"I made the biggest mistake of my life"
Como lo
adelantaba la semana pasada, este episodio de Mad Men comparte título con el clásico
de Dickens, pero ahí se acaban las comparaciones. Las ciudades Dickensianas
eran Paris y Londres, y si bien en una de ellas había una revolución, tratar de
relacionar los disturbios de la convención demócrata del 68 que sirven de marco
a este episodio seria buscar simbolismos donde no los hay. En su lugar, la
segunda ciudad es Los Angeles, que ya tiene toda una historia con Mad Men,
desde que Don tuvo su encuentro con el jet set y donde aprendimos los secretos
de Anna. También en LA es donde el romance de Don con Megan comenzó (y donde, del mismo modo que
Megan el otro día intento reavivar la relación proponiendo Hawaii, esta vez le
toca a Don proponiendo LA y Disneylandia), y donde, como ya mencionamos en otro
momento, Matthew Weiner nos quiere contar que se fue la magia de NY a fines de
los sesenta.
La historia
contada aquí, con todos estos antecedentes, es bastante más liviana que
nuestras excursiones anteriores a la costa oeste, y bastante sin consecuencias.
Don tiene OTRO episodio alucinatorio bajo las drogas, nuevamente totalmente
innecesario, y donde se cruzan fantasías sobre Megan (que más querría Don que
una Megan que lo compartiera libremente, dejara su trabajo y quedara
embarazada), el soldado del primer episodio de la temporada y la fallida
campaña para el Sheraton, y realmente, ya que estábamos alucinando en Los
Angeles, me hubiese gustado un poco de Anna. Quedará para otro episodio…
Lo
interesante, para mí, esta semana, está pasando del lado NY de las cosa,
principalmente con la historia de Joan, pero también con otros manejos de
agencia que involucran una serie de jugadores que finalmente empiezan a mostrar
su jugada.
Cuando un
secreto es sabido por todos, pero sigue siendo un secreto, las consecuencias
suelen ser desastrosas (podría citar a Freud y Lo Ominoso, pero me lo reservo
por ahora). Los hechos que llevaron a Joan a ser socia de la agencia sin nombre
(por ahora) son conocidos por absolutamente todos (mas allá de los
involucrados, ya está establecido que Ken y Harry lo saben, y esta semana quedo
bastante claro que Peggy también), pero a nadie le pesan más en su conciencia
que a Joan misma. Y entonces, cruzándose con una oportunidad que realmente no
vio venir, le pareció que era el modo de hacer valer su autoridad. Pero
Joannie, eficiente como es, no es una persona de cuentas, nunca estuvo en una
de esas reuniones donde Roger y Don hacen magia para conquistar un cliente, y
no hay Peggy (especialmente si no la dejan a Peggy hacer la gran Don) que pueda
remontarlo.
Estas acciones
la ponen a Joan en una de las situaciones más públicamente humillantes de su
carrera (hemos vivido humillaciones con Joannie, pero siempre eran tras puertas
cerradas), siendo retada por Pete, Ted y hasta Peggy. Y contraria a su
capacidad de salir airosa, esta vez es Peggy quien le tiende la mano y la
salva, al menos por ahora. Duele verla a Joan en esta situación, pero tampoco
podemos decir que no se la merecía, especialmente viniendo de Peggy. No me
malinterpreten, estas dos mujeres son mis favoritas de la serie, y nada me gustaría
más que compartieran más que esos momentos de complicidad brillantes, como el cigarrillo
compartido cuando Don anuncio su compromiso con Megan, o hace un par de
episodios con el regreso de Peggy a la agencia. Pero también es cierto que Joan
ha sabido ser cruel con Peggy, y como es dable a dos mujeres que empezaron como
secretarias, tienen BIBLIORATOS de
facturas para pasarse una a la otra.
Y siguiendo
con algo que comente hace unas semanas, una serie de este tipo no contrata a un
actor con cartel propio, en este caso Harry Hamlin, para tenerlo en segundo
plano. Jim Cutler puede parecer otro borrachín simpático a la Roger, pero en
cuanto Roger y Don no están, es el que viene a mover la agencia. Puede que
Sterling Cooper and Partners sea un lindo recuerdo de tiempos más sencillos,
pero ahí se acaba todo. Como varias otras cosas en este episodio, no tenemos
una resolución (estamos en cuenta regresiva al final de temporada, después de
todo), pero claramente por ahí viene el asunto. Y no contemos con Peter
Campbell, el niño que grito “paranoia” para salvarnos: como parecen hacerlo
todos en 1968, cuando las cosas se ponen pesadas, la solución es prenderse un
fasito.
