domingo, 1 de julio de 2012

El Woodymetro: Sobre A Roma con Amor y la carrera de Woody Allen

Abajo puede verlo en tamaño completo

Mas veces de las que me gustaría he usado la justificación, ante una floja película de Woody Allen "igual es mejor que el 80% del cine que se estrena todos los años". Y también es cierto, lo mismo que con, por ejemplo, el cine de Almodovar. Pero, tengo la prerrogativa, como fan, de no perdonarle ciertos traspiés. Si, me encanta Woody, pero no hay un solo buen motivo que haga que le perdone Shadows and Fog.
También es cierto que mi gusto personal no siempre coincide con el de los críticos, ni aun con la mayoría del público (La Rosa Púrpura del Cairo me deja frío, y no hay apelación sentimental ni racional que me haga cambiar de idea), pero justamente por haber visto todas estas películas, empezando en los tempranos ochentas, que tengo la posibilidad de así evaluarlo. Como muy bien comenta en un artículo Diego Lerer, la “edad de oro” de Woody para todos cambia según el momento en el que lo hayamos descubierto. En mi caso, es para haber visto en estreno todas a partir de Zelig, por lo que estamos hablando de casi 30 años, incluyendo algunos de mis momentos cinematográficos favoritos.
Es con este bagaje que sigo religiosamente peregrinando a alguna sala cercana para cada estreno, generalmente en compañía de mi amiga Gabriela, como desde hace veintitantos años, y es los últimos, generalmente con un poco de temor. De temor a la decepción supongo. Si ven el Woodymetro pueden ver como la temporada 2001/2003 era para realmente tirar la toalla, y porque Match Point tiene la relevancia que tiene: porque fue la muestra de que cuando quiere, Woody puede. 
Esta semana se estrenó entonces  A Roma con Amor, la que parece es la última película de las vacaciones europeas de Woody, que justamente empezaron en Match Point,  y que solo tuvieron una escala neoyorquina innecesaria con Whatever Works. Woody viene además del inesperado suceso comercial de Midnight in Paris, y repitiendo lo que parece ser lo más parecido a una fórmula del tipo “si me financia XXX mejor dedicarme a mostrar que bella es la nación/ciudad de XXX”. Lo demás, si bien puede parecerlo, no es fórmula, si no más bien estilo, y tropos: no es novedad cuales son los temas más caros a Woody y cíclicamente los vamos a encontrar en casi todas sus películas. 
Realmente, no puedo evaluar la película como un todo, porque justamente Allen se empeña en que no sea un todo, de hecho pareciendo una colección de viñetas no del todo disimilar a New York Stories. Si estos fueran cuatro cortos o sketchs separados, probablemente los recibiría mejor que todos juntos. Cada una tiene además su registro y hasta su propia temporalidad (que van de las horas de un mismo a día a lo que debemos entender son meses en otro de los casos).
Tenemos la historia que lo tiene a Woody como protagonista, que para aquellos que hayan leído alguno de sus libros o visto su filmografía previa a Annie Hall les va a resultar sumamente familiar en tono y temática. Es a mi entender la más floja de todas, y sólo la redime que esté Judy Davis (la mejor esposa cinematográfica de Woody tras Diane y Mia) y la observación sobre lo difícil de la jubilación para un creativo, una de esas cosas que uno puede ubicar en momento y lugar que tienen especial resonancia.
Luego está el “Segmento Begnini” que más allá de lo irritante que el Caro Roberto pueda resultarles, tiene sus cosas interesantes. Allen hizo una película completa, Celebrity, tocando temas similares, y esto es muy superior. Que tiene que ver en la película, salvo sacarse las ganas de trabajar con Begnini y de paso hacerla internacionalmente más comerciable, no tengo idea.
La tercera historia es una de esas de “Woody rejuvenecido” que siempre tienen algo interesante. Ya hace como 20 años que Allen no puede hacer de “el muchacho” para una historia de tintes románticos, y se consigue un sosias que tome su lugar. Sea John Cusack, Kenneth Brannagh o Hugh Grant (mejor olvidar cuando se trató de un fallido Jason Biggs), el resultado es como un volver a esas observaciones sobre la fluidez o falta de en las relaciones que tan bien hacía con la Keaton. El doble de Allen en este caso es Jesse Eisenberg, que con sus palabras atolondradas y constante mirada de “me viene un tren de frente” lo hace y muy bien. Esta historia hubiese funcionado en Roma o en New York, aunque el riesgo de estirarla al punto de largometraje hubiese sido otra Anything Else
La historia final es lo más parecido a una verdadera “película italiana” de Woody Allen. Al modo de una clásica comedia de enredos, con un elenco completamente italiano (y Penélope Cruz, pero haciendo de italiana). Esta historia es un experimento interesante, un pastiche posmoderno de comedia setentera con obsesiones Allen, que, nuevamente, dudo que sostuviera un largo completo, pero me gustaría haberlo visto a Woody probar, aunque fallara. 
Si leen cada uno de los párrafos anteriores, dirán que un 75% de “A Roma con amor” (WORST.TITLE.EVER.) me gustó, y esto es cierto. Pero no fui a ver cuatro películas, fui a ver una y de un director que a esta altura hay cosas que tendría que hacer más de oficio que otra cosa.
De todos modos, vayan a verla: si les gusta el director, HAY que verla, y si no, aunque suene reiterativo: es mejor que el 80% del cine que se estrena todas las semanas. 


(La imagen que ilustra esta nota es mi completamente subjetivo ranking de películas de Woody Allen.)

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