“It’s not what Doctor Freud would say”
Por lo
menos una vez por temporada, Mad Men se descuelga con un episodio que nos deja
con la sensación de “¿Que acabo de ver?”, ya sea Peggy desconociendo su
embarazo, Don asesinando gente en sus sueños, un viaje con el jet set o Roger
probando LSD.
En casi
todos estos episodios la sorpresa viene, aparte de por los quiebres narrativos
(el mejor ejemplo de los mismos es Far Away Places) a causa de que los
personajes hacen algo completamente inesperado de acuerdo a lo que ya sabemos
de ellos.
La diferencia
en The Runaways es que pasada la sorpresa inicial, nada de lo que pasó nos
sorprende en lo más mínimo, o podemos
ubicarlo en un momento de “¡…pero claro!”. Sí es tal vez discutible el por qué
suceden ahora esas cosas, pero que iban a pasar, iban a pasar. Llamemos a esto “psicoanálisis
de bolsillo”, pero lo cierto es que en base a las patologías que les conocemos
a cada uno, son desenlaces previsibles.
Empecemos
con lo obvio: la bomba Ginsberg se viene preparando desde hace dos temporadas y
en realidad lo discutible es porque esperaron tanto (salvo para volver sobre el
tropo de la influencia negativa del monolito), ya que Ginsberg siempre fue un
personaje de un solo registro, e introducido para en algún momento llegar a
estar conclusión lógica. Lo inesperado de esta resolución es el papel central
de Peggy involucrada en el medio en lugar de digamos, Stan. Salida triste y poco elegante para Michael
Ginsberg, a quien dudo que volvamos a ver. Uno más que no estaba preparado para
el mundo moderno.
Luego
tenemos el juego de Señoras Draper rondando con sus propias neurosis; neurosis
ya tan difíciles de controlar que tienen consecuencias para todos los que las
rodean, probablemente más duraderas y dañinas que el shock que se comió Peggy y
que eventualmente se le va a pasar: el cuadro histérico de Betty, tal vez nunca
tan bien reflejado desde la temporada 1, ya sabemos cómo afecta a Sally, auto definida en oposición a su
madre, pero ahora tuvimos un atisbo de cómo repercute en Bobby. Aparentemente,
lo que para nosotros es una novedad en cuanto al conflictuado estado del
matrimonio Francis es algo que Bobby sabe o intuye desde hace rato. Interesante
también ver como Betty está tan radicalizada que se ha posicionado a la derecha
de su Republicano marido. Como Harry, Betty parece que se va a saltear los 70 y
pasar derecho a los 80. Vote Betty ’80.
La otra
señora Draper, aunque no tan evidente como Betty, es otra histérica de libro y
mucha de la acción de este episodio se desata por el enfrentamiento con
Stephanie, la sobrina de Anna a quien no vemos desde la temporada 4, y una “Testaferro
Señora Draper” por parentesco y mérito propio. Stephanie, bella, de la misma
edad aproximada que Megan, embarazada, bohemia y conocedora de los secretos de “Dick”
se corporiza en la pregunta que lleva a Megan al acting y a contradecirse como
pocas veces: Megan no quiere que Don le compre una tele pero no tiene problema
en usar la chequera Draper a discreción para solucionar (en lo superficial) el obstáculo
que le presenta Stephanie y haciendo lo que se negó a hacer la temporada pasada
cuando le ofrecieron partusar o hasta darse un inofensivo beso con otra mujer
(pobre Arlene, ¡que no se entere de como la traicionaron!).
Y en el
medio, el Señor Draper, mucho más ajustado que todo el resto, siguiendo con el
trabajo tal como empezó la semana pasada, genuinamente contento y preocupado al
escuchar de Stephanie (y por transitividad, de Anna) y aceptando el juego de
Megan y Amy porque ALCOHOL, y VARON DE SANGRE CALIENTE.
Tal vez lo más
Don de Don igual sea el encuentro con Harry y su uso de la información que
recibe en ese encuentro. Jim puede que no crea que Don “esté de vuelta” pero Lou y Don lo saben:
“Eres increíble”, “Lo sé”.
Algunas
observaciones al paso:
- Como lo observe en su momento con la histeria de Betty, alguien del equipo de guionistas viene del palo psi o está muy bien asesorado: todos los síntomas de psicosis de Ginsberg son perfectos, incluido el más sangriento.
- También, varias personas señalaron los rasgos lésbicos entre Megan y Amy aún más allá del trio, y podríamos pensarlo con Dora, la histérica arquetípica de Freud.
- Perdón si este comentario se puso demasiado psicopatológico de mi parte, es una deformación profesional, dado que como la doctora Faye Miller, soy psicólogo de profesión.
- Es raro que un episodio del estilo WTF como este no tenga aunque sea una aparición de Roger, ausente al igual que Joan, Pete, Ted, Bert, Ken y Dawn.
- No hay que ser psicótico como Ginsberg para sentirse atraído por los hombros (y mas) de Stan. *suspiro*
- Betty no es estúpida. HABLA ITALIANO. Lo sabemos, Betty, lo sabemos.
- Este episodio pone en relevancia como pocos el potencial de la naturaleza serial del medio. Historias como la de Ginsberg, que empezaron a perfilarse hace años, o reapariciones como la de Stephanie son cosas que solo se pueden hacer en este medio. Mad Men no siempre lo explota, pero cuando lo hace (la relación de Don con California/Anna siendo la más clara), es brillante. Me pregunto qué opina la experta Mariana Levy al respecto.