueños”).
Todo esto es para traernos hasta “El cisne negro” y el extraño mundo de la danza donde todos los hombres son heterosexuales y mujeriegos.
Ya sé, ahora se me acusa a mí de estereotipar diciendo “todos los bailarines son gay”, que por supuesto no es completamente cierto… pero casi. Digamos que la “regla del 10%” (el 10% de la población es homosexual, por lo cual el 10% de los personajes de una obra de ficción deberían serlo. Falacia, lo sé, no le disparen al mensajero) en el mundo de la danza se invierte a la “regla del 90%”.
Sin embargo, en “El cisne…” todos los (pocos) hombres que aparecen son no sólo heterosexuales, si no súper calentones con todas la bailarinas: Thomas, el director de la compañía es el ejemplo más evidente, con una reputación conocida por la madre de Nina y abiertamente explícita por parte de la decaída Beth (y antes que digan nada, un coreógrafo o director de ballet en algún momento fue un bailarín del montón antes de llegar a esa posición). Y hay otros ejemplos, tales como Lily masajeándole el bulto a uno de los bailarines entre escenas (admitidamente, esta imagen bien podría ser una de las distorsiones de la realidad de Nina) para “calentarse” mutuamente.
Así que, nada de chicos raritos. Eso sí, cuando hay un encuentro de alto voltaje lésbico, se nos muestra con lujo de detalles… pero siempre es entre chicas que están “confundidas” o son las lesbianas más glamorosas del mundo (en Hollywood las lesbianas no van a la cancha de Boca, si no al mostrador de cosméticos de Macys).
¿Qué estoy exagerando? Seguro. ¿Qué Aranofsky en general ha demostrado ser mucho más evolucionado que el 90% de la industria? Claro que sí. ¿Qué el éxito de taquilla de “El cisne…” fue ayudado porque no es “amenazante” para el hombre medio heterosexual porque “no hay putos”? Seguro que también (y de paso le tiramos un hueso a los muchachos con un poco de chicas tocándose y más).
Volviendo a la “regla del 10%”, no se trata de hacer un reclamo Tennessee Williams (él fue el primero en decir que el 10% de los personajes de las obras
de teatro deberían serlo, y bien o mal, lo cumplió), si no de llamar a la cosas por su nombre: si estamos haciendo una película en el mundo del ballet clásico, ignorar que 9 de cada 10 hombres deberían ser gay es simplemente pasarse de miopes, pero además hacer del hecho de que sean mujeriegos un punto central del argumento, roza con la mala intención. Tampoco se trata de hacer de policía del pensamiento políticamente correcto, pero si cada película sobre boxeadores (y vaya que esas abundan) se la pasan buscando la “credibilidad”, esta película sobre la danza tendría que apuntar a algo parecido: la realidad que se rompe para la protagonista será tanto más real y más rota si es auténtica inicialmente. Y si les quedan dudas, pueden ver Billy Elliot y su versión del cisne para ver cómo hacerlo, y mantenerse creíbles, entretenidos y no ofensivos.
me dieron ganas de ver esta peli, sólo por tu comentario.
ResponderBorrarMas alla de mis problemitas, la peli es interesante. Por lo menos intenta hacer algo diferente.
Borrar