"I'm gonna get everybody fixed up"
En algún
momento, ordenando el blog, me puse a
reflexionar un poco sobre los comentarios de Mad Men que estaba escribiendo el
año pasado, y los que estaba escribiendo este año. En los del año pasado,
especialmente hacia el final, hubo una combinación entre el material que ofrecía
la serie y lo que yo estaba logrando poner en palabras que me dejaba sumamente
satisfecho, y a juzgar por la respuesta que obtenía, también a mis lectores. En
comparación, este año todo parecía un poco más plano, más superficial. Sería fácil
culpar a Mad Men (muchos comentaristas consideran que los primeros 5 episodios
de la temporada no estuvieron a la altura, yo no soy uno de ellos), yo creo que
había algo entre los episodios y yo que no enganchaba, y creo que esta semana empecé
a entender que.
Este
episodio va a ser, sin lugar a dudas, el más polarizante de toda la serie, las
seis temporadas. Van a haber los que digan “genios!” y los que digan “basura!”,
y con una postura o la otra (yo estoy en algún lugar en el medio), todo va a
depender del nivel de análisis que uno haga. Por eso mismo yo voy a hacer por
los menos dos, o tal vez tres (si contamos mis observaciones al paso, de las
cuales una por lo menos no va a tener nada al paso).
Empecemos con
lo más auto evidente: cuando uno piensa en “los sesenta”, se suele hacer una
importante mezcla donde aparecen Kennedy, los Beatles, Vietnam, drogas, distintas
cosas de la moda, sin distinción de si fueron sucesos clase 62 o 69. Mad Men,
claro, con su atención al detalle, no se maneja así, y por eso es que las
primeras temporadas, la primera, sobre todo, no parecía demasiado “los sesenta”.
Pero claro, estamos en 1968, y las cosas son MUY diferentes: las drogas, con o
sin psicodelia, ya son parte integral de la trama, y una manera de reflejarlo
en el programa es con narraciones no tradicionales. El año pasado, Far
Away Places, el episodio de estructura más inusual de toda la serie, podía leerse
como “Mad Men a través del LSD”. Bueno, The
Crash, este episodio, es “Mad Men a través de las anfetaminas” (y vaya a
saber que más). Y como en cualquier abuso de drogas, el principio es divertido
(Ken bailando, Stan corriendo carreras),
pero después las cosas se ponen siniestras.
¿Qué
podemos sacar en claro de este episodio, que hay que ver más que narrar? Que
varias lunas de miel están en problemas: la de las dos agencias unidas (que todavía
no tienen nombre, a pesar de que el vestuario y la silueta de una de nuestras
protagonistas que seguramente también esta con las anfetas fuera de cámara –
Betty – nos dicen que pasaron por lo menos uno o dos meses desde la última vez
que los vimos), la de la agencia con Chevy, la de Don y Sylvia post-ruptura, y
la de Don y Megan, post ruptura de los anteriores. También que otras varias van
viento en popa: las agencias irán como el traste, pero Cutler y Sterling se
llevan como amigos de toda la vida, Stan y Peggy son “como hermanos”… que se
tocan un poco, y Peggy y Ted han concretado (hace falta un pirata para
reconocer a otro, y no hay pirata como Don). Y también nos enteramos que Frank
Gleason finalmente fue vencido por el cáncer, y que tiene una hija flower power
(por suerte vino ese dato, un poco creepy, pero que por lo menos nos sirvió para
confirmar, al igual que el hecho policial con la “abuela Ida” que las cosas que
veíamos eran reales y no alucinaciones de nuestros personajes).
¿Qué sabemos
entonces de los efectos de las anfetaminas? Que sacan el hambre, que dan
efectos parecidos a los cardiacos (ojo que tenemos un par de cardiacos en el
programa…), que te hacen maníaco y creativo pero probablemente no con un fin específico,
que inmunizan al dolor… por lo menos al físico. Pero como Ginsberg (de quien ya
nos enteramos es virgen, y ahora que no consume drogas, ni alcohol), nosotros
no tuvimos el beneficio de las drogas, e interactuar con los que sí lo hicieron
tiene un cierto grado de perplejidad y para qué negarlo, molestia.
