Kylie
Minogue decidió aprovechar el año 2012, cuando se cumplen 25 años de su carrera
en la música pop para darse todos los gustos: en una celebración que bautizó K25, todos los días 25 de cada mes,
anuncia o lanza una sorpresa. Ya sea un video celebratorio de su longevidad,
una gira a la que llamo ‘anti tour’ en lugares pequeños y solamente tocando
rarezas, la edición de un simple “sorpresa”, Time Bomb, la grabación oficial de un viejo tema que solo hacía en
vivo, Flower y darse el gusto de
dirigir ella misma el video que lo acompaña.
La
pieza central de esta celebración es un disco llamado The Abbey Road Sessions (la sorpresa del 25 de octubre), algo a
mitad de camino entre un unplugged, un disco orquestal y un grandes éxitos, donde se pone a
reinterpretar casi una veintena de sus clásicos en un formato bastante
diferente de sus versiones originales. El resultado es mejor de lo que se podía
esperar, mucho mejor.
Con
la música pop y sus envases, mensajes mezclados, relevancia entrecruzada, es fácil
olvidarse del poder de la canción. Podemos tomar a la más glamorosa,
escandalosa o vocalmente talentosa estrella, pero sin el poder de las canciones
detrás, no van a llegar demasiado lejos.
Pocos artistas se pueden dar el lujo de
celebrar 25 años de carrera, y aun muchos menos de ellos, 25 años de éxitos en
esas carreras, tal como la Señorita Minogue. Si nos ponemos a teorizar el
secreto, seguramente terminaremos en algún lugar hablando del carisma y encanto
natural de la diminuta australiana, pero el disco que acá nos ocupa tiende a
apuntar en otra dirección, que tiene que ver con las canciones. Canciones que,
claro, salvo honrosas excepciones, no fueron escritas por Kylie, pero si
oportunamente elegidas por ella o para ella. Y que presentadas en este
despojado contexto nos muestran que sin canciones, sin ESTAS canciones, no
habría Kylie.
Están los ejemplos obvios, identificables
además con los nombres y apellidos de sus compositores: Can't get you out of my head lleva la firma de Cathy Dennis, que
demostró junto con ésta y la increíblemente versátil Come into my world que es una artesana pop como pocas. Where the wild roses grow que Nick Cave le dedicó con todo su
terrorífico amor a Kylie. The
Loco-motion, escrita por Carole King, una de las más grandes de todos los
tiempos. Los amigotes de Scissor Sisters regalaron I believe in you, que descubrió
ya hace unos años su verdadera vocación de balada. Y creo que ya me explayé lo suficiente sobre Confide
in me en otro lado.
Pero
seguramente las que uno no esperaba que resistieran tan bien el paso del tiempo
fueron las composiciones de Stock, Aitken y Waterman, tan fácilmente
despreciables en su momento por sonar todas iguales, y que en este contexto
sorprenden una y otra vez: Hand in your heart ya había sido
recuperada por el acusti-indie-sueco-argentino José González, y Kylie, astuta,
retoma ese arreglo maravilloso, que revela la tristeza de fondo que le es
inherente a la canción. Never
too late, descartable como sonaba, con una relevancia que era difícilmente
imaginable, y Better the devil
you know, bajada de revoluciones sin perder por un momento eso que la hizo
un "momento Minogue" como pocos. Mi
favorita es Finer feelings, generalmente identificada como un
momento Brothers in Rhythm-Minogue, pero originalmente un Stock-Waterman (sin
Aitken). Y claro, I should be
so lucky, que ya fue formada, deformada y reformada tantas veces que no nos
sorprende, aunque debería.
Minogue es también una astuta compositora,
aunque modesta, y dado que el disco que contiene la mayoría de sus originales
es su "disco maldito", rara vez se anima a sacar esta faceta a la
luz, y aquí lo hace con Flower,
un favorito de sus fans, y una de sus canciones más personales, escrita luego
de su batalla contra el cáncer que probablemente la dejó sin posibilidades de
tener hijos.
A todas estas canciones se les permite
brillar en The Abbey Road
Sessions, grabadas casi en directo, con los brillantes arreglos de Steve
Anderson, que más allá de ser un gran arreglador, conoce a la cantante como
pocos con su relación artística continuada de dos décadas.
Y Kylie, claro. Con su cada vez más
ajustada voz, y ese je ne
sais quoi que la
sostiene cuando todo hubiese indicado que ya tendría que haber caído hace
rato.
Un disco bello, y muy recomendable. Para
los fans, imprescindible, pero para aquellos que no, curiosos o simplemente
amantes del buen pop y las buenas canciones, un disco que los puede
sorprender.
Sólo es un despropósito. Kylie canta peor que nunca (aunque hace ya una larga década que no se preocupa de cantar sino sólo de poner voz de ardilla resfriada). Si ha tenido una "carrera" tan prolongada es por su físico (a ver si iba a vender un solo disco teniendo el aspecto de cristina almeida). Que conste que sigo su trayectoria desde 1988 (en los ochenta y noventa sí demostró calidad). Aunque parezca lo contrario, quiero mucho a Kylie, por eso mismo soy tan crítico, porque me consta que puede hacerlo mucho mejor. Por cierto, ¿Kylie compositora? ¿estás de guasa?
ResponderBorrarNo es que ponga voz de ardilla es que se la retocan muchísimo. Aunque tienes razón en casi todo. Después de Impossible Princess su voz fue muy falsa y fingida.
ResponderBorrarEn cuanto a lo de su físico te refieres a guapa porque si fuese fea y antipática sería otra historia. Kylie como buena géminis que es, está todo el rato con una sonrisa en la calle y sus amarguras y enfados los guarda para su casa. Tiene maneras de ser parecidas a las de Marilyn, vende ser sexy, simpatiquisima y algo inocencia fingida.