Por el
momento en el que comenzó su carrera, el pedigree del que viene y la tradición artística
a la que pertenece, muchas veces cuando hablamos de Liza Minelli nos imaginamos
a un dinosaurio. Su mal estado físico y de salud en general, producto de abusos
varios durante décadas, tampoco ayuda demasiado. Esto es así hoy, pero también era
así hace 23 años, cuando salió a la venta el disco que nos ocupa hoy, Results. Verán, es fácil considerar a
este álbum vital, innovador y sin lugar a dudas 100% de su momento y lugar como
el disco “de esa señora” que “se quería hacer la moderna”. Bueno, les digo, en
1989 “esa señora” tenía 43 años, es decir uno menos que Kylie hoy o casi 12 menos que Madonna, ambas de las cuales esperamos que saquen discos que sean “ahora”
y salgan de gira y levanten la patita como lo hacen sus competidoras veinte
años menores.
Es cierto
que para 1989 la carrera de Minelli era un desastre: luego de su pico de fama y
calidad a principios de los 70, que culminaron con su icónica y recordada participación
en Cabaret, vinieron una década y
media de sexo, drogas y rocanrol (más bien, disco music) que hicieron un daño que
muchos consideraban irreparable. En una de sus tantas entradas y salidas de rehabilitación,
uno de los que creyó en ella fue Gene Simmons. Si, EL Gene Simmons, el de Kiss, que decidió ser su manager para
rehabilitar su carrera. La estrategia fue doble, dadas las múltiples facetas de
su carrera: hacer una película, Stepping
out, que en realidad salió un par de años después, y grabar un disco contemporáneo.
El concepto de “grabar un disco contemporáneo con Liza Minelli” era un poco más
complejo de lo que parecía. No era simplemente pongan a Liza en un estudio con músicos
de la época (de haber sido así, Simmons podría haberla hecho hacer un “Liza
canta Kiss”, pero esa nunca fue la idea): hacía falta un productor o
productores que entendieran la esencia Liza, que no se quedaran en el facilismo
camp (“Disco glamour Liza!”), que entendieran el recorrido de su carrera que viene
del showbiz mas tradicional, entendido como Vegas y Broadway, y al mismo tiempo
pudieran darle un toque bien de fines de los ochenta. Afortunadamente para Liza y para nosotros,
ese era el mejor momento de la carrera de unos artistas que exactamente
encarnaban ese perfil: los Pet Shop Boys. Como ha sido variadamente analizado,
el secreto PSB es esa sinergia Tennant/Lowe, que mezclan el más tradicional de
los estilos de canción (teatro musical, standards, Gillbert and Sullivan) con
lo más contemporáneo de la música bailable en cada uno de los momentos de sus
25 años de carrera. Adicionalmente, en ese momento (la así llamada ‘Etapaimperial’ de su carrera, mas sobre esto en alguna nota en futuro cercano) eran prácticamente
infalibles, y venían de hacer algo similar a lo que se esperaba que hicieran
con Liza con otra vieja gloria, Dusty Springfield. Lo que paso con Dusty fue casi
accidental: fans de la cantante, la invitaron a que los acompañaran en What have I done to deserve this, que se
transformó en un hit mundial, rehabilitando la carrera de Springfield luego de
veinte años. Si bien siguieron algunas otras colaboraciones (hicieron juntos la
canción de la película Scandal,
produjeron algunas canciones del álbum Reputation),
Dusty, famosamente difícil de trabajar con, no se decidía entre la esquizofrenia
de la pista de baile y Richard Carpenter, y todo quedo en una media tinta. El misión
statement con Liza entonces era otro: control completo del proceso del álbum, después
hagan lo que quieran.
En mi
esquema mental, era una de esas cosas que difícilmente podían salir mal: la magnífica
producción PSB con la impecable voz de Liza. Y es cierto que esto es así, pero
la clave del disco son LAS CANCIONES. No era cuestión de ponerla a Liza a
cantar cualquier cosa, tenía que ser algo relevante para a) una mujer, b) cuarentona,
c) con una vida MUY pública y un poco tragicómica. La selección termino así: un
clásico de Broadway totalmente re-imaginado (Losing my mind), dos covers bastante inesperados (el clásico disco Love Pains, y el contemporáneo hit
pre-emo de Tanita Tikaram Twist in my
sobriety), dos clásicos PSB renovados (Rent
y Tonight is Forever) y cinco
canciones especialmente escritas para la artista. ¡Y que cinco canciones! Es
cierto que Tennant-Lowe estaban en su mejor momento, pero el cuidado puesto en
estas composiciones se nota de lejos, siendo algunas de las mas cuidadas lirica
y musicalmente de su carrera (inmediatamente luego de este disco, pasaron a
grabar Behaviour, que mantiene esta
delicada línea). Desde el perfecto impacto de apertura de I want you now hasta If
there was love y su cita a Shakespeare y culminando con So sorry, I said, probablemente una de
las 5 mejores canciones del abultado y estelar catalogo de estos cancionistas.
Tan buena es esta canción, que como suelen hacer los muy pillos, luego la
tomaron prestada o reclamaron para sí mismos, interpretándola en vivo en su gira Perfomance.
Mucho de lo
que funciona es también ir en contra de las expectativas: contrastar el sombrío
tono funerario y la voz de contralto de Tikaram por un proto-hip hop y un
falsete; hacer arreglos de cuerdas tradicionales sobre los originales techno
pop (atención a la obra maestra de Angelo Badalamenti arreglando Rent en lo que se transformó en el
arreglo definitivo para esta varias veces re interpretada canción) y el maniaco
efecto sobre Losing my mind. De
hecho, cuentan los involucrados que este fue el único momento en el que Liza
dijo un “no” rotundo: la canción, de Stephen Sondheim escrita para su musical Follies, es decir, algo que viene de la
misma tradición cultural que Minelli, fue reconvertida en un techno-disco
exasperado, que en su demo original contenía sampleos de gritos histéricos. Liza
consideró que era poco respetuoso del material original y pidió que se quitaran
los gritos. No se equivocó: la canción funciona mucho mejor sin ese detalle y
finalmente fue un importante hit (el demo original con todo y gritos, cantado
por Tennant, se puede encontrar como cara B del single de los PSB Jealousy o en el álbum Alternative)
Disfrutar
de este disco significa dejar de lado un montón de prejuicios: sobre la artista
(desde considerarla un producto demodé hasta el latiguillo reductivista “gay”),
sobre los productores, sobre que cocoliche puede salir de combinarlos. Sin
embargo, no puedo más que decirles que se están perdiendo algo por no
intentarlo: un gran disco de Liza, un gran disco de los PSB y sencillamente un
GRAN DISCO.
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