martes, 6 de marzo de 2012

Dos a quererse: sobre pas de deux actorales



En el ballet, cuando se habla de pas de deux, estamos hablando de un dúo, de una perfomance de dos bailarines que normalmente permite un lucimiento particular de los dos participantes, más allá de que formen parte de un elenco más grande. En teatro a veces se habla de un “duelo” entre actores, pero según lo veo, un duelo seria una contienda para que uno sobresalga por sobre el otro, mientras que el pas de deux justamente tiene como objetivo el lucimiento de ambos.
Claro que esto no es una nota sobre ballet, pero me sirvo de la analogía para hablar de esos pas de deux actorales, de esos momentos de encuentro entre dos actores que elevan el trabajo de ambos y del resto del elenco varios escalones más arriba. Y me voy a referir en particular a lo que sucede con las series de televisión, por tratarse de expresiones naturalmente corales, donde generalmente hay un protagonista fuerte y un resto del elenco que funciona como soporte.  Estoy pensando en los Gandolfini, Cranston, Hamm y lo que a veces pensamos como “el resto del elenco”. Pero que en esos pocos, aislados momentos de brillantez, por intervención de un o una Falco, Paul o Moss, pasan a OTRO nivel.

La inspiración para esta nota me vino este fin de semana, mientras me hacia un maratón de Breaking Bad, cuarta temporada. BB es el ‘Bryan Cranston show’, a nadie le cabe duda. El actor se lleva puesta la serie, con sus matices y con un guion que a través de los años le ha permitido desplegar un rango que pocos protagonistas de una serie tienen oportunidad de desarrollar. De vez en cuando aparece algún segundo que le hace sombra (el siniestro Gus Fring de Giancarlo Esposito viene a la mente), pero hay algo en el grado de control que su Walter White tiene sobre los que lo rodean, que siempre queda en primer plano. Y estos momentos donde aparece otro capaz de desafiarlo, justamente tienen que ver con Walter perdiendo un poco del férreo control sobre lo que comparte o no. Al principio de la cuarta temporada, es el blanqueo que debe realizar con su (ex?) esposa Skyler. Anna Gunn es una actriz correcta, que en situaciones normales seria una ‘actriz de carácter’ interpretando sólidamente un personaje más en un elenco. Y por tres temporadas fue eso y poco más, la esposa embarazada y sin saber que está sucediendo. Cuando cambió el status quo del matrimonio White, la confrontación estaba contenida y nunca salía… hasta que salió. Esos diez minutos y monedas, de dos actores en una habitación diciendo todo lo que se debían, no solo demostraron por enésima vez lo grande que es Cranston, sino que además subieron el perfil de Gunn y por tanto de su personaje en el contexto de la serie. De hecho, toda la temporada tiene amplias e importantes líneas argumentales que giran alrededor de Skyler.

Otro que tal vez no recibe el crédito que merece es Aaron Paul. Hay dos motivos para esto: uno es su juventud (no solemos considerar que un cara de bebé sea un “gran actor”) y otro es que su personaje, Jesse, es básicamente un nabo y bastante irritante. Claro, nos olvidamos que el personaje está escrito de esta manera, no es una elección actoral. Con el tiempo, Jesse pasó a ser mas multidimensional, pero es en el noveno episodio de la temporada, “Bug”, y nuevamente, en un enfrentamiento con Cranston que podemos apreciar la intensidad del actor. Este duelo (por tratarse de un enfrentamiento físico, vaya si amerita que así se lo llame) es de una intensidad y una magnitud, donde el conflicto edípico latente entre estos dispares personajes se juega bien claramente “hacia afuera” en lugar de “hacia adentro”.

Viendo estos momentos “de a dos”, especialmente el que sucede entre Walter y Skyler White, no pude evitar recordar a Los Soprano, especialmente a la energía fuera de control que se desataba cada vez que se cruzaban Tony y Carmela Soprano. Claro que Edie Falco no es Anna Gunn: ya desde el comienzo sabíamos el poder de la actriz y el personaje, pero es hacia finales de la cuarta temporada en el episodio “Whitecaps”, cuando Carmela finalmente confronta a Tony sobre sus secretos, revelando algunos propios en el camino, donde no podemos más que quedar admirados y revolucionados por lo que vemos. La fisicalidad de Falco y Gandolfini se escapa de la pantalla. Ese catártico diálogo de marido y mujer es mil veces más intenso y violento que cualquiera de las muchas muertes que se mostraron en 6 años de serie.

Si hablamos de Breaking Bad y de Sopranos, claro que no podemos dejar afuera a Mad Men. Mucho se puede discutir sobre si Mad Men es una obra coral o un one-man-show de Jon Hamm; yo soy de los que opinan que se trata básicamente de un ensamble, y que si hay que elegir un personaje secundario, una bailarina que haga el pas de deux con Hamm, se trata de la Peggy Olson de Elizabeth Moss . Esto queda demostrado desde la ya clásica última escena del piloto, reafirmado en el infame “You won’t believe how much this never happened” que de alguna manera sirve de lema de la serie, pero fue comprobado definitivamente en el que muchos consideran el mejor episodio de la serie:”The suitcase”, de la temporada 4. Mientras que en párrafos anteriores rescataba escenas, largas, complejas, pero escenas al fin, este episodio gira prácticamente completo alrededor de estos dos personajes y su compleja relación. El resultado es hipnótico y poderoso, y logra además reafirmar todo lo sucedido anteriormente y sentar el camino para el futuro.
En el ballet, está  la primera bailarina, la que se lleva el cartel. Pero en el pas de deux alguien más tiene oportunidad de brillar, y en la interacción, algo mejor que la suma de las partes aparece. Lo mismo en cualquier otra expresión artística.


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