Algunas
observaciones al margen:
- Aún por resolverse a futuro, definiciones sobre Bob Benson. Más y más, Bob me parece una criatura de los 80 más que de los 60, con su disco de autoayuda, sus cafecitos en taza descartable, y su cultura de trepador. Puede ser que los 80 lo encuentren peleando la realidad del SIDA si las teorías de la internet salvaje y de Ginsberg son ciertas, pero por ahora es demasiado temprano para saber. La matemática da: calculemos que anda por los 25, un cuarentón en los 80 podría cruzarse con Gordon Gekko o los personajes de thirtysomething.
- Otra referencia a los 80: el ejecutivo de Carnation que considera que Nixon es un blando, no como “Dutch” Reagan…
- Hablando de Ginsberg, alguna vez dudamos de su salud mental, y medio que esa historia se dejó de lado… hasta ahora. Me parece que más que delirios, “Michael” (no me llames así) tuvo algún tipo de episodio de ansiedad. Vale recordar, que a diferencia de todo el resto del elenco, Ginsberg sigue sobrio.
- En la lista de personajes que no me esperaba volver a ver y que realmente no necesitaba volver a ver, después de Duck, esta Danny. Perdón, DANIEL.
- Ante del anuncio de SC&P, Bert se pone en línea con los socios muertos. Bert, basta, los vas a enterrar todos.
"I hate hypocrites, like hippies who cash cheques from Dow Chemical and General Motors". Mi escena favorita fue la de la confrontacion entre Jim y Ginsberg, y voy a utilizar la cita que cito como 'template to call on their shit' a las personas que se quejan del sistema pero que no hacen nada para salirse de el y, al contrario, viven comodamente dentro de sus confines (a quienes me gusta llamar 'armchair activists').
ResponderBorrarLa segunda escena favorita fue la confrontacion entre Joan y Peggy, y en general todas las escenas con Joan, como a vos me dolio que ella misma se haya puesto en ese apriete particular, que es una consecuencia del apriete mas grande y general en el que se puso al acceder como social de la manera en que lo hizo (como veras, hasta yo mismo 'guardo el secreto').
El marco historico de la convencion -- not interested.
Don en Los Angeles --been there, done that, not interested. De hecho ME DISGUSTO la escena de la piscina, primero por su literalidad con respecto al primer episodio, y segundo por el grueso corte entre Don flotando y Don escupiendo agua, el que me parecio MUY MAL EDITADO y anticlimatico.
Lo que me gusto de esa escena alucinatoria fue la musica y el ambiente porque me retrotrajeron a los pensamientos positivos de Edina Monsoon mientras esquiaba en los Alpes en 'The Last Shout'.
Y tambien me divirtieron los chistes de petisos de Roger, se merecia ese golpe en las bolas, aunque como decis vos Dany era innecesario. Para cuando van a repatriar a Sal?!? Yo tuve la fantasia psicotica de que Sal es en realidad el amante de Bob, y que la presencia el ultimo en la compania es toda una conspiracion para vengar la manera en la que lo rajaron a Sal.
Vos sugerias la semana pasada que el tema de la madre podria redimir a Pete, pero creo que no hay redencion posible. Es una persona desagradable, mezquina e insignificante.
Una vez más, veo que estamos en sintonía. La escena de Joan y Peggy frente al ascensor es el tipo de cosa que le gana premios a la gente (actrices, guionistas y director, Slattery que es mucho mejor detrás que frente a la cámara).
ResponderBorrarY me encantó la referencia a Edie (y el clip) porque es ante todo un comentario sobre las innecesarias "fantasy sequences". Ni que hubiesen visto Mad Men, che... adelantada.
Fue interesante verlo desencajar a Roger en la fiesta, de traje entre hippies, y golpeado por uno de los invitados. Eso nomás.
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