jueves, 4 de julio de 2013

Clásicos para mi: X-Factor 87 (1993)


Clásicos para mi es una sección que busca rescatar aquellos comics que pueden no tener el consenso universal, pero que para uno merecen ser destacados.

Contexto:
Los X-Men ya eran la franquicia más popular de Marvel desde hacía una década y media, pero nunca fueron tanto un boom como en los tempranos 90. Una serie de artistas super estrella revitalizaron todos los títulos, solamente para luego con su fama y dinero fundar su propia editorial. X-Factor era un título secundario de la franquicia, y el fuerte no era el artista, sino el escritor: Peter David, que ya venía haciendo magia con su revigorización de Hulk. Tomando una página de lo que Giffen y DeMatteis habían hecho con la JLI en DC, David trajo el humor a los mutantes, con un fuerte acento en la caracterización.
Inicialmente acompañado por una de las super estrellas más fugaces, Larry Stroman, este número era el debut de un pibe que prometía, Joe Quesada. 

X-Factor 87 (1993):
De todos los números que vengo comentando en Clásicos para mi, este sea probablemente el que más se acerque a la definición universal de "clásico". No sólo por marcar la carrera de Quesada a fuego, sino además por ser la más profunda y en cierto modo definitiva, exploración de estos personajes, cuatro de los cuales, Alex, Lorna, Pietro y Maddrox, son integrales a la mitología de los X-Men de los últimos 50 años. La técnica usada por David parece sencilla: cada uno de los personajes está pasando por lo que parece una evaluación psicológica de algún tipo, sin mostrarnos quién es su interlocutor. En viñetas que duran dos o tres páginas, presenciamos el despertar de la sexualidad de Rhane, con un muy de la época, y aún así comprensible hoy, chiste sobre Ren & Stimpy. Nos metemos en la cabeza de unos de los personajes más complejos y con más historia del universo Marvel, Pietro Maximoff, Quicksilver, y de paso entendemos como nunca no solamente su psicología sino la de cualquier personaje con supervelocidad en cualquier compañía. Vemos por primera vez las secuelas que puede dejar el abuso frecuente al que se somete a algunos personajes en la persona de  Lorna. Presenciamos la definición del único personaje del que no sabíamos nada, Guido, con un "payaso que llora" que por primera vez no suena como un cliché. David además empieza una elaboración del personaje de Jaime Maddrox que continuaría por los próximos 20 años, como ningún otro autor con un sólo personaje "de compañía" por tanto tiempo. Y finalmente, en un grupo de "segundones" le hace justicia al segundón más prominente del universo X-Men, Alex Summers, Havok, cuya única seña hasta ese momento era ser "el hermano de Cyclops". Bueno, ¿qué significa para alguien ser el hermano de un ícono? David lo define en dos sencillas páginas. En la última página nos enteramos que el psicólogo era Doc Samson, con quién David ya venía trabajando en Hulk.
Un número suelto, en el momento en que leer a los X-men significaba tener que leer 6 meses de 8 revistas diferentes para entender algo, y un número suelto que no es descartable, donde se sientan precedentes que guiarían a los personajes por años. Todo además con el hermoso dibujo de Quesada, que muestra maestría para las caras y el lenguaje corporal, algo esencial en lo que es basicamente un número sin acción. 


Contexto posterior:
David seguiría poco tiempo más en X-Factor, cansado de la interferencia editorial y los crossovers innecesarios. Nadie podría continuar con su estilo (ni siquiera el mismísimo DeMatteis que escribió unos números). Quesada sería una más de las super estrellas que se irían de Marvel, sólo para regresar, esta vez como editor en jefe y supervisar una de las eras más fructíferas de la compañía desde hace más de una década. David retomaría X-Factor y a estos personajes 15 años después, para una serie mucho más larga e igualmente apreciada. 

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