Claro que
lo siniestro que mencionábamos antes depende del nivel de oscuridad del
usuario, y nadie es más oscuro que Don Draper, y acá es donde me meto en otro
nivel de análisis. Toda la temporada tiene como objetivo aparente que podamos
ver más allá de la superficie súper heroica de Don para darnos cuenta de lo
retorcido que es. Puedo adherir, hasta ahí, con eso. Como pasa con los Walter
Whites y Tony Sopranos de las series todas, hay una desconexión entre el
mostrar lo siniestro de los personajes y hacerlos demasiado atractivos para un público
que desearía ser un hijo de puta pero solo lo puede vivir vicariamente desde su
televisión. Pero también, Weiner y compañía
se empeñan en EXPLICARNOS porque Don es como es, y realmente, lo están explicando
mal. Ya sabíamos todo lo que necesitábamos saber sobre el pasado de Don, y
todo justificaba el personaje tal como estaba. La historia del burdel es
forzada y reduccionista, y ya es la tercera vez que volvemos en 8 episodios, y
estoy seguro que va a volver.
Verán, además
de blogero quiero creer que todos los años pasados en la facultad de psicología
me sirvieron para algo, y que puedo identificar que lo que están haciendo aquí es
“psicología popular”, o una mala lectura freudiana: existe una realidad
inconsciente, y es su realidad y tiene efectos, pero NO es una realidad histórica
objetiva. Ya con sus primeras histéricas que “le mentían” Freud pudo ver como
todas esas historias de abusos y seducciones eran construcciones, no dato.
Entonces basta de tirarme que todo el pasado chingado de Don es dato, o si lo
van a tirar, que no sea con un flashback constante a una obviedad tal como la
puta/madre/puta, que además de vestir de rojo (cuidado con el piano que se les está
por caer en la cabeza) tiene el mismo lunar pintado que Sylvia.
Más agencia,
más drogas si es necesario, menos pasado de Don. Chevy nos dio un plan y un ultimátum
para “69, 69, 70”, la serie también lo tiene, vamos por otra cosa, por favor.
Algunas
observaciones al paso:
- La naturalidad con la que Jim Cutler trae al “doctor” y todos se prenden, no solo nos habla de que es 1968, que Jim ya hizo esto antes, sino también de lo parecidos que son Jim y Roger.
- Todo es un poco mejor con Bacharach and David.
- Escucho ofertas sobre que función cumplió la historia de la “abuela Ida” aparte del dialogo telefónico final de Sally y Don y poner a los Francis y Megan en la misma habitación (siempre divertido)
- Hablando de los Francis, Betty está en sus competencias completas nuevamente: flaca, rubia, perra. Espero más de esa historia.
- Lindo momento Stan y Peggy, aunque ella tenga más clara la naturaleza de la relación que él (lindo culo Peggy, pero ¿no te gusta la barba de Stan? ¿taloca?)
- Y un tercer y último nivel de análisis: el programa nos está tirando imágenes de muerte/enfermedad otra vez por todos lados, algunas más obvias que otras: la muerte de Gleason y del primo de Stan (a quien conocimos en la fiesta del zou bisou bisou, por si no se acordaban), las muy frontales referencias a la enfermedad cardíaca de Roger y los problemas respiratorios de Don, que estoy seguro que traen algo más que flashbacks, y, una que se puede pasar si no se es angloparlante: Mae, la puta del burdel que hizo de Don lo que es hoy, (si vamos a creerle a la interpretación literal ) se llama de apellido “Swanson”. “Swan song”, expresión en inglés que implica el movimiento de despedida, probablemente por muerte. Piensen en eso la próxima vez que se intoxiquen.