Cuando se
trata de desarrollar un gusto personal,
ya sea en música, películas o cualquier otra expresión artística, es siempre
importante la presencia de hermanos mayores. Ya sea de manera proactiva (al
acercarnos material por primera vez basado en su experiencia personal) o
reactiva (desarrollando un gusto que es exactamente el opuesto del propuesto,
por contraste). Se puede argumentar que la presencia de un mentor o un grupo de
pares cumple la misma función, pero hay algo único que sale de la convivencia
bajo el mismo techo y los juegos mutuos de
admiración y rivalidad propios de la relación fraterna.
En mi caso,
con mí varias veces mencionada hermana Marcela, esto fue en todas direcciones:
ella me acercó a los Beatles, al rock argentino de diversas generaciones, y a
ciertas cantantes argentinas de los años 80. Pude respetar a los primeros (y
familiarizarme de manera casi inconsciente con su repertorio), hacerme
temporariamente fan de lo segundo, y desarrollar una complicada relación amor-odio
con las terceras. Con los años, cuando mi gusto comenzó a tomar autonomía (pista:
el material que suele ser cubierto en este blog), un poco de la influencia comenzó
a ir en la dirección opuesta. Digamos
que desarrollamos un respeto mutuo por
el gusto del otro, que sirve para tener en cuenta lo que sea que el otro
recomiende, comience a seguir, o defenestre.
Independientemente
del gusto, se desarrolló casi naturalmente un dialogo, un intercambio de
opiniones que muchas veces la gente que nos conoce por separado no puede evitar
ver como cierta característica familiar cuando nos ven juntos o interactúando con
el otro. Todo lo que no tenemos de parecidos físicamente, lo tenemos en la
manera de expresarnos y relacionarnos con las cosas que nos apasionan.
Fue por
intermedio de Marcela que fui expuesto y varios años después aprendí a apreciar
a los Carpenters, a Karen en particular y esa voz tan característica, que
mezcla calidez con precisión y hace suyo cualquier material que se le diera por
cantar. Eternamente considerados “blandos” en los ámbitos más rockeros, fue la recuperación
“irónica” en los 90 que hecho luz sobre lo genial de sus discos.
Al mismo
tiempo, fue por intermedio mío que mi hermana se acercó a kd Lang, a su
majestuosa voz, su revolucionaria actitud, tanto como militante LGBT como gran
pateadora de tablero en su capacidad de cambiar de género musical como de corte
de pelo.
Estábamos
en algún momento de los noventa ambos alineados en nuestra admiración por Karen
y kd, cuando esta última saco a la venta su álbum de covers Drag. Prefiriendo
el material más pop y un tanto más arriesgado de sus producciones anteriores (kd es
un magnífico ejemplo de etapa imperial, comenzando con su colaboración con Roy
Orbison en Crying, teniendo su pináculo en el ya clásico Ingenue, y decayendo
en el ya mencionado Drag), Marcela le prestó inicialmente más atención que yo,
y un día, contándome cuanto le gustaba el disco, me hace reparar en un detalle
en la canción My old addiction. Hay algo, una cierta… cualidad típica de Karen.
No es que suenen parecidas, ni que kd la esté citando: es un aire, una reminiscencia.
Y es también una de esas cosas que una vez que las escuchamos, es imposible
des-escucharlas.
Para mí fue como una puerta que se abrió, fue re escuchar a kd
bajo una nueva luz y comparar, efectivamente, su emparentamiento con Karen. No
es casual que esto saliera a la luz con Drag, tampoco, donde la selección de covers elegida por kd
tiene mucho en común con las clásicas reinvenciones de Karen y Richard (uno de
mis momentos favoritos de su carrera es como hicieron suya Ticket to Ride, al
punto que para mí escuchar la versión de los Beatles es escuchar el cover, y no
viceversa).
No tengo
memoria de que kd haya citado nunca a Karen como una influencia directa, pero
estoy seguro que ocupa un lugarcito en su corazón y su discoteca. Karen, claro,
se nos fue antes de tener la oportunidad de escucharla a kd. Estoy seguro que
le hubiese gustado (aunque tan conservadora la familia Carpenter, seguramente
se hubiese shockeado un poco con “el estilo de vida” de kd). Una colaboración entre ambas queda en la imaginación
de nosotros que las queremos (y varios escritores de fan fiction a quienes les
acabo de dar la idea… la faceta “baterista” de Karen fue un temprano desafío a
las convenciones de género).
Les dejo
como tarea para el hogar, si gustan de Karen, darle una oportunidad a kd. Si son
militantes de la la Lang, agarrar el famoso disco de “la tapita marron” de los
Carpenters y pegarle una escuchada. Y si les gustan cualquiera de ambas o
ambas, ir familiarizándose con el modelo 2013, la cantante Rummer (astutamente
recomendada para este posteo por mi
amiga Yolanda).
material de referencia: el album "de la tapita marron" |
Tenía pendiente leerte, hermoso lo que pusiste Gus, me encantó. Beso grande
ResponderBorrarGracias por leer, Tita :)
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